Agosto en Gaza: Diversión limitada
Los campamentos de verano se acercan a su fin. ¿Cómo viven los niños palestinos esta época? Formación religiosa, un poco de playa y ropa obtenida a través de los túneles forman parte de las vacaciones en Gaza
Los campamentos de verano en la franja de Gaza cierran sus puertas hasta el año que viene. Un verano marcado por el intento de superación del trauma provocado por la ofensiva militar israelí vivida durante 22 días hace apenas siete meses. Los niños de Gaza resisten, pero en sus trabajos de arte plástica y manualidades el enfrentamiento, los aviones, la sangre y la pérdida de seres querido sigue muy presente.
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En períodos de dos semanas, cumpliendo turnos de mañana y tarde para niños y niñas separados, los organizadores de los campamentos se han "disputado" la presencia de los menores. "Hamás organiza sus actividades en las escuelas en lugar de la playa, prefieren que en vez de jugar, bailar o nadar en el mar, los chavales repasen sus conocimientos religiosos", explica Mojeeb de la activa organización palestina Sharek que colaboran con la UNRWA (el organismo de Naciones Unidas encargado de los refugiados palestinos) para que los niños olviden por unas semanas los libros.
La batalla ideológica afecta a los menores incluso durante el verano. Algo que ellos viven con mucha naturalidad, acostumbrados a seguir desde pequeños lo que dictan los padres. "Me lo he pasado muy bien. Lo que más me ha gustado ha sido nadar. También hemos aprendido muchas canciones sobre la liberación de Palestina", comenta Sara sin perder detalle de las competiciones y el espectáculo con el que se cierra la temporada de actividades de verano en Jan Junis.
A la entrada, han expuesto los trabajos, dibujos, piezas de cerámica, muñecos, pequeñas maquetas de los sueños de los niños de Gaza. Con la música muy alta, desde las gradas, decenas de personas animan a los que acaban de zambullirse en el mar Mediterráneo, la única ventana natural del territorio, para llegar hasta la boya y regresar lo más rápido posible a tierra. En el escenario, sobre una enorme superficie de plástico para que se pueda andar en la arena con más facilidad, otros grupos de niños muestran sus habilidades deslizándose por un tobogán por el que de forma manual un hombre tira agua salada. Completamente vestidas, las niñas con camiseta de manga larga, hacen volteretas. Entre los interminables discursos van dando paso a las actuaciones musicales que son coreadas por las improvisadas gradas. Canciones sobre Palestina, la Nakba ["la catástrofe" que en 1948 obligó a miles de palestinos a abandonar sus hogares bajo las bombas del Ejército israelí] , el sufrimiento, la resistencia... conceptos que en la Franja de Gaza están permanentemente presentes.
Sara es una adolescente de 14 años que quiere estudiar para ser médico. Tiene unos impresionantes ojos verdes, tan impactantes como los ojos marrones de Hana que utiliza para expresarse con gran intensidad porque es lo único que muestra de su cuerpo. Cubierta por un traje largo y ancho, y por un velo tanto por delante como por detrás de su cara, Hana nos cuenta que se lo ha pasado muy bien este verano. "Nos han enseñado reglas morales, como ser buenos musulmanes. Hemos hecho actividades, pero no sólo bailar y jugar como en el campamento de la UNRWA".
Unas manos delicadas y delgadas aparecen de vez en cuando bajo el velo negro que cubre su rostro, Hana las esconde con rapidez moviendo sus ojos mientras busca las palabras para seguir explicando lo que ha hecho durante los últimos dos meses.
En Gaza también hay ricos y pobres. Y en el caso del verano de los niños se puede comprobar asistiendo a un entrenamiento de chavales entre 7 y 15 años en el Club de Deportes de la capital. Juegan a baloncesto vestidos iguales. "Los uniformes nos han salido muy caros -explica el entrenador- porque los hemos traído a través de los túneles [de Rafah, al sur del territorio. Es la vía ilegal de conseguir cualquier producto. Hay más de 10.000 familias cuya economía depende de este arriesgado trabajo de contrabando]. El año que viene compraremos sólo la tela y los coseremos aquí".
Las conversaciones de los chicos del club de baloncesto se centran en marcas o en los sitios donde irán más tarde porque muchos de ellos tienen una paga diaria o semanas. "A mi me dan 40 shekels [un poco menos de 4 euros] al día para que vaya con mis amigos o me compre lo que me apetezca", nos cuenta Ayman sin perder de vista el partido que ya disputan sus compañeros.
En cambio, en el barrio de Beach Camp, junto a la costa, los hijos de los pescadores que cada mañana tienen que convencer a los militares israelíes para que les dejen ir más allá de las tres millas que tienen autorizadas, se pelean por los ordenadores de una pequeña sala de juegos. Todos descalzos, parecen hipnotizados por las carreras de coches. Con desparpajo, preguntan, se acercan, piden que les saques fotos, sin perder turno para volver a sentarse ante la pantalla del ordenador.
Todos empezarán la escuela a mediados de septiembre. Antes comenzará el mes sagrado de Ramadán [este fin de semana] que al menos para los niños de Gaza, sigue siendo un momento de fiesta, reunión familiar, y la posibilidad de estrenar ropa o tener algún juguete.