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Daniel Brühl: "Después de 22 años en Berlín aún me siento de fuera"

El actor hispano-alemán debuta en la dirección con una comedia negra alrededor de las apariencias y la gentrificación

Daniel Brühl en el Festival de Sevilla / GETTY IMAGES

Madrid

Cuando Daniel Brühl (Barcelona, 1978) acabó de rodar 'Good, Bye Lenin!' en 2003 se le abrieron las puertas al mundo de la fama, a un lugar de luces y sombras. La película dirigida por Wolfgang Becker le granjeó dos premios a mejor actor europeo y a los veintipocos años ya era uno de los intérpretes alemanes más reconocidos en todo el continente.

Ha formado parte de películas como 'Salvador', 'Malditos bastardos' o 'Eva'; de grandes blockbusters como 'Capitán América: Civil War' o de la serie de la misma factoría 'Falcon y el Soldado de Invierno'. Ahora, a sus 43 años y tras mucho tiempo de dudas, Brühl debuta en la dirección con 'La puerta de al lado', una peculiar comedia negra con guión de Daniel Kehlmann, en la que refleja la vida de un actor -protagonizada por el mismo Brühl-, de su misma edad, su mismo nombre y su mismo prestigio. “No es una versión mía. Yo hice un personaje. Es alguien que se ha perdido en su fama y en el éxito que cree que tiene, viviendo en una superficialidad que ya no se interesa por su entorno”, asegura el actor.

'La puerta de al lado' es una cinta de dos personajes, un relato intimista ambientado en un bar, con un formato cuasi teatral que presenta el enfrentamiento entre dos hombres y a la vez entre dos mundos marcados por diferencias de clase, de lugar de procedencia (Este y Oeste), de edad o de vivencias personales. Peter Kurth encarna a Bruno, el hombre con el que Daniel se topa en un restaurante en el que hace una parada antes de coger un avión destino a Londres, donde debe asistir a una audición. Su encuentro se alargará más de lo previsto y el actor descubrirá que vive en la antigua casa del padre de Bruno y que éste último, además, es su vecino.

La ópera prima de Brühl es el resultado de muchos años de trabajo: “La idea nació hace ya diez u once años en Barcelona”, apunta. “Durante mucho tiempo no me sentí capaz y suficientemente seguro, pero al final sí que decidí lanzarme porque es una película muy personal y pensé que sí podía contar esta historia porque me muevo en un mundo que conozco muy bien”.

El terreno de lo personal está presente durante toda la historia, pero aún así, Brühl traza una distinción entre lo personal y lo privado y teme de esos actores “que se exponen tanto y que están vendiendo una imagen supuestamente perfecta”, sostiene. “He elevado el tono desde el principio, tiene ese punto exagerado, yo no vivo en un piso así ni mis vecinos tampoco son así, todo es una comedia”.

Uno de los temas más interesantes del filme está relacionado con la gentrificación a la que se han sometido cientos de ciudades europeas en las últimas décadas. El personaje de Daniel arrenda un lujoso loft ubicado en un barrio tradicionalmente asociado a la clase humilde berlinesa. En medio de ese bloque de edificios, el protagonista implanta un moderno ascensor con el cual accede directamente a su propio apartamento sin “mezclarse” con el resto del vecindario. “Lo noto en Barcelona y lo noto en Berlín, que soy alguien de afuera y que la gente puede pensar que yo también formo parte del proceso de gentrificación”, comenta. “Sin sentirme culpable, pero sí que noto cierta incoherencia con mis valores, con la educación que yo tuve, con mi conciencia política y social”.

En los 2000 Brühl ya se podía permitir alquilar un piso en el barrio cool del Este de Berlín. “Lo invadieron muchos del Oeste, uno de ellos yo”, manifiesta. “Pero yo siempre quise entrar en contacto con mis vecinos, con la gente de mi barrio, no como este personaje que se encierra y no mira fuera”. Mientras tanto, sus amigos de Colonia, la ciudad donde creció, tenían que asumir diversos trabajos para poder financiarse sus estudios. “Es un hecho que desde que soy joven pertenezco a una parte de la sociedad que se puede ver como privilegiada”, asegura el actor, que, tras 22 años viviendo en Berlín, aún se siente “de fuera”. A pesar de este sentimiento de no pertenencia, el intérprete hispano-alemán no ha dudado en llevar la gastronomía de su tierra materna a la gran urbe europea donde ha montado el Bar Raval y el Bar Gràcia, dos locales de tapas con nombres que homenajean barrios de su ciudad natal.

Pero es que en 'La puerta de al lado' hay cabida para todo, porque Brühl construye una (auto)ficción donde consigue reírse de sí mismo, de su paso por Marvel o de otras experiencias que han conformado lo que es él hoy en día: “Ya que había decidido que lo iba a hacer yo y que teníamos a un actor como protagonista lo quise llenar con anécdotas y humillaciones que yo he vivido”, añade entre risas.

Daniel Brühl, que insiste en no considerarse a sí mismo director porque solo ha firmado una película, crea un pequeño espacio de encuentro con el espectador donde se palpa la comedia, el drama, la tensión o la crítica. Un viaje de hora y media donde nos adentramos en la psicología de dos personajes que caminan sin rumbo fijo, en medio de un ambiente de espejismos, de sueños y frustraciones donde, como es de esperar, las apariencias engañan.

 

 
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