Receta A Vivir: Guiso otoñal de níscalos
La receta de Falsarius Chef desvela los placeres y los misterios de recoger setas
Y digo "otoñal" porque algunos estamos ya un poco otoñales y achacosos como para andar haciendo excesos campestres por esos montes de dios, retrepando riscos y esquivando a los lobos en busca de setas. Afortunadamente ahora el otoño y los hongos también vienen en lata y podemos hacernos un rico arroz con níscalos muy fácilmente y sin necesidad de exponernos a que nos coma una vaca o cualquier otro animal salvaje de esos del bosque.
Ingredientes para 2 personas: 1 lata de rovellones de la marca Cidacos ("rovellon" es la forma catalana de llamar al níscalo, y es como viene escrito en la lata, pero se encuentran fácilmente en cualquier Carrefour, por ejemplo), 1 paquete de taquitos de jamón, arroz marca Brillante (no se pasa y hace más fácil que el arroz quede en su punto), 1 patata grandecita, 1 cebolla mediana, 3 dientes de ajo, pimentón picante, aceite de oliva y sal.
Preparación: en una cazuela ponemos un chorreón de aceite a calentar y echamos uno de los dientes de ajo picadito. Cuando se haga un poco, añadimos los otros dos dientes de ajo enteros pero un poco espachurrados y la cebolla picada. Cuando veamos que se va haciendo, le ponemos un poco de sal, añadimos un puñado de taquitos de jamón (o dos si eres muy cerdófilo), y le echamos los níscalos escurridos y troceados en pedazos medianos, dejando que cojan un poco de color.
En el último momento ponemos una cucharadita de pimentón picante (que le va a dar al guisote un toque rústico-campestre muy de agradecer), removemos un poco más y le agregamos un litro (larguito) de agua. Cuando hierva le ponemos la patata cascándola (esto es, cortando un poco con el cuchillo y luego rompiendo el trozo; así suelta almidón y queda el guiso más hilado) en pedazos no muy grandes y dejamos todo borboteando unos cinco minutos.
Llega entonces el momento de echar el arroz. Un par de puñados (un montoncillo en el cuenco de la mano) por persona y otro puñado extra más (para las ánimas del purgatorio, decían antes las abuelas). Ya sólo queda estar un poco atento por si se nos queda sin caldo y hay que añadir un poco más de agua, y cuando lleve un rato, probar para ver si está a nuestro gusto de sal. En unos 20 ó 25 minutos tendremos el arroz en su punto, lo que podéis comprobar empíricamente, probando unos granillos de arroz recogidos del guiso con una cuchara y siguiendo la vieja máxima: desde que se inventó el soplar, quemarse es de tontos.
Acuática continencia: la gracia del arroz caldoso es que tenga un caldo hilado, no que sea una sopa en la que flotan cosas dispersas. Es por ello más que recomendable no pasarse con el agua y añadir de a poquitos la que fuera menester.




