El Real Madrid vence al Barcelona en el segundo partido de la final de la ACB (83-80)
El internacional español Felipe Reyes regaló un nuevo recital de puntos, rebotes y trabajo para llevar al Real Madrid a las puertas del título ACB, del que sólo le separa una victoria y tres partidos para certificarlo ante un Barcelona que, ahora, sólo puede pensar en aprovechar el traslado de la final al Palau Blaugrana para intentar forzar el desempate y regresar al Palacio Vistalegre.
Los dos banquillos aparcaron los nervios del primer partido. Les sentó mejor, de salida, a los blancos que a los azulgrana pese a que el Barca ponía media liga en juego sobre el parqué de Vistalegre.
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Los madridistas sabían también lo que les iba en el envite y que, desde hace siete meses, nadie gana el Palau Blaugrana. O sea, que el 2-0 les interesaba tanto, o más, que el 1-1 al bloque del montenegrino Dusko Ivanovic.
Pero lo más llamativo del segundo asalto en el coso de Carabanchel es que los hombres llamados a llevar el peso de la eliminatoria, de la primera final Madrid-Barca desde el año en el que Pau Gasol hizo las maletas para irse a la NBA (2000-01), quedaron eclipsados en medio de un duelo de colectivos, de una batalla de conceptos, de un debate, en definitiva, sobre el baloncesto que hay que jugar para llevarse un título tan caro como el de la ACB.
El Barcelona, con problemas para conectar con el hombre que le enseña habitualmente el camino hacia el final del túnel -Navarro- y ante un Madrid mucho más consistente, convencido de lo que hacía, también exhibió corazón, hombría y calidad para jugar a este deporte tan difícil.
Perdía por once puntos a cuatro minutos del final y parecía al borde del colapso (37-26). Olía a fiesta mayor en Vistalegre. Lo cierto es que aún era pronto. Ivanovic cuenta con muchas posibilidades en el banco para variar el guión. Con las suficientes para anotarse un 0-9 (37-35) y resucitar en cancha enemiga (37-35; 40-37 al descanso).
Dominaba el Madrid
Ahora bien, el técnico barcelonista no debía tenerlas todas consigo porque, pese a romper la hegemonia madridista en el rebote -clave en el primer partido de la serie-, que es equivalente a anular una de las grandes armas blancas, el Madrid adoptó un papel dominador que no cedía bajo ningún concepto.
Juan Carlos Navarro colocó el tanteador en un puño nada más arranca el tercer cuarto (40-39), pero los locales ni siquiera pestañearon. Mantuvieron la calma, apostaron por el estilo que predican y salieron de un serio atolladero (52-46 m.26).
Aún faltaba mucho. El Barcelona estaba jugándose media Liga y cuenta con hombres que han demostrado de sobra quiénes son en este mundo. A siete minutos para el final, con la grada en ascuas, el Madrid pedía tiempo muerto. El esloveno Jaka Lakovic acababa de poner el choque, desde el arco de triples, donde quería el Barca (64-65 m.34).
La pugna iba a decantarse en los últimos minutos. Como casi siempre que dos expresos marchan por la misma vía en sentidos contrarios. Y había mucho que jugar, mucho (73-73 m.38). El Barca, a pesar de los pesares, seguía vivo. El Madrid, mejor o peor, también.
El Madrid, a un paso del título
Sólo había una estrella que había acudido puntual a la cita: Felipe Reyes. Sin ruido, sin aspavientos, a lo suyo, granito a granito. 75-75 y el balón acaba en manos del internacional español.
Reverso, extensión de brazo delante del italiano Denis Marconato y el Madrid, con mucho sudor, al lado del título (77-75). Quedaba partido. Un montón (veintiocho segundos). Y ese pequeño lapso volvió a sonreir a los blancos.
Falló el Barcelona su ataque y cometió falta para que Reyes, a falta de 13.9 segundos, regresara a la línea de personal. Anotó los dos (79-75), sentenció el partido y colocó al Madrid a un paso del título. La estrella de la final se llama Felipe Reyes, juega en la selección española y es campeón del mundo.
Entrevista en 'El Larguero' a Alex Mumbrú
04:44
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