Paolo Sorrentino: "Maradona fue un libertador para Nápoles. Se parece mucho al Dios que yo amo"
El director italiano estrena su película más íntima y emotiva, 'Fue la mano de Dios', un relato de su adolescencia marcada por la pérdida de sus padres y la llegada de Maradona a Nápoles
La película se estrena en salas este viernes y el próximo 15 de diciembre estará disponible en Netflix
Madrid
Confiesa Paolo Sorrentino que no sabe en qué momento decidió contar su vida, pero el proceso, orgánico y terapéutico, ha sido el más difícil de su carrera. “Seguramente para mí era necesario, llevaba 35 años enfrentándome a mis dificultades y mis dolores, tenía que enfrentarme a la tragedia”. El director italiano, como han hecho en los últimos años otros autores como Alfonso Cuarón, Pedro Almodóvar o esta temporada Kenneth Branagh, mira a su pasado y bucea en su memoria para crear su obra más íntima, emotiva y austera.
En ‘Fue la mano de Dios’ viaja a su adolescencia, al Nápoles de los 80, para confrontar el hecho que marcaría su vida: la muerte de sus padres en un accidente. Tras títulos como ‘La gran belleza’ o ‘La juventud’, artefactos sobre el vacío existencial, la decadencia y el arte, Sorrentino se desnuda, en lo formal y lo narrativo, en un drama familiar donde conviven el humor, el fútbol y el propio cine, temas clave de su filmografía. "Es una realidad adaptada al hecho cinematográfico, algunas partes han sido adaptadas para que el público las pueda comprender, pero mis sentimientos son siempre reales en la película o lo que yo recuerdo que sentí siendo un adolescente”, explica en conversación con la Cadena SER durante el pasado Festival de San Sebastián.
El joven actor Filippo Scotti encarna a su álter ego juvenil y su intérprete fetiche, Toni Servillo, da vida a su padre. “No fui capaz de explicarle quién era mi padre, se lo ha inventado él. Yo perdí a mis padres con 16 años y la imagen que se me quedó de mi padre era más misteriosa que la de mi madre. Para Toni Servillo era un honor, un gran acto de amor recíproco interpretar a mi padre”, comenta de una historia luminosa y amarga atravesada por los estados de ánimo de una familia y de una ciudad y por la presencia fantasmal y divina de Diego Armando Maradona. El Sorrentino adolescente se salvó de la tragedia porque tenía un nuevo Dios al que rezarle. De ahí el título de la película.
“Los puntos de contacto de Maradona con la religión son muchísimos. Para empezar, Maradona no aterrizó en Nápoles, Maradona apareció en Nápoles, se materializó. La primera vez que lo vieron los espectadores en el estadio de San Paolo apareció ascendiendo desde una gruta como Jesús. Y cuando Maradona intentaba escapar de la presión de los hinchas napolitanos, cuando daba vueltas en un coche y se bajaba, se materializaba dentro de la ciudad. Son muchos los elementos en común entre Maradona y el divino”, reflexiona con pesadumbre porque el astro no haya podido ver la película antes de su muerte. “Jesucristo fue un hombre que vivió con todas sus debilidades y Maradona ha vivido con las mismas debilidades. El Dios que yo amo es cercano y tiene imperfecciones porque se parece a todos nosotros. Y Maradona es muy parecido a ese Dios”, se apresura a defender los años de excesos del argentino.
Maradona transformó la ciudad en lo futbolístico y también en lo espiritual. “Nápoles era una ciudad muy pobre, con enormes dificultades. Acababa de haber un terremoto, el crimen organizado dominaba la ciudad, la gente tenía miedo, era una ciudad muy peligrosa. La llegada de Maradona hizo saltar por los aires todo ese clima asfixiante, porque restituyó la alegría de vivir, la libertad, la esperanza. Llegó en un momento histórico, Maradona fue un libertador para Nápoles, como los americanos al final de la Segunda Guerra Mundial”, recuerda Sorrentino, fascinado, como en casi todas sus películas, por figuras mesiánicas. “¿Por qué me voy a interesar por personas comunes?”, responde entre risas sobre su predilección por personajes extremos del fútbol, la religión o la política.
Es esta la menos sorrentiniana de las películas de Sorrentino siendo profundamente sorrentiana (y felliniana). "Me he arriesgado porque la gente podía decir que le importaba un comino que le contara mi vida, yo creo que el cine es refugio y yo sigo siendo valiente con mis películas. Sí es verdad que en cierto sentido me había empezado a estancar en un estilo muy manierista”, admite sobre el estilo de la cinta, alejado de su barroquismo pero que conserva el tono de fábula surrealista en el retrato de la familia mediterránea.
Hay personaje excéntricos, mujeres voluptuosas, situaciones esperpénticas y mucho humor para sumergirnos en ese Nápoles de los años 80, al que no volvía desde su ópera prima, ‘El hombre de más’. También incluye ensoñaciones, referencias a Fellini y Antonio Capuano, su maestro napolitano, con una puesta en escena más depurada y austera. Decía Fellini que si para algo servía el cine era para distraer de la realidad, o al menos, eso pone Sorrentino en boca de uno de sus personajes. El director usa aquí el cine para enfrentarse a sus propias fantasmas y deformar la realidad, con 'Fue la mano de Dios' firma una obra melancólica y conmovedora, la película de madurez de uno de los directores más importantes del cine contemporáneo.
José M. Romero
Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...