El Papa dedica al amor y al sexo la mitad de su primera encíclica
El Pontífice reconoce la necesidad de amor erótico, pero sólo en el seno del matrimonio
Nueve meses después de su elección como Pontífice, Benedicto XVI ha publicado hoy su primera encíclica, llamada `Dios es amor`. Se trata de una misiva dirigida a los católicos del mundo no exenta de polémica, ya que buena parte de ella está centrada en las relaciones sexuales. El Papa asegura que el amor verdadero sólo reside en el seno del matrimonio y que las relaciones sexuales deben estar destinadas únicamente a procrear, aunque por primera vez reconoce la necesidad de "amor erótico".
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En su primera encíclica, Ratzinger no traza las líneas de su pontificado, sino que habla del amor y de la caridad eclesiástica. Está dividida en dos partes, una primera titulada "La unidad del amor en la creación y en la historia de la Salvación" y una segunda llamada "Caritas, el ejercicio del amor de Dios por parte de la Iglesia como 'comunidad de amor'".
La primera parte es una reflexión teológico-filosófica sobre el amor en sus diferentes dimensiones, y en ella el Papa sostiene que el amor puro está compuesto por amor erótico y amor sentimental, pero que a él se llega sólo en el seno del matrimonio. Fuera de la unión de los esposos sólo existe degradación del hombre, según el texto.
Resulta novedoso que la Santa Sede reconozca la necesidad de relaciones sexuales, pero éstas sólo son posibles cuando una mujer y un hombre han decidido vivir juntos como parte de la Iglesia, es decir, con el único fin de la procreación, y no el placer.
Inmediatamente después de estas razones, Ratzinger pasa a la ofensiva para criticar las posturas morales de aquellos que creen que existe el sexo sin amor. A juicio del Papa, el sexo así entendido es una mercancía, un simple objeto que se puede comprar y vender y que se explota de un modo calculador.
La segunda parte es sobre la aplicación concreta del mandamiento "Amarás al prójimo como a ti mismo". El texto consta de 78 páginas y lleva la fecha del 25 de diciembre de 2005, Natividad del Señor. La encíclica fue escrita por Joseph Ratzinger el pasado verano, durante sus vacaciones en el Valle de Aosta.