Julia Ducournau elimina el género con 'Titane'
La directora francesa revoluciona el festival de Cannes con una película que usa el género para romperlo y que habla de la violencia contra la mujer
Cannes
La filosofía ha tratado de clasificar las entidades del mundo mediante categorías. Vivimos de acuerdo con etiquetas que definen la identidad. El sexo, el género, la clase, la raza... categorías construidas que nos definen, pero que como dice Butler pueden romperse. La francesa Julia Ducournau las rompe todas en Titane, una de las apuestas más arrolladoras y torrenciales que se han visto en el Festival de Cannes.
Violenta, excesiva, retorcida y llena de matices, Titane es toda una revelación. A veces se parece a Crash de David Cronenberg, con la fascinación por los coches, por la violencia y el sexo. "No creo que esté a la altura, pero me alegro de que hagáis la comparación", decía esta directora francesa, que a sus 37 años se ha puesto en la casilla de salida para ganar la Palma de Oro.
Ducournau usa el terror para contar una historia de amor en la que no importa el género, no importa nada. Lo hace a través de Alexia, una niña atraída por el titanio tras un accidente, que se convierte en asesina en serie y en su huida de la policía acaba haciéndose pasar por un chico desaparecido y acercándose al padre de este, un bombero obsesionado con el cuerpo. Ellos son el espectacular Vincent Lindon y la debutante Aghate Rouselle, que firman dos de las mejores interpretaciones del festival.
"Mi intención es que la gente entienda que la cuestión del género es irrelevante. La identidad es totalmente algo que cada uno construye", decía la directora que explicaba su manera de romper esas ideas preconcebidas sobre lo que los seres humanos deben ser. "Alexa no se transforma porque quiera; sino por necesidad, para evitar ser perseguida por la policía. Sin embargo, en un punto de la película ella quiere ser esa persona. Eso es lo importante. Porque ahí es cuando el público tiene que aceptar eso, y el amor entre ellos".
Titane es la película que mejor adapta uno de los ensayos más enrevesados, complejos y polémicos de las últimas décadas, El género en disputa, de Judith Butler. La autora, por cierto, se ha convertido en el enemigo todas aquellas que han lanzado su bilis últimamente contra la ley trans. Pero vayamos al lío. Butler realizó una deconstrucción del género al indicar cómo este y el cuerpo son construidos social y culturalmente, cuestionando así los planteamientos esencialistas de la identidad. Cuando nace un bebé, enseguida lo categorizamos en niña o niño, pero eso no constata un hecho natural, sino que lo que hace esa etiqueta es darle un rol cultural que hace que ese recién nacido sea considerado una cosa u otra.
Eso le pasa al personaje al inicio de la película, pero al final es otra cosa distinta. Entremedias, Ducournau propone un cúmulo de escenas, sucesos -muchos de ellos violentos- en los que la protagonista va reapropiándose de su género y acaba en otro punto completamente diferente, dejando claro que eso no importa. Lo único que importa es que esta psicópata, acaba convirtiéndose en alguien humano gracias al amor. "En el fondo todo lo que quería hacer con Titane era una historia de amor, eso es lo que significa para mí y en lo que pensaba durante la escritura", confesaba la autora.
Hay dos escenas que elevan la película por encima de las demás y que defienden la construcción social del género, algo sobre lo que hemos leído mucho en las últimas semanas. Una ruptura de los arquetipos en torno al sexo y al género. Al principio de la película, la protagonista baila sobre un coche. Es una mujer sexualizada, que es vista por los hombres en esa macro discoteca.
La otra escena ocurre en la parte final. Alexia ya es Adrian y vuelve a bailar sobre un cambión de bomberos, rodeada de sus compañeros. Sus bailes sexis, iguales a los de la primera escena, son vistos por asco por todos esos machos mazados. El territorio masculino ha sido trasgredido y Ducournau ha desnudado ese concepto performativo del género y de la identidad de una manera que Butler o Preciado estarían orgullosas. "La idea es desnudar esos arquetipos y mostrar cómo son para luego destruirlos", corroboraba la directora. Pero esa escena da para mucho más, porque muestra la homofobia, la transfobia y el machismo y toda la violencia que la cultura del odio genera.
Como ocurría en Crudo, la película que puso a esta directora en la palestra, el cuerpo lo centra todo. "La experiencia del cuerpo es lo que une a todos los seres humanos, es lo que nos hace ser y también lo que nos acerca a la vulnerabilidad", decía Ducournau. En Crudo hablaba de la adolescencia, los cambios corporales, el sexo, la violencia contra las mujeres, y lo hacía a través de una joven vegetariana que acaba comiendo carne humana. En Titane están las heridas del cuerpo, el maltrato y el dolor que nos autoinfligimos.
El cuerpo de la mujer como objeto de deseo, como saco de todas las violencias y dolores. El cuerpo del hombre que envejece. "Somos vulnerables por eso trabajamos con el cuerpo, es como un cordón umbilical, ahora hablo del dolor", explicaba.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...