A pie de campo: Textura y estructura, dos conceptos esenciales para entender el suelo
La responsable del espacio, la ingeniera técnico agrícola Allende Martínez, incide en el valor de este recurso al que "se le debe prestar mucha atención"

A pie de campo: Textura y estructura, dos conceptos esenciales para entender el suelo
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La semana pasada profundizábamos en la idea de que el suelo es un sistema vivo, un recurso esencial que, aunque a menudo pasa desapercibido, sostiene toda la producción agrícola. En 'A pie de campo' damos un paso más para entender dos características que determinan de forma decisiva el comportamiento de cada parcela: la textura y la estructura del suelo. Como siempre, nos lo explica Allende Martínez, Ingeniero Técnico Agrícola y responsable de este espacio.
Textura
En primer lugar, la textura. Con este término nos referimos a la proporción de arena, limo y arcilla presentes en un suelo; es decir, al tamaño de las partículas que lo forman. En nuestra zona encontramos una amplia variedad: desde suelos arenosos y sueltos, que drenan con rapidez pero retienen menos agua, hasta suelos arcillosos, capaces de almacenar gran cantidad de humedad y nutrientes, aunque con tendencia a compactarse si no se trabajan en el momento adecuado. Entre ambos extremos están los suelos francos, con un comportamiento más equilibrado tanto en manejo como en retención de agua y aireación.
La textura influye en aspectos clave para el agricultor: la capacidad de retención de agua, la velocidad de drenaje —determinante para decidir cómo y cuándo regar—, la aireación de las raíces y la dificultad de laboreo en distintas épocas del año.
Estructura
La segunda característica es la estructura del suelo. Se refiere a cómo se agrupan esas partículas para formar agregados o pequeñas “miguitas” que hacen que el terreno sea más o menos esponjoso. Una buena estructura favorece una mejor infiltración del agua, reduce la escorrentía, permite que las raíces profundicen con mayor facilidad y facilita enormemente las labores de campo.
En estos momentos, muchos agricultores de la zona están realizando aportes de materia orgánica durante el reposo invernal: estiércol, compost o enmiendas en pellet. Aprovechan este periodo en el que las raíces están menos activas y la humedad es mayor, de modo que los microorganismos del suelo puedan comenzar a descomponer lentamente esa materia orgánica.
Es importante recordar que la materia orgánica no modifica la textura del suelo, pero sí mejora su estructura cuando es necesario, aumentando la porosidad y favoreciendo la formación de agregados estables. Además, reactiva la actividad biológica esencial para mantener la fertilidad.
El objetivo es claro: preparar el terreno para la próxima campaña, asegurando una mejor retención de agua, un drenaje más uniforme y una mayor resistencia al estrés hídrico.
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