Carta abierta de Elena Arnedo: "¿Está la vicepresidenta del gobierno en el banquillo?"
Cunden insistentes rumores, dados por confirmados en algún medio de comunicación, sobre la posible candidatura de Teresa Fernández de la Vega a la alcaldía de esta desdichada capital. Ante ello, somos muchos los ciudadanos que deseamos hacer patentes nuestro asombro y nuestra indignación. En nuestra ingenuidad, no se nos había ocurrido que en el repleto banquillo del que habló Simancas estuviera sentada la vicepresidenta.
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Las políticas feministas del gobierno Zapatero parecían tener el propósito de que la igualdad entre hombres y mujeres se manifestara en la representación paritaria de ambos sexos a todos los niveles, cosa que merece nuestra más entusiasta aprobación. Claro que algunas voces disconformes han esgrimido que lo importante para un puesto no es el sexo, sino el mérito, la capacitación, el buen hacer.
Tenemos una vicepresidenta del gobierno a la que nadie discute los méritos, que concita la mayor aprobación ciudadana de entre todos los ministros y líderes políticos. Si alguien parece imprescindible para el buen gobierno demostrado hasta ahora por José Luís Rodríguez Zapatero, esa sería Teresa Fernández de la Vega. Si, pero además de ser una excelente vicepresidenta del gobierno, ay, es mujer. Y por lo tanto, siguiendo la inveterada tradición de nuestras sociedades patriarcales, se recurre a ella cuando hay que corregir los desaguisados y recoger los platos que otros han roto.
Como los señores Solana, Borrell o Bono no desean comprometer su prestigio o su carrera política optando a la arriesgada competición por la alcaldía de Madrid, a alguien se le ha ocurrido que sea Ella, la que se sacrifique. Al fin y al cabo, está en la "naturaleza de las mujeres" hacerlo siempre.
Pues no, basta ya. Nos negamos a admitir que cuando por fin tenemos a una mujer de vicepresidenta del gobierno y además, una magnífica vicepresidenta, algo o alguien pretenda descabalgarla de ahí. Es la idea más disparatada y suicida de todas las que circulan por prensa y mentideros. Si eso llegara a ser cierto, todas las palabras, promesas y demostraciones de Zapatero y su gobierno a favor de la igualdad se echarían por la borda. Perderían toda credibilidad y se enfrentarían con la decepción y el despecho de quienes habíamos confiado en ellos.
Pero aún hay más: durante siglos las mujeres han carecido de identidad propia, eran intercambiables, cualquiera valía para las tareas procreadoras y ancilares a las que estaban destinadas: la que valía para un roto valía para un descosido. Afortunadamente hoy, las mujeres han adquirido personalidad. ¿Por qué creer que la excelencia de María Teresa como vicepresidenta conlleva ganar los votos de los madrileños para alcaldesa? Probablemente sería una magnífica alcaldesa, pero, hoy y ahora, es una magnífica vicepresidenta.
Dice la sabiduría popular que no se debe desnudar a un santo para vestir a otro, máxime cuando el otro no tiene aún ni la peana.
La alcaldía de Madrid es sin duda muy importante y simbólica y muchos madrileños anhelamos para nuestra ciudad políticas muy distintas a las que han desarrollado, durante demasiados años, los alcaldes del PP. Pero aún así, es completamente desmesurado, y un agravio para los demás ciudadanos de este país, privar al gobierno de la nación de lo mejor que tiene, independientemente de la "dimensión de género".
Que a quien se le haya ocurrido tan peregrina idea la vaya olvidando porque muchos hombres y mujeres de Madrid y del resto de España valoramos mucho y confiamos mucho en Teresa Fernández de la Vega y vamos a apoyarla hasta el fin para que siga siendo nuestra vicepresidenta del gobierno.