Sociedad

"¡Carajo, qué serios estamos!"

Anecdotario de una campaña que tuvo dos "cara a cara"

En todas las campañas se suceden anécdotas pero parece que la seriedad ha dominado los actos e intervenciones de los candidatos en los últimos quince días, como podría resumir la frase que Josep Borrell dirigió a Jaime Mayor Oreja en el último cara a cara televisado: "¡Carajo, qué serios estamos!".

Bien es cierto que si nos fijamos en otra expresión de ese mismo debate, dirigida a Mayor Oreja por uno de sus asesores -"!Jaime, sacúdete!", se podría decir que refleja la misma situación, si no fuera porque lo que le pedía al candidato del PP era que se quitara una mancha de la chaqueta.

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Bromas aparte, la campaña electoral deja tras de sí momentos e imágenes inolvidables, como la del candidato socialista, Joseph Borrell, dando un espectacular salto en el mitin de Valencia, el "bote" que le pedían los miembros de las Juventudes Socialistas, sentados tras él, a cambio de acudir a votar el domingo.

Y Borrell botó. Dos veces. La imagen, recogida por los fotógrafos, forma parte del anecdotario común de estos días, en los que los candidatos han recorrido todo el territorio nacional, se han acercado, han hablado y han escuchado a miles de ciudadanos, que, en más de una ocasión, les han ayudado a seguir adelante.

Es el caso del secretario general del PP, Mariano Rajoy, en Sevilla, donde las más de veinte señoras que le esperaban a la salida del mitin, al verle acalorado, decidieron refrescarle creando una especie de túnel de abanicos que el secretario general agradeció parándose un buen rato mientras bromeaba con ellas.

Y es que el calor apretaba. Tanto, que Rajoy olvidó quitarse una gorra de la selección nacional que alguien le había puesto en la cabeza, y que allí seguía tan contenta hasta que su verdadero dueño la reclamó al grito de "`Oye, oye, que esa es mía!".

El entusiasmo de los seguidores se hizo patente en otros momentos de la campaña, como en el acto electoral que el PSOE celebró en Vigo, en el que una madre no dudó en acudir con sus dos hijos para ver de cerca a su candidato, ni en atender a su intervención mientras daba de mamar al pequeño, de tan sólo dos meses de edad.

El objetivo de todo líder de sentir la cercanía de los votantes se hizo más que patente para Borrell en Talavera de la Reina, cuando en pleno mitin, un señor le saludó desde la grada. "`Manolo!" gritó Borrell al darse la vuelta. Y Manolo, al que acompañaba su mujer, y que fue chofer del ahora candidato socialista cuando era ministro de Obras Públicas, sonreía.

"En todas partes te encuentras un amigo", reconocía después Borrell a los periodistas.

Pero si hay alguien que no olvidará los percances de estos días son los dirigentes de IU. Su coordinador general, Gaspar Llamazares, se llevó sin duda el susto más grande de la campaña cuando el pasado día 10 de junio regresaba por carretera a Sevilla desde Córdoba.

Un camión que iba en su mismo sentido invadió el carril de su coche y golpeó el lateral del vehículo rompiéndole, además, el espejo. Afortunadamente, la pericia de su conductor, que aceleró rápidamente y se echó al arcén, hizo que se quedara todo en eso, un susto, aunque salieran ilesos del percance y aunque más tarde Llamazares se declarara un ferviente partidario de los aviones.

No debió opinar lo mismo Willy Meyer el segundo día de caravana, cuando al intentar ir a Oviedo desde Zaragoza su avión tuvo que abortar el despegue tras haber recorrido ya la pista con los motores a punto, al detectar el piloto "ruidos extraños" en el aparato.

Antes de otro vuelo, el que le trasladó desde Madrid hasta Jerez de la Frontera, Willy Meyer se las vio para pasar el control de seguridad al detectar que llevaba metales, y cuando iba a ser sometido a un cacheo hizo gala de sus convicciones y reivindicó: "que me registre un policía o un guardia civil, pero no un vigilante de seguridad; yo no creo en la seguridad privada".

Los aviones han sido obvios protagonistas de una campaña en la que las decenas de periodistas que siguen a los candidatos han tenido que madrugar, robar horas al sueño, acelerar los envíos de sus crónicas e incluso no comer para evitar perder un vuelo que les trasladaría a otro punto del país para poder seguir otro mitin.

Esa fidelidad fue recompensada por Mayor Oreja en el trayecto Palma de Mallorca-Valladolid cuando, sin pensárselo dos veces, decidió acompañar en el mismo avión a la caravana electoral, bien es verdad que un poco presionado por las quejas de los periodistas que habían cuestionado la seguridad del aparato alquilado por el PP.

"¿Como Fraga?", le preguntó un periodista.

"Eso, igual que en Palomares", replicó el candidato en referencia a la decisión del entonces ministro de Información y Turismo de bañarse en la playa supuestamente contaminada. Ya en vuelo, el candidato eligió el primer asiento de la fila, desde donde comentaba sin parar a los informadores: "pues qué bien vamos, ¿verdad?".

También Josep Borrell voló en algunas ocasiones con los periodistas que le han seguido en esta caravana. Por eso se enteraron de que, en el trayecto entre Valencia y Sevilla, la compañía aérea perdió la maleta del candidato.

Mientras recuperaba la bolsa y ésta llegaba al hotel de Sevilla, y para cenar esa noche con los periodistas, se compró un polo azul con rayas. Un recuerdo de la campaña.

 
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