Víctor Erice: "Las grandes corporaciones dictan lo que debe hacer el cine"
El director de 'El espíritu de la colmena' presenta 'Piedra y cielo', un ensayo en el que reflexiona sobre la figura del escultor Jorge Oteiza
Siempre hay expectación por escuchar a Víctor Erice, un director de cine que no suele prodigarse en los medios de comunicación. Con solo tres largometrajes en su carrera, El espíritu de la colmena, El sur y El sol del membrillo, Erice es uno de los grandes directores de la historia de nuestro cine. Dejó de dirigir películas, pero no de trabajar, como le gusta matizar. "No he dejado de ser cineasta, que ha sido mi dedicación principal", decía en la presentación de Piedra y cielo, un ensayo donde reflexiona sobre la figura del escultor Jorge Oteiza. "Se olvida todo lo que he hecho después de ese año, que han sido bastantes cosas que han circulado por lugares no propios de la industria cinematográfica. El problema no es producir películas, sino dónde se proyectan y yo en los últimos años he hecho obra, pero desconocida", insistía el cineasta.
El libro recoge el proceso creativo de Piedra y cielo, la obra de videoarte que el cineasta realizó sobre el monumento que Oteiza dedicó a Aita Donostia en la cima del monte Agiña. Erice rememora cómo sometió este monumento funerario “a un proceso de ‘cinematización’ donde la luz, el sonido y el tiempo desempeñan un papel esencial”. Erice ha sido de los pocos directores de cine que ha traspasado la pantalla y ha entrado en las salas y galerías de los museos, como han hecho Scorsese, Bela Tarr, Apichatpong, y aquí Albert Serra, Guerín o Isaki Lacuesta.
"Si el arte no se convierte en experiencia para los ciudadanos pierde en gran medida su utilidad", explicaba al hilo de que, de momento, esa videoinstalación todavía no va a poder verse en Madrid. Algo de esa pérdida de experiencia tiene también que ver con la situación actual del cine.
"El museo, los centros de cultura nos han ofrecido un espacio que es público, al que tienen acceso la mayoría de los ciudadanos y nos han dado una libertad que quizás la industria cinematográfica, tal como está hoy constituida, no ofrece", reconocía Erice que ya realizó algo similar en una obra que realizó a distancia con el director iraní Abbas Kiarostami, una videoinstalación que consistía en correspondencias filmadas entre ambos.
En la era de lo instantáneo, de los atracones de series, de la homogeneización audiovisual, Erice defiende lo único, la experiencia, en casi una defensa de eso que Walter Benjamin llamaba el aura. "El cine sigue siendo el lugar ideal para contemplar películas. No desdeño la experiencia del cine en otros dispositivos, es el signo de nuestros tiempos, pero no es lo mismo ni las películas se hacen ya de la misma manera". Para el director, hoy en día "cualquier joven con su cámara y una aplicación de montaje en su ordenador puede hacer una película y subirla a plataformas"
"El lugar del espectador se ha modificado extraordinariamente, de la experiencia de los hermanos Lumière, de la experiencia original del cine solo queda como residuo la sala cinematográfica", añadía. Por eso, insiste Erice en que ya no se puede hablar de espectadores, sino de consumidores. "El cine empezó siendo un acto de contemplación, cosa que hoy ha ido perdiendo cada vez más ese rasgo. Es signo de tiempo". "En ese sentido es difícil hacia donde va lo que se ha dado en llamar el audiovisual, que no es realmente el cine porque el audiovisual incorpora el lenguaje cinematográfico el de la televisión y el de la publicidad, es un magma estilístico. Por tanto, las películas ya no nacen libres e iguales".
"En general todo el siglo XX ha estado condicionado por la experiencia de la muerte del arte, que está en la raíz de la reflecxion que lleva Oteiza, que llega a afirmar que el arte debe morir para que el hombre vuelva a renacer". El acercamiento a Oteiza fue, en realidad un encargo, de la Fundación BBVA y el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Erice tenía una deuda pendiente con este artista que creo en Agiña, en el Pirineo occidental, un lugar con restos prehistóricos, un monumento dedicado al músico Aita Donostia, José Gonzalo Zulaika. Se compone de dos elementos. En primer lugar, la estela funeraria en piedra oscura Homenaje al Padre Donostia, en la que el escultor Jorge Oteiza conecta dos de sus intereses primordiales: el arte prehistórico y la estética de las vanguardias suprematistas. El segundo, y en recuerdo de la condición religiosa del músico, una sencilla capilla proyectada en hormigón por el arquitecto Luis Vallet.
Su imponente presencia a 556 metros de altura y en medio de la naturaleza está en la génesis de la videoinstalación Piedra y cielo (2019) de Víctor Erice, que además dio una conferencia con motivo de la presentación de la obra en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Ahora completa todo ese análisis con un ensayo y con la idea de que esa videoinstalación pueda ofrecerse en otras ciudades, entre ellas Madrid.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...