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El desigual control del COVID en el Festival de Cannes

Tras el anuncio de Macron analizamos cómo está siendo el festival y cómo se enfrentan los periodistas y acreditados a las medidas anticovid y a la situación de la pandemia en Francia

Rueda de prensa de Matt Damon en Cannes / Kate Green (Getty Images)

En Cannes había cierta inquietud por lo que pudiera anunciar Emmanuel Macron, si endurecía las medidas sanitarias o imponía un toque de queda ante el progresivo aumento de casos en el país galo, algo que podía trastocar los planes del certamen. Finalmente el presidente francés solo ha hecho anuncios relacionados con el proceso de vacunación ante el alto porcentaje de reticentes a recibir las dosis. Macron decreta la vacunación obligatoria de todos los trabajadores del ámbito sanitario y exigirá el pasaporte de vacunación para entrar en los bares, para viajar en tren y avión, y para acceder a actos o eventos de más de 50 personas, como es el caso de cines y teatros. Esta orden entrará en vigor el 21 de julio mientras que para festivales de gran afluencia, más de 1.000 personas, como el caso de Cannes, ya era obligatorio este certificado para los vacunados y PCR cada 48 horas para los que aún no tengan la pauta completa.

El alcalde de la ciudad había dado un toque de atención al Festival por las imágenes de gente agolpada en las puertas del Palais donde se celebran las proyecciones, sin mascarillas, ni distancia de seguridad. El caos está también dentro del recinto, donde en interiores nadie vela porque se cumpla la norma de llevar mascarilla dentro de las salas de cine o en la sala de prensa, pequeña y con las sillas de los periodistas muy pegadas. Tanto es así que los moderadores explican antes de empezar las conferencias que si haces una pregunta, por favor te bajes la mascarilla. En los últimos días, ante las quejas de la prensa americana -la que realmente tiene influencia en este festival- la organización ha reforzado la seguridad y al inicio de la proyección se ha incluido una advertencia y vigilan que la gente lleve la mascarilla, aunque la mayoria de periodistas se la coloca por debajo de la nariz. Y cuando se apagan las luces de la sala, no hay rastro de personal.

A pesar de que las entradas se sacan online, a diferencia de lo que ocurría con los festivales de Venecia o San Sebastián, las entradas no están numeradas, lo que provoca dos cosas, que no se pueda hacer rastreo en caso de positivo a la gente que estaba sentada al lado, delante o detrás, y que se formen colas antes de entrar para coger un buen asiento, por supuesto, con la mitad de la gente sin mascarilla en ellas y sin guardar la distancia de seguridad en ningún momento. La desinfección de espacios tampoco se realiza entre proyección y proyección, ni se limpian los puestos de los periodistas. Una medida que sí estaba en los pasados festivales internacionales. O el micrófono de las ruedas de prensa tampoco se desinfecta y va pasando de mano en mano.

Es cierto que la situación, con la vacunación, es mucho mejor que la del pasado septiembre, cuando se celebraron los dos festivales con los que estamos comparando Cannes, pero las cifras en Francia no paran de crecer de nuevo y Cannes es el evento cinematográfico más multitudinario celebrado desde la pandemia.

Las medidas eran muy ambiciosas sobre el papel, de hecho traían de cabeza a los acreditados, pero en la práctica no se están cumpliendo. Por ejemplo, se pide un certificado de vacunación europeo, con código QR, y quien no lo tiene, no puede acceder al recinto. Para poder hacerlo debe hacerse un test cada 48 horas. Cannes ha montado un servicio de test gratuito, pero solo hacen test salivares, que consisten en escupir en un tubo, en un sitio sin ventilar y que no se limpia de un usuario a otro. A las seis horas te llega el resultado que hay que meter en una aplicación y así entrar dentro. Dice el festival que de todos los test realizados ha habido muy pocos positivos. El día que más, tres. Pero estos criterios sanitarios no afectan a todas los recintos, solo a las que están dentro del Palais -las salas Bazin y Buñuel, por ejemplo, las más pequeñas- pero no lo necesitas para acceder a las salas con mayor aforo, la Lumière y la Debussy. Del mismo modo, no hay ningún control para una salida ordenada de las salas.

También se ha informado de que un equipo entero, el de la película israelí La rodiila de Ahed, está confinado. Hizo la premiere, sin mascarilla, la rueda de prensa, y al día siguiente la pareja del director Nadav Lapid dio positivo. De modo que todas las entrevistas han sido desde entonces online. En la alfombra roja, las estrellas se acercan a firmar autógrafos sin ningún control y en la gala de inauguración sorprendió cuando el actor Adam Driver se encendió un cigarrillo dentro del teatro. En otros festivales, hay constancia de cenas o fiestas celebradas que no respetaban los protocolos, pero nadie publicó imágenes. En Cannes, exhiben sin pudor comidas en recintos cerrados sin mascarillas o fiestas donde periodistas muestran a las estrellas fumando, bebiendo y viendo la final de la Eurocopa.

El director del festival, Thierry Frémaux insiste en que no hay casos de positivos. Mientras que el presidente del festival, Pierre Lescure, indicó desde su cuenta oficial de Twitter que de las más de 2.500 pruebas realizadas a todos los que acceden al Palacio de Festivales, se han detectado solo 3 positivos. Dos el miércoles y uno el jueves, precisa el mensaje de Lescure, que recuerda que todos los acreditados no vacunados deben pasar un test cada 48 horas. Lescure y Frémaux respondían así tras la publicación en la revista Variety del positivo de Léa Seydoux.

La intérprete está asintomática y lleva ya una semana de cuarentena en su casa en París, indicó ese medio estadounidense, según el cual seguirá aislada hasta que los médicos la autoricen a viajar. A Seydoux se le están haciendo pruebas diarias y se está a la espera de que dé negativo durante dos días consecutivos para que pueda viajar. Según Variety, la intérprete (París, 1985) tiene la pauta de vacunación completa y se habría contagiado en el rodaje de la nueva película de Mia Hansen-Love, directora que sí ha ido a Cannes a presentar su cinta cuando, si era contacto directo, también debería guardar una cuarentena.

Lo que ocurre en el festival no es más que un reflejo de lo que pasa en esta ciudad turística que ha visto incrementada su población. Los restaurantes no tienen que mantener una separación de las mesas, que apenas están a medio metro unas de otras. Es raro encontrar a un camarero que lleve la mascarilla y el gel es escaso. Dentro de tiendas y restaurantes y cines la gente suele bajarse la mascarilla. El ocio nocturno lleva ya una semana abierto y las alfombras rojas, los conciertos en la calle o el paseo marítimo están atestados de gente.

 
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