Anya Taylor-Joy, la estrella de un thriller feminista contra la nostalgia
Anya Taylor-Joy es la protagonista de este thriller pop que habla del machismo, la violencia y el acoso escolar y que llega al Festival de Venecia fuera de concurso
Venecia
En pleno debate sobre si la nostalgia del pasado reciente es reaccionaria o lo que nos hará libres, llega el director británico Edgar Wright para dejarnos claro que idealizar el pasado, al menos para las mujeres, bueno, bueno, no es. Lo hace en Last night in Soho, (Última noche en el Soho), película de género presentada en el Festival de Venecia fuera de concurso. (Todavía hay directores reticentes a competir en un festival o festivales que no se atreven a meter películas más comerciales en competición y ésta es un ejemplo de ello)
El director, que dio un giro a su carrera con Babydriver -dejando la comedia de acción atrás- propone ahora un thriller psicológico con terror y con un acercamiento a la situación de las mujeres en los sesenta y la actualidad.
“Nosotros no queremos otros mundos, queremos un espejo”, decía Tarkovski y eso hace Wright, poner un espejo a una joven que va a estudiar a Londres y que soñaría con haber vivido los sesenta, esa modernidad londinsense, ese estilo, esa música, esas mujeres... Todo era mejor en los sesenta que ahora, o tal vez no, nos dice la película y el sentido común.
El espejo en el que mira Tomasin McKenzie es el de una joven aspirante a cantante en los sesenta que no fue tan feliz como parecía y que sufre explotación sexual, machismo y violencia, porque amigas el Londres de los sesenta sería muy moderno y abierto, pero machista un rato. Y ese espejo es el personaje de Anya Taylor-Joy, actriz de moda desde su papel en la serie Gambito de Dama y sus nominaciones a los Globos de Oro y ahora a los Emmy.
El cine de terror siempre ha servido para hablar, criticar y debatir temas sociales, temas que ocurrían en la sociedad, provocando una especie de catarsis en el espectador. Los monstruos y lo paranormal siempre han sido metáforas de algo, temas como el miedo a la adolescencia, al cuerpo, el miedo al extranjero... han ido centrando las tramas de películas de terror. En Última noche en el Soho, Wright se centra en las figuras femeninas, en esas mujeres que no han tenido voz, ni poder social. Cuyas vidas ni siquiera importan y sus asesinatos ni se investigan. Las mujeres del filme no son ni las damiselas en apuros, ni las malvadas agresoras; son personas con dilemas y con problemas de adaptación en una sociedad patriarcal que las rechaza.
Dice el director que poco se habla de la situación de un grupo marginado, por eso él ha centrado en ellos la película. Son las mujeres que en los sesenta querían tener una carrera y que solo el sexo era el camino para lograrlo. Pero también son los chicos de clase obrera que quieren estudiar en una elitista universidad londisense, los que no son igual de guays que el resto y acaban siendo acosados por sus compañeros. La sociedad capitalista crea esos grupos de poder y se olvida de las víctimas, de lo que sienten, de lo que sufren.
Con un montaje virtuoso, rodada con temple y con movimientos de cámara justificados, con buen gusto y con una banda sonora excelente, Última noche en el Soho es puro entretenimiento, donde el sonido es más que una simple muestra de lo que está sucediendo en pantalla. Ni la imagen, ni el sonido están en un puesto secundario. Son todo en esta película. Como le ocurría al director en Babydriver, no tiene problemas en que sus referencias cinéfilas se noten, aquí hay ecos de Repulsión de Polanski y de otra cinta de terror, Amenaza en la sombra de Nicholas Roeg.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...