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SERIES | 'DOCTOR PORTUONDO'

En el diván de Carlo Padial: ''Todos nos estamos mintiendo, elaborando ficciones que no son ciertas"

El creador adapta su libro 'Doctor Portuondo' en la primera serie de producción propia de Filmin, una comedia sobre el psicoanálisis que encierra muchas reflexiones. Protagonizan Nacho Sánchez y Jorge Perugorría

Carlo Padial, creador de 'Doctor Portuondo' / FILMIN

Madrid

Filmin ha sido y es la plataforma del cine gourmet. Las series han ido alimentando en los últimos años su catálogo, producciones de autor especialmente europeas, y el siguiente paso era inevitable: producir sus propias ficciones. El título elegido para iniciar esta andadura encaja a la perfección en el espíritu de la plataforma. Una comedia original, arriesgada, con un humor personal que mezcla neurosis y psicoanálisis. La firma Carlo Padial, autor con un universo propio, que adapta su propio libro, 'Doctor Portuondo', un relato de su terapia que esconde muchas reflexiones. Nos sentamos en su diván  

Adaptas tu propio libro, tus propias memorias de diván, la terapia de psicoanálisis con el doctor Portuondo, ¿tanto te cambió aquella experiencia?

Me cambió muchísimo y obviamente cuando hice terapia no pude imaginar que iba a escribir primero un libro y luego a adaptarlo a una serie. Eso era una idea imposible imaginar, pero sí, me cambió muchísimo. Era una persona, y sigo siendo, muy neurótica pero en aquel momento hasta el punto de paralizarme y de casi incapacitarme para vivir es lo más sencillo, era incapaz de entrar en una tienda y salir con cierta fluidez o hasta las cosas más básicas me costaban mucho por lo neurótico que era. Y Portuondo me ayudó de una manera muy práctica y objetiva a poder convertirme un poco en persona, como él decía. Era una persona extraordinaria, tuve la suerte de conocerlo, bueno lo conocía de antes porque me habían dejado unas cintas con sus clases y también había leído sus libros. Fue de los primeros divulgadores de psicoanálisis en España en un momento en el que todavía era una cosa un poco insólita y sus libros sobre Freud, sobre Melanie Klein, sobre Rorschach se hicieron bastante populares, con lo que era una figura que ya conocía antes de haber podido acceder a la terapia y me sentía un privilegiado.

¿Este proceso ha sido como una tercera sesión? La real, la recordada en el libro editado por Blackie Books y ahora la serie

Totalmente. Con el añadido de que en cada fase de estas terapias te pilla un punto diferente de tu vida. Cuando escribí el libro, por ejemplo, iba a nacer el primero de mis hijos y ahí había un componente muy importante de pensar: hostia, voy a tener un hijo, vengo de una familia como muy chiflada, qué va a pasar. Había un grado de incertidumbre que me hizo acercarme o recuperar la figura de Portuondo de una manera muy concreta, muy diferente a cuando había hecho terapia, que fue entre los 23 y los 28 más o menos. Y ahora que tengo dos hijos y estoy como en otro punto, me va muy bieny estoy muy contento, pues tienes otro tipo de problemas más de la edad adulta. He accedido a Portuondo de una manera muy diferente, más adulta y también más escéptica, quizá más distanciada respecto a ciertas cosas. Y eso afecta, el libro tiene un tono, la serie tiene otro y cuando yo hice terapia me encontraba de otra forma. Es muy interesante el cómo una misma figura nos va visitando en diferentes espacios y luego el añadido increíble, rarísimo, de hacer esta especie de exorcismo de tu psicoanalista. Es la fantasía última de cualquier neurótico.

La distancia temporal hace que la historia vaya mutando. Ahora que se habla tanto de la autoficción, de hasta dónde llega, de qué es verdad o qué no, ¿en qué posición te sitúas tú? ¿La serie te ha permitido reírte más de ti?

Creo que soy una figura un poco rara a la hora de hablar de esto porque en realidad empleo cosas que me han pasado, como es este proceso de psicoanálisis, casi como una coartada. Habitualmente la gente cuando hace autoficción cuenta cosas muy directas y muy próximas y en mi caso nunca es bien así. Hay algo de juego de espejos raro, es decir, tomo tomo esas vivencias personales porque es el material del que dispongo, pero yo no he vivido guerras, no he vivido grandes cosas, bueno he vivido una pandemia como todos nosotros, pero no me han pasado grandes cosas. Parto del material que tengo.

No creo que el elemento de la autoficción sea algo definitivo. Sí es como un ingrediente que me parece casi inexcusable en 2021 y más teniendo en cuenta el tipo de cosas que a mí me gustan. Me gusta mucho el documental, me gusta mucho la stand-up comedy, que siempre se nutre de tus propias vivencias, me gusta mucho el rap, los raperos siempre hablan de lo que han vivido ellos de una manera muy próxima, pero no hay esta cosa de la autoficción. Aparte, creo que la mala prensa de la autoficción tiene a veces que ver con un sentimiento como casi de ‘vendetta’ con los escritores serios, por decirlo de algún modo, que están un poco enfadados.

Llevan toda la vida leyendo a Tolstoi, la novela rusa, a Flaubert y, de repente, aparece de golpe toda esta gente extraña hablando de sus cosas y parece que adelantan por la derecha. El emplear las cosas que hemos vivido como elemento primordial a la hora de contar cosas es lógico en 2021, es lo que está haciendo todo el mundo. Lo hacemos desde nuestras redes sociales, los youtubers, los streamers, que son quienes, creo, marcan la relevancia cultural del momento en el que estamos te guste o no. Es la gran manera de contarnos a nosotros, estamos permanentemente frente al espejo, me parece lógico, me parece más natural eso que el ejercicio un tanto impostado de querer hacer una novela ambientada en Venecia en el siglo XVI.

Hablabas antes del tono ¿qué ha sido lo más difícil? ¿cuál era el reto con este humor tan particular?

Filmin desde el primer momento, con Jaume Ripoll que lleva toda la parte de contenidos, me invitó a mí y a todo el equipo a que fuéramos osados. Nos decía todo el rato, acordaros de que esto es Filmin, no intentéis hacer una serie como dictada por algoritmos porque en Filmin no los hay y no los queremos. Es una plataforma que todos identificamos como lo que es, una plataforma de cine independiente, de cine de autor, y a la hora de lanzarse a producir querían preservar eso. Y había una responsabilidad muy interesante ahí y una libertad muy bonita. No hemos hecho demasiados cálculos tácticos en ese sentido sino que hemos intentado ser lo más honestos posible, es decir, ‘Doctor Portuondo’ es una serie que se nutre mucho de del tipo de cine y de series que a mí me gustan. En general, el cine que a mí me gusta tiene el rasgo común denominador de que precisamente no lo tiene, de que cada autor es diferente. Es Cassavetes, el cine de Luc Besson, pero también es Bergman o Miranda July, y cada uno tiene su manera de funcionar. Lukas Moodysson, por ejemplo, tiene una serie maravillosa que se llama Gösta y está en HBO, es una serie único, yo nunca he visto nada parecido. Incluso cuando la empiezas a ver, hay algo raro en ella, porque como estamos tan contaminados por ver siempre los mismos patrones narrativos y los mismos clichés, hay algo desconcertante. En Portuondo nos hemos atrevido a intentar encontrar nuestro tono y es un híbrido, tiene mucho sentido del humor pero no es el sentido del humor que estamos identificando ahora mismo habitualmente con el tipo de comedia que se hace en España, que viene muy marcado por el costumbrismo…

Por meter gags

Por los gags, sí. Entonces estamos muy agradecidos a Filmin de que nos hayan dejado hacer la serie que hemos querido sin plantearnos, como tú dices, si cada 20 segundos tiene que haber una broma o no, o si el el tono oscila entre la comedia y una especie de extrañeza psicológica rara.

Entrevista | 'Doctor Portuondo', en el diván de Carlo Padial

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¿Cómo ha sido encontrar a tu propio yo? A Nacho Sánchez, el actor que actúa como alter ego en la ficción ¿Ha sido más difícil él o a Portuondo, al que da vida Jorge Perugorría?

A Nacho Sánchez fue una maravilla dar con él, estamos muy agradecidos a Veló Casting que fue quien nos habló de él. Es muy buen actor, tenía muy claro que independientemente del físico o no, si se parecía o no

Que os parecéis mucho

Sí -risas-, pero ante todo quería un buen actor, al mejor actor joven que pudiéramos conseguir. Nos dieron bastante opciones, pero su nombre apareció enseguida. Nos daba un poco miedo de que no lo quisiera hacer porque nos dijeron que Nacho dice ‘no’ a muchos proyectos, que todo el mundo lo quiere…

Pero es muy selectivo

Eso es, pero tuvimos la suerte de que le encantó el libro, creo que entendió muy bien el proyecto y ha hecho un ejercicio de construcción como muy curioso, es raro verme interpretado por él porque hace como una versión mucho más creíble de mí de la que pueda aportar yo mismo. Es una cosa muy rara. Mientras en el caso de Jorge Perugorría no había dudas. Jorge tenía que ser Portuondo. En el momento en que nos ofrecieron la posibilidad de adaptar el libro, apareció enseguida el nombre de Perugorría, y casi no le di opción a no hacerlo. Me daba mucho miedo de que dijera que no porque de verdad que no se me ocurría ninguna alternativa. No sabía quién lo podría hacer. Cuando uno piensa en actores cubanos más o menos de esa edad, es obvio que es Jorge. Hablé con él por teléfono, lo llamé a Cuba y no le di opción. Le dije: tú eres el doctor Portuondo y tienes que hacerlo tú. Me vio como un fanático absoluto y claro, me dijo que sí. También por suerte le habíamos enviado el libro y le había gustado.

La serie llega en un momento en el que aún no hemos salido de la pandemia, en el que la salud mental está en el centro del debate público, ¿buscaba también una mirada sarcástica a esos libros de autoayuda?

Tanto la serie como el libro es una especie de anti-anti-ayuda, todo el rato te plantea más problemas que soluciones, es decir, es un poco lo que es el psicoanálisis. El psicoanálisis es lo contrario de la pastilla, de los libros de autoayuda, no te plantea ningún tipo de resolución a lo que te sucede, al contrario, te planteas más preguntas y más problemas. Cuanto más consciente eres, más sufres. Y de ahí la poca popularidad que ha tenido durante muchos años. Estamos en un momento de tal premura, de tantas prisas, que la idea de pasar cinco años haciendo terapia buscando en tu interior quién eres no es lo que solemos querer. Hay algo de eso ahí, es una serie más de anti-autoayuda, no te va a ofrecer ninguna solución y sí que había algo de juego con eso.

Al mismo tiempo hay algo bonito ahí. El doctor Portuondo era alguien que había sintetizado todo el psicoanálisis y era como un sabio, había sintetizado la vida en fórmulas muy sencillas, y esas formas están en la serie y en el libro y creo que te pueden ayudar en cierto modo.

Conforme iba viendo la serie, me daba cuenta de que cuánto más nos pensamos, más problemas tenemos. No sé si decir eso es reaccionario hoy

No, no, es así. Es lo que me pasó a mí cuando empecé hacer terapia. Se produjo el efecto rarísimo de ser hiperconsciente de las paradojas de la vida y de eso va el libro y va a la serie. Es decir, mejoras tú y empeora la gente a tu alrededor, pero no es que empeore la gente a tu alrededor, sino que, como dice Portuondo, se desincronizan las neurosis. Si tú tienes una pareja y tú creces, que no quiere decir que sea para mejor, sino que evolucionas en otra dirección, esa simetría neurótica se rompe. Es lo mismo que pasa con tu familia. Cuando yo empecé a hacer terapia, se pusieron en alerta, de algún modo es como si estuvieras levantando la alfombra familiar.

En lo de la terapia hay una brecha generacional enorme

Sí, y siempre ha habido una desconfianza enorme especialmente en España. No se ha visto en Francia, en Inglaterra o en otros países, que es como un síntoma casi de un rasgo civilizado. En cambio, aquí se ha visto como para qué hacerlo, no te hace falta. Es ese escepticismo y creo que son cuestiones puramente culturales. La serie tiene algo de eso.

Y respondiendo a lo que planteabas antes, creo que la serie llega en un punto muy interesante. A mi alrededor todo el mundo está fatal, la pandemia nos ha dejado en un estado psicológico realmente grave. Es el gran tema. Donde nos ha dejado en términos económicos con todas las cantidades de crisis que ya veníamos acumulando, pero también, no menos importante, donde nos deja psicológicamente. Los meses del confinamiento han llevado a la gente a replantearse todo, qué estábamos haciendo con nuestra vida a todos los niveles, a nivel afectivo, laboral… Eso creo que nos ha hecho salir del confinamiento como muy nerviosos, la gente está haciendo lo que en psicología se llama a un acting out permanente. Veo a todo el mundo cambiándose de piso, yéndose de las ciudades, cambiando de pareja, cambiando de trabajo… Nos hemos dado cuenta de lo frágil que es todo.

Unido a la histeria colectiva en la que vivimos, ¿ha hecho más daño Freud o las redes sociales?

Freud tiene esta mala fama porque muchas de sus ideas obviamente quedan obsoletas, hay que entenderlas en el contexto de la época en la que aparecen, pero era un genio. Es una de las figuras clave de Occidente de los últimos 200 años, como Nietzsche, te gusten o no. Es indudable cómo han marcado la cultura. El descubrimiento o la popularización de la idea de inconsciente, la interpretación de los sueños… Pero sí es verdad que en cierto modo tiene que ser revisado.

Y las redes sociales, yo creo que en este punto son más nocivas que otra cosa. Personalmente estoy muy harto de las redes sociales, siento que es algo que nació como una cosa positiva y que ahora mismo es algo casi como estar enganchado al tabaco. Estoy deseando poder acabar la promoción e irme una temporada de las redes sociales porque me parecen terribles. La gente está muy enfadada.

También está esa idea tan interesante y estudiada de si somos lo que vivimos o la vida que nos contamos, es decir, que todos construimos ficciones alrededor de nuestras vidas ¿Hay una voluntad de poner al espectador frente al espejo? Se hablado mucho, por ejemplo, de ‘Fleabag’ y cómo romper la cuarta pared era una manera de hacer partícipe al espectador de su propia terapia

La serie se abre con la frase del paciente diciendo que, según el psicoanálisis, una persona sana es aquella que es capaz de contar su historia y el resto de los seis capítulos va de la imposibilidad precisamente de contar la historia. Es decir, el arco completo de la serie lleva al personaje a darse cuenta de que nos está mintiendo incluso en la propia voz en off. Era una idea que me parece interesante, mucha de las cosas que te narra como sus recuerdos no son ciertas. Solo en el último capítulo hay un ejercicio de sinceridad tanto por parte del paciente como por parte del psicoanalista y es en ese punto en el que se vislumbra una posibilidad de curación, de comprensión de tu historia.

Sin duda, es una de las cosas que más me interesaba de hacer la serie, el poner al espectador frente a ese elemento casi catártico de darse cuenta de que todos nos estamos mintiendo. Al final no es tan importante si eso me ha pasado a mí, si es la primera persona, si yo de verdad hacía esto o lo otro, si mis padres tenían el libro de ‘La náusea’ de Sartre… No es tan importante eso, sino la idea de hasta qué punto estás dispuesto a enfrentarte a este elemento catártico de que todos nos estamos mintiendo y en las redes sociales estamos constantemente elaborando ficciones que no son ciertas y lo llevamos también a nuestra vida real. Hay algo raro que nos está enfermando. El psicoanálisis te invita a estirarte en un diván e intentar contar lo que te ha pasado de la manera más centrada y realista posible. Eso es un ejercicio que cuesta mucho, a mí me costó dos años empezar a hablar de una manera sincera en terapia. Hasta ese punto, como cuento en la serie y en el libro, pues en el primer tramo me dedicaba a intentar entretener al psicoanalista o intentar como impresionarlo con mis ideas…

A engañarte a ti mismo

Claro, pero en el fondo es eso lo que hacemos en la vida real

Eso me lleva a la idea de complacer a los demás, que quizás en la adolescencia, en la juventud, se practica mucho. La serie tiene una mirada generacional. Dicen o dices: la vida adulta son solo cesiones a lo que imaginábamos ¿es también un relato de romper la adolescencia tardía?

Sí, sí, totalmente. Yo me siento como una especie como de adulto de desarrollo muy tardío, es decir, soy alguien que todavía se sorprende cuando saca la tarjeta de crédito para pagar. Me digo, joder soy mayor, tengo esto. Siempre estoy esperando que me frenen, que me digan ‘eres un niño, para’. Hay algo ahí de conducta muy muy infantil que yo estoy de acuerdo en que determina a una o varias generaciones. Ya somos varias generaciones a las que nos han mimado mucho, viniendo de donde se venía, y y creo que hay como una especie de dificultad de asumir la vida adulta con todas sus consecuencias. Es verdad que la serie aborda mucho eso y especialmente en contraste con una figura como la del doctor Portuondo, era una de las cosas que más me gustaban, contraponer esa figura con gente que podemos tener entre 20 y algo y 40 y algo y en el fondo no nos ha pasado nada. Vivimos en ciudades, somos como genes recesivos casi, frente a estas figuras como del siglo pasado que representa el doctor Portuondo. Han vivido exilios, guerras, grandes conflictos… A mí eso siempre me pasa cuando veo documentales de otros tiempos, parece que tengan 20 años más que yo, han vivido más o la vida ha sido de otra manera, más dura. Ese contraste es muy potente.

Dices que no entiendes que un cómico no esté el centro de la broma. Tú has hecho varias películas, una con Berto, documentales como el de Wismichu, o los vídeos de Playground ¿Cómo vives esta época en la que se está reconfigurando esto que llaman los límites del humor?

Es un tema que podemos hacer aquí un podcast de dos horas y media y nos quedarían cosas que tocar. Para mí siempre el humorista ha sido la persona más inteligente de la sala. La mayoría de la gente más inteligente que conozco son humoristas. No hace decir nombres pero Berto, sin ir más lejos, Miguel Noguera, Julián Génisson, Lorena Iglesias etc. El humorista suele ser el más inteligente y por lo tanto es la persona que te puede hacer el análisis más lúcido de la sociedad y las situaciones que vivimos. Hay tienes un caudal que es más necesario que nunca. Eso no hay que confundirlo, a veces se mezclan demasiadas cosas en este tipo de debates, con ideas totalmente caducas de lo que debía ser el humor. Se mezcla la libertad de humoristas geniales como puede ser Dave Chappelle con gente muy horrorosa y muy cutre que hace monólogos tipo La Chocita del Loro. Cuando muchos humoristas que juegan duro, que van al límite del reglamento, te plantean ciertas cosas, lo están haciendo para probarte, de la misma manera que lo hacían Richard Price o George Carlin. Mientras que todos estamos totalmente a favor de dejar atrás el humor horrible basado en tópicos, en machismos y demás. Pero creo que no hay que coartar la libertad del cómico o del artista de ser totalmente libre. Leía una entrevista hace poco a David Cronenberg y decía que no concebía hacer cine si al cineasta le cortas la posibilidad de transgredir, incluso de pasarse de la raya. Si es así, deja de tener sentido eso y pasa a ser otra cosa. Es un poco lo que yo a veces veo en ciertas manifestaciones de humor, o novelísticas o cinematográfica que no me interesan nada. Es gente que está haciendo como agenda o como levantando la mano para decir estoy aquí, mi ideología es esta, no te preocupes soy de tu cuerda. A mí ningún director o humorista que me guste hace eso. A Lynch no le veo haciendo eso y a George Carlin, que es uno de mis humoristas favoritos, tampoco lo vi haciendo eso nunca. Era una figura libre y podía ofender a gente tanto de un lado como de otro. Yo personalmente puedo tener una una ideología muy progresista pero en las cosas que hago no hay ideología, no es lo más importante, lo importante son las ideas y el expresarlas con gran libertad. Nunca tengo en cuenta si voy a ofender a alguien, me da exactamente igual. Tampoco veo ningún problema en ofender a alguien. Hace poco hice un vídeo en Playground en el que pedía por favor cerrar los Decathlon, porque no me gustan, y se enfadó mucha gente. Eso es ridículo, qué más da, yo quiero que cierren el Decathlon y ya sé que no lo vais a cerrar, no tiene nada de malo, es divertido.

Creo recordar que en la contra del libro decía algo así como el Woody Allen español. No sé si tú te sientes así o si él, en su mezcla de ese humor tan particular y filosofía, siempre ha sido una referencia en tu vida y tu creación

Nunca se me ocurriría compararme con Woody Allen, ya me gustaría a mí tener una peli de las malas de Woody Allen. Espero un día, antes de retirarme, tener una de esas. No te digo ya ‘Hannah y sus hermanas’ o ‘Delitos y faltas’, eso ya lo veo inaccesible. No se me ocurriría jamás compararme con nadie, me parece de una presunción terrible, nunca lo haría por máximo respeto. Es muy difícil hacer cualquier cosa, es muy difícil tener 10 obras maestras como tiene Woody Allen. Dicho esto, no es una referencia directa en Doctor Portuondo

No lo es

Claro, viendo el anuncio del proyecto, uno puede pensar que como es una comedia urbana de neuróticos, pues Woody Allen. Realmente tenía más en mente el cine que se hacía en los 70 y principios de los 80 en Estados Unidos, un cine cómico muy libre de producción independiente. Pensaba en las pelis americanas de Louis Malle como ‘Mi cena con André’ o en ‘Modern romance’ de Albert Brooks, son pelis que me parecen maravillosas, la libertad con las que están hechas, los pocos medios a veces y lo distintas que son cada una de esas voces. Tenía mucho más esa influencia que Woody Allen.

Sé que ahora es una figura muy controvertida y cancelada, yo ahí no entro, pero creo que es imposible hacer una comedia que suceda en un ámbito urbano sin pasar por lo que ha dejado hecho Woody Allen. Da igual que seas director o directora, cualquier comedia urbana, y más si involucra a personajes neuróticos, indudablemente dialoga con el cine de Woody Allen. Ha creado un estándar que es inexcusable.

¿Sigues teniendo sueños recurrente? ¿En qué momento estás, en el que vuelves a EGB, entregas un Goya o sigues escuchando a Portuondo?

Mi vida onírica es muy loca, lo paso muy mal. Últimamente me pasa que intento pedir la hora dentro del sueño, es un sueño recurrente muy jodido, el ser consciente de que si pido la hora voy a dinamitar la lógica del sueño. Es una absoluta locura porque la gente se vuelve loca cuando les pides la hora dentro del sueño, es como una especie de revelar el Glitch en el Matrix. Sé que a la gente le da como mucha rabia y que a nadie le gusta que cuentes un sueño en un libro o en una serie, es un tópico más, como el no emplees voz en off. Es un tipo de cosas me dan mucha rabia, solamente por irritar a la gente, lo meto. La mayoría de películas que me gustan casi todas tienen voz en off, las de Bergman, Besson, Woody Allen. La voz en off está mal cuando es un recurso poético cursi o reiterativo o no suma nada. Pero cuando entra una como la de ‘Sonata de otoño de Bergman’ que te deja hundido desde la primera frase, yo quiero eso no. Aparte me parece que es una es una de las herramientas más poderosas de las que dispones cuando haces cine, porque el cine tiene una cualidad increíble para competir en cierto modo con la literatura y si la sabes emplear, es absolutamente genial. Por qué es mejor solo diálogos que diálogos más voz en off, son tópicos como con los sueños. Qué tiene de malo contar sueños. Muchas de mis pelis favoritas son sueños, ‘Vértigo’ son sueños.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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