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'Benedetta', la masturbación divina que incendia Cannes

El director de 'Instinto básico', Paul Verhoeven, sube la temperatura en el certamen con una de las películas más esperadas, un drama inspirado en hechos reales sobre una monja lesbiana con mucho sexo y provocación a la Iglesia

Virginie Efira protagoniza 'Benedetta' / Guy Ferrandis / SBS Productions

Cannes

Desde Entre tinieblas no habíamos visto unas monjas más modernas en el cine como las de Benedetta, primera santa lesbiana. Paul Verhoeven, experto en provocar con su cine, adapta el libro que la historiadora Judith C. Brown escribió en 1987, Sor Benedetta, entre santa y lesbiana, y lo hace divirtiéndose y provocando todo un espectáculo para el público con sexo y con una incitación a la revolución. 

Benedetta era una de las películas más esperadas del festival. Ha estado guardada todo un año, fue seleccionada en la edición no celebrada de 2020, para llegar a la Croisette por todo lo alto. Verhoeven sabe que a Cannes le gusta la provocación y eso es lo que nos ha dado. Después de Elle, donde una mujer víctima de una violación le daba la vuelta a todo y a todos, en Benedetta la diana está puesta en el Vaticano, y ya advertimos que lo de menos es el sexo.

La actriz belga Virginie Efira es Benedetta, una monja que empieza a ver a Dios y a decir que es su esposa, al tiempo que empieza a descubrir el sexo, los orgasmos y los dildos con forma de santos junto a otra novicia, Bartolomea, la también belga Daphné Patakia. Todo bajo la atenta mirada de Charlotte Rampling, una madre superiora que no cree en Dios. Completan el reparto Lambert Wilson, como el nuncio hipócrita y violento.

Parece que Benedetta existió en realidad. Fue una monja italiana que en el siglo XVII ingresó el convento de Pescia en Toscana, convencida de que estaba en contacto con Jesucristo. Cuanto más tiempo pasaba, más segura estaba de sus visiones, atrayendo así los celos de algunas de las hermanas, porque la envidia es un pecado a que a estas monjas les importa poco cometer.

Una historia perfecta para Verhoven, director que mejor ha hablado del sexo y la violencia, ahí está Instinto básico para recordárnoslo, de lo erótico y de las luchas de poder, como la tardíamente reivindicada Showgirls. Por supuesto de la polarización social, clase alta elitista, frente a clase baja humilde, tratando de sobrevivir día a día, tema que ha estado en muchas de sus películas de ciencia ficción.

Verhoeven cuestiona todo: los autos de fe, los milagros, la creencia en Dios y la vida monacal. La película acaba siendo una defensa del placer, frente al pecado y a la penitencia, una defensa del sexo y el amor entre mujeres y una incitación a romper el orden establecido. También explica lo fácil que podría haber sido un confinamiento en la Edad Media, en este caso no de Covid, sino de peste.

No hay nada gracioso en la película. Sin embargo, nos reímos todo el rato, por la osadía y por la desnudez de toda una farsa construida en torno a los conceptos de culpa y pecado, la base de un cristianismo rancio. El tono es cínico, a veces exagerado, pero le sienta de maravilla la exageración. Desde la imagen de una teta sacando leche, de un nuncio que deja embarazadas a las sirvientas, a la masturbación y el cunilingus -el segundo que vemos en Cannes después de Annette-, o el último tramo de la historia que cambia del erotismo a una rebelión popular. 

Virginie Efira es todo un descubrimiento, que ya trabajo con el director holandés en Elle. Ahora es la protagonista, con un rostro angelical que esconde una inteligencia retorcida. Efira comenzó como chica del tiempo en una cadena de televisión, en programas infantiles, en los últimos años ha realizado varias películas en el cine francés, como El reflejo de Sybil.

Benedetta está más cerca del cine de los inicios del director, Delicias turcas o Delicias holandesas, sobre la vida de dos prostitutas. Sus puntos de vista y sus personajes no son fáciles, pero para él la violencia y el sexo son la manera de denunciar la tiranía e hipocresía de la religión, otro sistema patriarcal, donde las mujeres son sumisas y donde el deseo femenino se esconde y se anula. Lo que defiende Verhoeven es que ese deseo femenino tiene poder, eso nos decía también en Elle. Ese deseo femenino es bello y contrasta con la violencia. Mujeres decapitadas, torturas, violaciones, todo lo que sufre la mujer se contesta, en el cine de Verhoeven, con el deseo. Todo eso es Benedetta, que se ha convertido en la primera santa lesbiana capaz de unir a las mujeres -las monjas en este caso- para levantarse contra el poder eclesiástico.


 
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