El teléfono de los 1.400 dólares
En Birmania las tecnologías relacionadas con las telecomunicaciones están consideradas como artículos de lujo
Bangkok
Un teléfono móvil en Birmania ya sólo cuesta 1.400 dólares, después de que las nuevas licencias autorizadas por la Junta Militar provocaran un fuerte descenso en el precio de estos aparatos. Hace un mes, el régimen decidió relajar su férreo control sobre los móviles para promover el desarrollo de las telecomunicaciones y emitió así permisos a miles de ciudadanos, la mayoría funcionarios.
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Así, el precio de los terminales se ha reducido desde los 2.280 dólares que antes costaba el modelo más barato, hasta los 1.400 dólares actuales, en una de las naciones más pobres del mundo y cuya renta per cápita anual no supera los 220 dólares. Hasta ahora, muchos empleados del Gobierno alquilaban sus teléfonos autorizados a particulares para obtener ingresos adicionales.
Todavía se desconoce si la Junta Militar tiene previsto dar el visto bueno a la venta de tarjetas SIM prepago. Mientras dos operadoras chinas, Alcatel Shanghai Bell y ZTE, desarrollan la red de telefonía móvil en el país y han levantado las primeras antenas receptoras en Rangún y Mandalay, las dos mayores ciudades.
Aislados del resto del mundo
Además, Birmania inauguró en diciembre la Ciudad Cibernética de Yadanabon, un moderno centro de alta tecnología en un país cuyos gobernantes insisten en permanecer aislados del resto del mundo. Pese a estas iniciativas, los servicios de telecomunicaciones en Birmania se encuentran entre los más caros del planeta, pues son considerados un artículo de lujo por las autoridades, que obliga a pagar al menos 1.400 dólares para instalar una línea ADSL.
Cuando los soldados birmanos sofocaron las protestas a favor de la democracia del pasado septiembre, la Junta Militar cerró los cibercafés, cortó el acceso a Internet y suspendió las llamadas al extranjero para impedir que salieran al exterior imágenes y datos de la violenta represión contra los manifestantes.
En aquel momento, el Ministerio de Defensa, a través de su departamento de guerra cibernética, bloqueó servidores, atacó con virus blogs de disidentes y desplegó informadores en foros para peinar la Red en busca de internautas opositores.