Paco Plaza: "Tratamos a los ancianos como pilas que se acaban o bombillas que se funden"
El director de 'Verónica' y 'REC' estrena 'La abuela', un terrorífico juego de espejos entre el culto a la belleza actual y el miedo a la vejez que protagonizan Vera Valdez y Almudena Amor
Madrid
Una mano arrugada, consumida, llena de venas marcadas, y un reloj en la muñeca con su sonido martilleante. La cámara se mueve del cuerpo al tiempo, dos conceptos íntimamente unidos, inseparables y también incontrolables. Esa primera escena condensa la realidad en la que Paco Plaza nos sumerge en 'La abuela', un thriller psicológico y terrorífico sobre la vejez, lo efímero de la belleza y los fantasmas de nuestro tiempo.
El director de 'REC', 'Verónica' y 'Quien a hierro mata' compone un juego de espejos, dos caras, dos cuerpos, dos épocas, frente a frente para confrontar lo inevitable. El paso de los años y la decrepitud ante la muerte. El terror surge de la realidad, de lo palpable, de lo corpóreo, más que de recursos clásicos (puertas, ventanas, sueños...) del género. Carlos Vermut, autor de 'Magical Girl', firma el guion de esta historia, la de una chica joven que sueña con triunfar como modelo en París y tiene que volver a Madrid a cuidar de su abuela. La casa, como el cuerpo, se convierte en una prisión donde el terror castizo de Plaza es catalizador de esta reflexión.
Como es habitual, el realizador cuenta con un reparto desconocido. Para interpretar a la abuela encontró a Vera Valdez, exmodelo y actriz brasileña de presencia imponente que trabajó para Dior y Chanel, y para dar vida su nieta se fijó en Almudena Amor, joven revelación nominada al Goya con papel también en 'El buen patrón'. El director necesita pocos elementos para mostrar su dominio de la puesta en escena, sobria, elegante e inevitablemente polanskiana, con la que compone este cuento de terror y suspense que fue presentado en el Festival de San Sebastián y al fin se estrena en salas tras varios retrasos. La propia pandemia ha redimensionado el mensaje de la película con su mirada a los ancianos, a sus cuidados, al abandono y la dependencia en un mundo cada vez más cruel y ensimismado.
¿En qué momento, como autor, fijas tu mirada en la vejez? ¿Qué hecho hace que quieras contar esta historia?
Durante el rodaje de ‘Quien a hierro mata’ visité muchos rodajes para localizar y estuve rodando en varios, tuve mucho contacto con gente que vivía en las residencias. Ahí empecé a darme cuenta de lo injustos que estamos siendo apartando de la sociedad todo lo que no sea juventud y belleza y una ficción en la que queremos creernos que seguimos vivos. Empecé a percibir este terror que todos tenemos a la vejez y que los ancianos nos recuerdan constantemente. Los ancianos son el recordatorio de que vamos a envejecer y morir. Y eso, como sociedad, es casi pecaminoso a día de hoy.
No queremos tener canas, arrugas, ir vestidos como si tuviéramos 25 años aunque tuviéramos 60, no queremos crecer, madurar, envejecer… Eso me hizo sentir que la vejez se ha convertido en un demonio para nuestra sociedad. Nada nos puede dar más miedo y es algo a lo que todos nos vamos a tener que enfrentar. Lo notamos cuando llegamos a cierta edad con nuestros padres y nuestros abuelos, pero sabemos que es algo que vamos a afrontar nosotros en un futuro. Es algo que nos aterra y creo que deberíamos empezar a reflexionar sobre ello de forma activa.
¿Tenemos más el envejecimiento que la muerte?
El envejecimiento da más miedo que la muerte. La muere, al fin y al cabo, es un on/off, es un botón que se apaga y se acabó, pero el envejecimiento supone seguir viviendo siendo conscientes de que nunca volverás a ser quien fuiste. El anhelo de volver a ser joven, el tiempo va pasando y el mayor de nuestros miedos es que se nos está escapando, como la arena entre los dedos, nunca volveré a correr como cuando tenía 20 años, a salir de noche y no tener resaca… El paso del tiempo nos va deteriorando y vamos siendo conscientes de que son pequeños pasos hacia la muerte. Pienso que esa conciencia es más aterradora que la muerte misma.
El espejo de la vejez es con un chica joven, modelo, cuyo trabajo es el culto a la belleza. Eso también se puede aplicar al cine y a las actrices, ¿percibes esa presión dentro de la industria?
No soy ningún lumbreras por pensar que esa presión sobre el envejecimiento y tener que aparentar siempre estar joven y guapa, es un peso mucho más lacerante para una mujer que para una mujer. Y dentro de la industria, evidentemente. El paso del tiempo es el que es, nuestra manera de afrontar cómo la gente madura y envejece es terrible. Apartamos la mirada porque no queremos ver eso, necesitamos el nuevo sabor a cereza que dicen, carne joven. Del alguna forma somos picadoras de carne, necesitamos siempre la novedad, y lo que huela ya a utilizado lo intentamos desechar lo antes posible. Tratamos a los ancianos como pilas que se acaban o bombillas que se funden. Me parece tremendamente cruel e injusto, es algo que en sociedad nos define como lo peor.
¿Qué ha aportado el guion de Carlos Vermut a tu estilo?
Tener a Carlos Vermut es un lugar, ha trabajado con un amor y honestidad increíble escribiendo una película que no va a dirigir, la va a dirigir su amigo y me está haciendo como un traje a medida. He aprendido de él la austeridad, la eliminación de lo superfluo, ese minimalismo que él tiene. Él siempre dice que prefiere contar una solo cosa muy bien que contar 20. La película ha heredado de su tío Carlos esa austeridad y contención.
Siempre te gusta descubrir a nuevas actrices. Aquí es imponente ver a Vera Valdez, ¿qué te has aprendido de ella, de su filosofía vital, en el proceso?
El contar con Vera en la película ha sido un regalo a nivel vital. Yo he aprendido de ella, la admiro profundamente, su valentía. Una señora que vive en Brasil, que tiene 85 años, que decide venirse a España a hacer una película de terror y lo hace sin miedo. Es una mujer que no tiene miedo a la vida, no tiene miedo a la muerte porque no tiene miedo a la vida. Va a ser siempre joven, morirá joven. Siempre tiene ganas de hacer cosas, no le asustan los retos, le gustan los desafíos, para mí ha sido una maestra en la vida.
¿Los referentes están más en el inconsciente que en el guion? ¿Y en tu caso, lo castizo qué lugar ocupa?
Nuestra identidad se construye de las relaciones que tenemos con personas pero también con historias. El tipo de cine que consumes, la literatura, la música, acabas siendo un producto de muchos factores que se cruzan. Y más que referencias, cuando te expresas a ti mismo a través de una película, acaba saliendo quién eres y de quién te has nutrido, de lo que te has alimentado. En mi caso hay esa combinación de berlanguiano con Polanski, son los padres naturales, no ya de mi manera del hacer cine, sino de mi manera de ver la vida.
Se han quitado los festivales cierto complejo con el cine de género ¿Está hablando, por ejemplo, el terror mejor del momento presente que muchos dramas?
El cine de terror siempre ha sido cronista de su época. El terror siempre te permite hablar de las cosas de una forma alegórica o poética, menos directa o frontal, y creo que siempre ha sido así. ‘El exorcista’ o ‘La profecía’ son películas que hablan del temas que no tienen nada que ver con lo sobrenatural. Es una manera de acércanos a temas que nos interesan de una forma más poética. Es a lo que aspiro siempre cuando hago una película de terror, que si eliminar el elemento de terror, la película siga funcionando. La historia troncal de ‘La abuela’ es el miedo de una chica joven que tiene que cuidar a su abuela sin estar preparada para ello. El hecho de que la película sea de género condiciona el discurso de la trama pero en realidad el corazón de la película hablan de cosas que transforman las emociones de las personas, que las divierten o que las asustan. Las películas buscan una comunicación con el espectador en la que tú dialogas con la película y te haces preguntas sobre tu propia vida.
José M. Romero
Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...