El actor indeseable
Se cumplen 30 años de la muerte de Klaus Kinski, uno de los intérpretes más conflictivos y polémicos que se recuerdan en el cine
Madrid
Tenía el pelo muy rubio, casi blanco. Una boca grande, unos dientes saltones y unos ojos que parecían que iban a salir de sus órbitas y con los que miraba a todos y a todo con expresión de loco. El 23 de noviembre de 1991 encontraron su cuerpo en su domicilio. Llevaba muerto varios días. El pasado de Klaus Kinski, lleno de drogas, peleas y excentricidades le hacían candidato a una muerte violenta, pero el forense concluyó que había sido un ataque al corazón. Tenía 65 años. Vivía en la localidad de Lagunitas cerca de San Francisco. Estaba retirado del cine y preparaba una nueva versión de sus polémicas memorias. Las memorias de uno de los actores más conflictivos y malditos que ha conocido el cine.
Nikolaus Karl Gunter Nakszynski, que así se llamaba en realidad, nació el 18 de octubre de 1926 en Dancing, un territorio que entonces se disputaban Alemania y Polonia y que hoy pertenece a este segundo país. Con 18 años fue movilizado por el ejército alemán para combatir en la Segunda Guerra Mundial, pero cayó herido y fue hecho prisionero por los británicos. Pasó lo que quedaba de guerra en un campo de prisioneros. Allí aprendió inglés y junto a unos compañeros montó una pequeña compañía de teatro para entretener a los otros prisioneros. Al terminar la guerra siguió con el teatro. Sus monólogos de Shakespeare por los escenarios alemanes pronto se hicieron famosos. Lo que él tenía de especial era un rostro y una expresión que le hacían ideal para personajes locos, irascibles, rebeldes... Muy parecidos a lo que él mismo se convertiría con los años.
Muy pronto dio el paso hacia el cine. Hizo personajes secundarios en películas como Los ojos muertos de Londres o La muerte tenía un precio, donde interpretaba un pequeño papel, pero que resultaba inolvidable: el de un bandido jorobado en cuya chepa Lee Van Cliff encendía una cerilla. Otro de sus papeles secundarios destacados fue el de Doctor Zhivago en donde interpretaba a un prisionero anarquista que era deportado a un campo de concentración.
En España trabajo a las órdenes de directores como Antonio Isassi Isasmendi en Estambul 65; con Fernando Colomo en El caballero del dragón o con Jesús Franco en varios títulos como Marqués De Sade: Justine, Jack el destripador o El conde Drácula, donde daba vida a Reinfield, el servidor del vampiro internado en un psiquiátrico. En muchas de estas películas Kinski apenas si pronunciaba palabra. Los directores buscaban únicamente su cara de loco, su mirada de furia. Pero fueron sus colaboraciones con el director alemán Werner Herzog lo que le dio prestigio internacional.
En 1972 Herzog le eligió para protagonizar Aguirre o la cólera de Dios en la que daba vida al conquistador español Lope de Aguirre, obsesionado con encontrar el mítico El Dorado en la selva amazónica. El rodaje resultó un infierno y no solo por las duras condiciones de la selva. Actor y director discutían constantemente, se peleaban e incluso llegaron a sacar armas el uno contra el otro. Y es que Klaus Kinski tenía mucho del carácter despótico y visionario del propio Aguirre. Pese a todo la película tuvo buenas críticas y Herzog y Kinski vieron como su prestigio artístico crecía y en los años siguientes continuaron trabajando juntos en cuatro películas más. Hizo de vampiro en Nosferatu o de un visionario que quiere construir un teatro de la ópera en medio de la selva en Fitzcarraldo. Su compañera de reparto en esta película, Claudia Cardinale, es una de las pocas que le calificó como educado y cortés.
En los rodajes el actor solía dejar a su paso una estela de enemigos debido a su grosería y a su comportamiento agresivo. Para los directores era una verdadera pesadilla. Se negaba a ensayar o a hacer muchas tomas. La relación personal y profesional entre Herzog y Kinski también acabó mal. Durante el rodaje de la última película en la que colaboraron, Cobra verde, Kinski atacó violentamente al director y luego abandonó la filmación. Años después, Herzog hablaría de su atormentada relación con el actor en el documental Mi enemigo íntimo.
La vida personal de Kinski fue bastante controvertida. En 1950 le internaron en un psiquiátrico porque intentó estrangular a una mujer. Le diagnosticaron paranoia esquizoide y él mismo reconocía que de ahí surgía su odio contra el mundo. Se casó cuatro veces y aunque tuvo al menos cinco hijos solo reconoció a tres, una de ellas, Nastassjia,se convertiría en actriz. Otra de sus hijas, Pola, escribió en 2013 un libro en el que confesaba que su padre había abusado de ella durante años y que se comportaba en casa como un tirano violento, igual que muchos de sus personajes. La autobiografía del propio Kinski, titulada Yo necesito amor fue editada en la colección erótica La sonrisa vertical.
Poco a poco y debido a sus continuos desmanes, Klaus Kinski fue siendo marginado por el mundo del cine. Su carácter insoportable hacía que solo le contrataran para películas de calidad ínfima, algunas de ellas de contenido pornográfico. En los últimos días de su vida vagaba por cualquier certamen cinematográfico que quisiera acogerle. Allí destilaba toda su amargura. “He hecho muchas películas malas en mi vida. Una vez hice 11 en un año solo porque necesitaba dinero para sobrevivir. En mis comienzos era diferente. Cuando tenía 17 o 18 años rechazaba muchos guiones. Llegue incluso a rechazar cerca de cuarenta antes de hacer mi primera película. Cuando yo era pequeño veía grandes películas. Iba a los cines y no quería ensuciar ese maravilloso arte con guiones malos. Pero llegó un momento en que necesitaba comer y dije que ya no me importaba hacer esas mierdas de películas porque cualquier mierda es mejor que limpiar baños”, explicaba en el Festival de San Sebastián.
Klaus Kinski estaba obsesionado con la figura del músico Niccolò Paganini y en 1989 escribió, interpretó y dirigió una película sobre él. Una vez vista, el festival de Cannes se negó a seleccionarla. La película, de alto voltaje erótico, no tenía línea argumental y los pocos que la vieron la calificaron de enfermiza. Fue su última guerra contra el mundo. Un par de años después fallecía. Quizá ahora finalmente descanse en paz. O, a lo mejor, no y sigue desatando toda su furia en los mismísimos infiernos.
Elio Castro
Licenciado en Historia del Arte y Máster en periodismo por la Universidad Autónoma/El País. Periodista...