Ocio y cultura

Los cuentos de Scott Fitzgerald, la letra pequeña del novelista

Punto de lectura publica 'Cuentos', los mejores relatos del escritor norteamericano

Por muy genial que uno sea, para vivir hace falta comer (y beber dirían a coro Scott y Zelda, su mujer), y para ello resulta necesario tener algún tipo de ingreso. Dado que Francis Scott Fitzgerald no era rico -cosa que hubiera cumplido sus expectativas en la vida, aún más que la propia literatura- ni logró casarse con rica alguna, el escritor de St. Paul (Minessota) tuvo que dedicarse con más profusión de la debida al cuento, y más concretamente al cuento que pudieran publicar las revistas.

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Deuda sobre deuda, exceso sobre exceso, borrachera sobre borrachera, Scott escribía todos los cuentos de los que era capaz para pagar su frenético ritmo de vida, ese que no podía pagarse y que, además de con su salud, acabó con buena parte de su talento literario.

Fueron tantos cuentos que dificilmente no iba a salir de ese caudal una decena de buenas historias cortas, contadas con esa sensibilidad y melancolía única, la del escritor de El Gran Gatsby. Aunque su literatura despliega un brillo sinigual en sus novelas (de A este lado del paraíso a la inacabada El último magnate), en sus cuentos se encuentra también esa capacidad maravillosa de describir sueños, amores y grandezas, las propias del sueño americano.

¡Y cuántos de sus cuentos no vieron la luz porque las revistas los rechazaron! No eran comerciales, eran excesivos, eran demasiados crudos o demasiado tristes. De cuento en cuento, Scott Fitzgerald fue descendiendo por la escalera del descalabro literario, personal y monetario. Con su primera novela fue aclamado como el más grande escritor de los EEUU, pero ese éxito no se repitió.

El Scott de la 'generación perdida' -que creía ser amigo de Hemingway, mientras este no perdía ocasión de criticarle y ridiculizarle- perdió el talento, el atractivo social, perdió a su mujer -en el incendio del psiquiátrico donde estaba internada- y finalmente su propia vida. Cuando intentaba vivir en y de Hollywood, y resucitar de sus cenizas literarias, cuando otra mujer parecía comprenderlo, Francis Scott Fitzgerald, el escritor que soñó con el éxito en vida más que con la posteridad, moría a los 44 años.

 
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