Los placeres de la vida en cautividad
Juan José Millás y Paqui Ramos embarcan en el Costa Firenze en busca de una experiencia que cada año atrae a millones de pasajeros en el mundo
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Al atravesar la puerta de embarque entras en otra realidad. Un mundo plagado de columnas, grandes escalinatas, rojos, dorados y tiendas, muchas tiendas, bares y restaurantes. Un ambiente, nos dicen, muy del gusto de su pasaje predominante: el asiático. Sí, también en este sector.
Todo está perfectamente pensado y preparado para que no te aburras, para que no tengas que pensar en nada porque todo lo tienes al alcance de una tarjeta con la que accedes tanto a tu habitación como a todo lo que se te antoje. El spa, el gimnasio con vistas al mar, los tratamientos, restaurantes temáticos. Beber, comer y comprar. Es el mantra. Y no estar ocioso nunca. Actividades, piscinas, jacuzzis exteriores y permanentemente el hilo musical que Juanjo acaba incorporando a su torrente sanguíneo y que solo desaparece cuando cierras la puerta de tu camarote. Por cierto, una habitación tan cómoda y bien aprovechada que sorprende casi tanto como la tecnología aeroespacial del váter.
Incluso las excursiones en cada destino ya están pensadas y organizadas para ti y tu grupo burbuja. Las medidas anti-Covid obligan y son comprensibles. Los cruceros han estado al borde de la quiebra (algunos como Pullmantur no aguantaron) y para seguir funcionando tienen que blindarse. Si sales del barco no puedes moverte por donde quieras ni entrar en contacto con nadie que no esté autorizado por la compañía. Entrar en una tiendo o separarte del grupo para tomar un café podría costarte no subir de nuevo al barco. Algo que si, como yo, eres propensa a marearte no resulta tan mal plan. No me gusta viajar en grupo, ni privarme de improvisar o de perderme, pero creo que podría acostumbrarme a la comodidad de que lo hagan todo por mí. ¿Me estaré domesticando?
Mientras tanto Juanjo disfruta de un día en la ciudad flotante. Ha probado de todo lo que ofrece Costa Cruceros y le ha gustado. Se siente cómodo en su cautividad. Ha descubierto dónde le ponen el té más selecto, el mejor recorrido por cubierta para hacer ejercicio, los precios del Duty free... Al menos no le ha dado por probar suerte en el Casino ¿o sí? Cuando tenga que hacer cuentas con su tarjeta se verá.
En el audio puedes escuchar la experiencia y las reflexiones que Millás hace con Javier del Pino. No sé si era esto lo que el jefe esperaba de nosotros, ni si habremos estado a la altura de su admirado Foster Wallace. Por mi parte agradecerle los mareos y los vómitos, el descubrimiento de la maravillosa costa amalfitana y la duda que me quedará siempre de si el hombre vestido con un traje de nubes, la mujer que cada día cambiaba de color de pelo, las largas colas de gente vestida de gala para hacerse una foto montada en una vespa con un fondo falso o el histriónico camarero que hacía teriyaki mientras nos lanzaba tortilla como si fuéramos morsas fueron realidad o fruto de mi imaginación.
Paqui Ramos
Casi siempre en la radio. Siempre en la SER. Trabajando con Javier del Pino y yendo a sitios con Juanjo...