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Trabajar para comer: más de 160 millones de niños en todo el mundo tienen un empleo para no pasar hambre

Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo y UNICEF, el número de menores trabajando ha subido por primera vez en dos décadas

Una niña india en una imagen tomada en enero de 2010 en Nueva Delhi. / Daniel Berehulak/Getty Images

Madrid

En los últimos cuatro años, más de 8,4 millones de menores se han visto obligados a empezar a trabajar. Es la primera vez en 20 años que aumenta este número, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo y UNICEF publicado por el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. El 70% de los más de 160 millones de menores trabajan en el sector agrícola, el 20% en el de servicios y el 10% en industria. Además, 79 millones tienen empleos en los que su salud puede verse daña e, incluso, ponen en riesgo su seguridad.

Y la situación puede ir a peor. El impacto económico de la pandemia de la Covid-19 ha generado cambios menos visibles, pero que están ahí. El cierre de las escuelas, la falta de ingresos de las familias y la ayuda insuficiente de los gobiernos ha empujado a niños y niñas a trabajar a edades tempranas. En el documento, ambas organizaciones alertan que solo el año que viene podría haber entre nueve y 46 millones de menores más trabajando si no se les ofrece la protección social necesaria.

Para ayudar a sus familias

Según la investigación, el trabajo infantil es más frecuente entre los niños que entre las niñas, pero si se tienen en cuenta las tareas domésticas de más de 21 horas semanales, esta brecha se reduce.

Human Rights Watch (HRW), Initiative for Social and Economic Rights en Uganda y Friends of the Nation en Ghana han analizado, en otro informe, los efectos de la pandemia en los más pequeños.

Reportaje trabajo infantil Punto de Fuga

02:55

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Muchas veces trabajan más de ocho horas al día durante toda o casi toda la semana por un salario ínfimo. “Nos hemos encontrado con casos donde los empleadores abusaban de que estaban contratando a niños para pagarles menos o con alcohol o comida, en algunos casos, insuficiente”, señala Elin Martínez, investigadora de la división infantil de HRW.

La gran mayoría ha tenido que ponerse a trabajar para ayudar a sus familias porque sus padres se quedaron sin trabajo y no tenían para comer. Solo 28 de los 81 menores encuestados en Ghana, Uganda y Nepal han recibido ayuda del estado en forma de unos pocos alimentos.

"Ayudo a mi padre a apilar ladrillos"

A Angelina (Uganda, 14 años) y a su familia no les llegaba esa ayuda. “No había dinero para comprar comida, azúcar, sal y agua. Hubo días en los que no pudimos conseguir comida. Sobrevivimos bebiendo agua”, relata.

También en Uganda, Eric (14 años) y su madre trabajaban en una cantera de piedra caliza cuando comenzó la pandemia. Su empleador les empezó a pagar con alcohol. “Había días en los que dormíamos con el estómago vacío porque no podíamos encontrar nada para comer”, afirma el menor.

Los menores encuestados tienen empleos en hornos de ladrillo, fábricas de alfombras, minas de oro, canteras, o en los sectores de pesca, agricultura y construcción.

Faiza (Nepal, 8 años) trabaja con sus padres. “Ayudo a mi madre a mezclar y a mi padre a apilar ladrillos, aunque no puedo cargar más de dos o tres a la vez”.

Otra de las consecuencias de la pandemia fue el cierre de las escuelas. UNICEF calcula que 24 millones de niños, que no asistieron a clase durante la emergencia sanitaria, abandonarán sus estudios definitivamente.

Gita y Sita, dos niñas nepalíes de 14 años, han compaginado, y siguen haciéndolo, su trabajo con sus clases. Gita tejía alfombras casi 18 horas al día durante el confinamiento y ahora lo hace 12 horas. Empieza su jornada laboral a las cuatro de la madrugada, va a clase durante cinco horas y vuelve al trabajo. Sita solo puede ir a la escuela tres horas entre tejer y tejer alfombras.

Por su parte, Rupa (Nepal, 14 años) se levanta de madrugada. Entre el trabajo, la escuela y las labores domésticas no tiene tiempo ni para leer ni hacer tareas.

El Banco Mundial estima que el número de personas en pobreza extrema (las que viven con menos de 1,90 dólares al día) creció de 88 a 93 millones en 2020 y proyecta nuevos aumentos durante 2021.

 
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