Así se fabrican soldados a medida
No reparamos en ellos pero, en su dimensión, mantienen cruentas batallas en nuestro beneficio. Juan José Millás visita una bio fábrica de insectos
Una fábrica de soldados a medida
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Madrid
Desde que entramos hasta que salimos no se escucha otra cosa más que zumbidos. De los motores que enfrían las enormes cámaras frigoríficas y de algunos de sus habitantes: los abejorros.
Agrobío es una de las empresas más importantes de Europa en biocontrol de plagas. Con fábricas en Marruecos y Turquía, exportan insectos a más de 30 países. Pionera en la cría de abejorros polinizadores, unos 60 millones de unidades al año. José Antonio Santorromán es su fundador y nuestro cicerone en la empresa por la que apostó cuando nadie daba un duro por ella porque, por entonces, se apostaba más por los remedios químicos en la agricultura.
Empezamos por ese ser aparentemente solitario que es el abejorro. Elegido por descarte para la función polinizadora. “Son más resistentes, más fuertes y no le hacen ascos a la flor del tomate”. El objetivo es formar una colmena en la que la reina y sus obreras trabajen para que, una buena polinización, de como resultado unos pimientos, pepinos o berenjenas perfectas en forma y sabor.
Antes de llegar al invernadero cumplen su ciclo de vida a lo largo cuatro estaciones programadas. En cuestión de semanas pasan del otoño (fecundación) al invierno (hibernación). De la primavera (despertar) al verano (nacimiento y selección de nuevas reinas). En su mundo las hembras son las que mandan y las que trabajan (y las que pican). Los machos los que fecundan y mueren. Mientras están aquí se alimentan de jarabe y de churros de polen que preparan en una sala anexa. Tener la comida al alcance no les hace perezosos a la hora de salir a buscarla en el invernadero. Todo lo contrario.
En otro bloque anexo la luz cambia. Dentro de esas cámaras se acumulan bandejas llenas de bichitos de nombres complicados (bendito orius). Son depredadores. Criados y alimentados para salir a luchar contra pulgones, trips, mosca blanca, araña roja, hongos y cualquier otro insecto que, por la globalización, pueda llegar en cualquier momento y aparecer en cualquier planta que agricultores como Santi (Punta de la Muela) revisan a diario. “En la naturaleza una golondrina come mosquitos y los mosquitos no saben cómo evitarlo. Un producto químico puede matar mosquitos pero éstos pueden hacerse fuertes y en un par de generaciones sobrevivir” Es la forma clara y tajante en la que Ana Arévalo (Agrobío) explica por qué es tan importante utilizar estos métodos y prescindir de otros más agresivos que, a la larga, no sirven.
Paqui Ramos
Casi siempre en la radio. Siempre en la SER. Trabajando con Javier del Pino y yendo a sitios con Juanjo...