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El resurgir del laicismo en Francia

Una decisión del Consejo de Estado deja en manos de los centros de enseñanza la autorización del uso del velo las aulas

París

Una funcionaria del Ministerio francés de Equipamiento y Transportes que ha superado la treintena, oculta su rostro a los medios de comunicación que se interesan por su caso. No quiere publicidad, sólo una reparación a lo que estima una discriminación por su condición de musulmana practicante. "Nunca hubiera creído que me iban a prohibir, que la República me iba a excluir por que soy musulmana. Es cierto que es un auténtico conflicto", afirma.

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El pasado 12 de julio, el Consejo Disciplinario de la Función Pública le suspendió de empleo y sueldo durante un año, al considerar que llevar el pañuelo sobre la cabeza en horas de trabajo es una falta grave que atenta contra el principio de laicismo del Estado francés. La sanción contrasta con ora reciente de la magistratura de Trabajo, que anuló el despido de una joven musulmana que vestía el velo en una empresa privada.

La polémica sobre el velo musulmán renace en Francia después de la salomónica sentencia del Consejo de Estado, a principios de los años noventa, que deja en manos de los centros de enseñanza la autorización del uso de esta prenda en sus aulas.

El presidente de la Asamblea Nacional ha creado una comisión sobre los símbolos religiosos en la educación nacional. El Primer Ministro se ha declarado partidario de legislar si es necesario, e incluso algunas voces del Partido Socialista son también favorables, al señalar que su política moderada basada en la integración ha fracasado y ha fomentado y ha fomentado el avance de los islamistas en las periferias deprimidas de las ciudades.

El presidente Chirac ha querido calmar y canalizar este debate, al encargar al mediador de la República, Bernard Stasi, dirigir una comisión que reflexione sobre el laicismo en general , y no sólo sobre el velo, como puntualñiza el propio Stasi. "No hay que centrarse sólo en el problema del velo. Creo que lo impirtante es el problema del laicismo en la República , y siempre hay urgencia por arreglar los problemas de esa naturaleza. No hay que asustarse, no hay que dramatizar, y tampoco hay que dar la sensación de que la República tiene miedo. Hay que abordar este tema co serenidad, siendo conscientes de la dimensión del problema, pero con sangre fría y confianza en el país".

En éste viven unos cinco millones de musulmanes, casi el 10% de la población. La minoría de mujeres que cada día visten el velo, al que se considera como caballo de Trolla del integrismo en la República, es cada día más notoria.

Algunos ayuntamientos han aceptado que las piscinas municipales estén reservadas sólo a las mujeres unas horas a la semana para que no puedan ser vistas por los hombres. En septiembre, abrirá sus puertas en Lille el primer liceo musulmán de Francia, como ya existen judíos, católicos o protestantes, pero financiadoo por una congregación, los Hermanos Musulmanes, considerados defensores de un islam ortodoxo.

Todo ello provoca la inquietud del resto de los franceses, que lo entienden como una agresión a sus costumbres por parte de una población que perciben como inmigrante, ajena.

Las recientes elecciones al Consejo del Culto Musulmán, una especie de órgano directivo con carácter consultivo para el Estado, no han servidoo para serenar las cosas. Al utilizarse un sistema indirecto de elección, a través de las mezquitas, el sector más integrista, que encarna la UIF, ha obtenido una importante representación.

Los moderados no están tranquilos. Una antigua eurodiputada y cofundadora del movimiento de musulmanes laicos de Francia, se muestra contraria a que los "charlatanes calienten la cabeza a nuestros hijos, y se aprovechen de un terreno abonado por la discriminación racial, la precariedad, la falta de expectativas, y el olvido por parte de los políticos de territorios urbanos entre elección y elección. Los sectores más radicales, afirma, se aprovechan "porque los políticos no se han preocupado y han delegado en esos imanes radicales, ya sea la seguridad pública, la distribución de plazas en los mercados, o incluso la pacificación de determinados barrios. Esa complacencia ha hecho que estos imanes estén bien instalados, y eso es algo que nos preocupa".

Para el ministro del Interior, Nicola Sarcosi, que se ha implicado políticamente en la creación del Consejo de Culto Musulmán, la solución radica precisamente en canalizar ese islamismo radical. "Hace 17 años que la UIF no está integrada en las estructuras republicanas", señala el responsable de Interior, que se pregunta: "¿Quién puede decirme que esto ha perjudicado a su capacidad de implantación, quién puede demostrarme que rechazando su integración se les hace progresar hacia el ideal republicano?". Y es que Sarcosi piensa que "el Islam necesita de todas sus tendencias, pero no el Islam clandestino de sótanos y garajes".

Sarcosi no pierde la moral, pese a que en un reciente congreso de la UIF fuera silbado y abucheado al asegurar que las mujeres musulmanes debían aparecer sin velo en el carnet de identidad.

"El laicismo no es, en ningún caso, una manifestación contraria a la religión. La República no profesa ningún culto, pero no desprecia ninguna religión. El laicismo es el marco de libertad que permite a todas las creencias expresarse". Son las palabras de Jacques Chirac al presentar la que ya se conoce como 'comisión Stasi'. Con ellas recordaba el fundamento de la ley de 1905 que establece que el Estado francés es laico. La norma pretendía establecer una especie de cortafuegos contra el avance del integrismo católico a principios del siglo XX.

Casi cien años después, algunos sectores estiman que la ley debe reforzarse. Para Pierre Tournemire, de la Liga de la Enseñanza, sin embargo modificar la actual legislación sería inoportuno, porque "la legislación que se ha constituido en los últimos cien años va en la buena dirección, y tocarlo sería, o bien inútil, o bien inoportuno, porque estigmatizaría a una población y una religión muy concreta, la musulmana, con todos los riesgos de ir contra la Constitución francesa o contra la propia Declaración Europea de los Derechos Humanos.

Frente a un modelo de integración que no funciona, una juventud musulmana que se refugia en la religión frente al rechazo que percibe, y a una fractura social que cada vez es más importante -por el recorte del sistema de asistencia-, lo que parece claro es que el tancredismo político, el no hacer nada, puede desembocar en sacudidas como la que el líder de la extrema derecha Jean Marie Le Pen, con su discurso xenófobo, asestó a la República francesa en abril del año pasado.

 
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