Ocio y cultura
MÚSICA

Los cuentos del abuelo King

BB King seduce a Madrid con un blues romántico y jovial dentro de los actos del Nelson Mandela Day

Hay días que son grandes por lo que significan, por su valor simbólico. El Nelson Mandela Day debe ser uno de ellos, aunque los eventos que se organizan a su alrededor incluyan listas VIP, y varias marcas potentes paguen millonadas por asociar su logo al nombre del símbolo de la lucha contra el apartheid. Esas tropelías dejaron de ser noticia hace tiempo, sobra hipocresía. Que BB King pase por un escenario madrileño siempre será una alegría, una marca roja en el calendario.

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Cierto que el bueno de BB pasó hace años prometiendo su despedida de los escenarios, cierto que a sus 84 años poco más puede ofrecer, no canta como antes, y no hará muchas cosas como antes, pero en lo suyo sigue siendo el rey. Se presentó arropado por la misma banda, ocho negrazos potentes y arrugados; dos guitarras, batería, teclado y cuatro vientos, juntos podrían rodar una 'road movie', quizá hacer un viaje con el inserso, ellos prefieren seguir por el mundo al rey del blues de la calle Beale. Hacen bien, eso los mantiene jóvenes.

BB King ocupa una silla en el centro del escenario, el público se ha puesto en pie para recibirlo y le ovaciona espontáneamente cada palabra, cada fraseo de esas canciones que se entienden a la perfección. Son las de siempre, como la banda y la guitarra.

Su forma de tocar a Lucille es especial, acaricia las cuerdas de su guitarra con la ilusión de un adolescente ante su primera mujer, con la veteranía de un hombre apasionado con su oficio. Su blues es romántico, se aleja del lamento buscando la felicidad, la alegría temporal. Las letras hablan de amores, de chicas que deberían volver, de confesiones, de promesas de futuro. Entre canción y canción King habla con el público, sus ojos buscan al resto de los ojos entre la oscuridad, en una actuación que parece personal, única.

Aunque sus noches se parezcan en orden y contenido, el espectador tiene la ilusión de estar presenciando algo único. El compadreo con la banda alcanza cotas a las que sólo se llega con el tiempo, la amistad elevada a la enésima potencia. Parecen una panda de amigos de viaje por el mundo. BB King ya no toca por el dinero. Pasó una infancia dura y vive una vejez dulce, sus viajes y sus noches buscan cariño, baños de masas que con su pasión y admiración prologan la vida del artista.

La noche también incluía sorpresas, nuevos amigos. Hacia el final de la noche King invitó al escenario a otro compañero de guitarra, Raimundo Amador. Una amistad especial. Ambos grabaron juntos en Nueva York y en Madrid hace años. King tocó en el directo de Amador, Noches del flamenco y Blues, y el español acompañaría a King en su gira de 2004. La visión blusera de Raimundo ha seducido a los más grandes. Sus guitarras se llevan bien, ellos se miran con cariño a pesar de la barrera del idioma, ni Raimundo habla inglés, ni King español, pero sentados frente al escenario se entienden sin barreras.

La velada termina con los clásicos de siempre, You are my Sunshine, Rock me baby y The Thrill is gone. Se veían lágrimas entre el público y de nuevo esa sensación de despedida. El abuelo emocionado se levanta con dificultades, dos hombres le ayudan a ponerse el abrigo y el sombrero, saluda con la mano y reparte, como un abuelo, chucherías de sus bolsillos. Las palmas resuenan mientras abandona el escenario, la banda sale después de él. Una velada especial, de reencuentros y despedidas, en memoria de Nelson Mandela, en recuerdo a las cosas injustas que suceden en el mundo.

 
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