Enmienda de desmemoria
Xavier Vidal-Folch reflexiona sobre la Ley de Aministía de 1977

Madrid
Desacierto total. Reabrir la ley de amnistía de 1977 carece de todo sentido común. Y aún peor hacerlo por la puerta de atrás, con una enmienda sorpresiva a la ley de memoria democrática. En política solo valen las cosas útiles. Que benefician a los ciudadanos. Y no las cosas inútiles, que les perjudican. Tenemos que apurar ese principio de la utilidad. Como en economía, el beneficio procurado por una medida debe superar, desbordar, multiplicar su coste. Y no al revés. El ministro de la Presidencia asegura que la enmienda no tiene ningún efecto. Que no cambia el Código Penal, ni prospectiva; ni retrospectivamente, algo imposible en la ley penal. Y la pretensión de que en esto hay que adecuar la legislación española a la internacional es superflua: ya lo está. Los crímenes de guerra, de lesa humanidad y el genocidio --aprobados como tales delitos imprescriptibles por la comunidad internacional en 1998-- ya son delitos en España. Si esa enmienda carece de efectos, es inútil. Sobra. Sobra doblemente: sugiere que alguien quiera destruir el fundamento de nuestra democracia: su pilar fue la reconciliación, y ésta se plasmó en la amnistía de 1977, luego en la Constitución. Fue una iniciativa de la izquierda, con la abstención de los populares. Pacta sunt servanda: los pactos hay que cumplirlos. Y el primer pacto obligatorio es el que uno contrae consigo mismo. Si lo rompe, no es de fiar. O ha perdido la memoria y el tino.

Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...




