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Berlín abre una muestra sobre la fascinación que Hitler causó a los alemanes

Los organizadores han evitado todo lo que pudiera resultar muy personal o demasiado morboso en torno al dictador

Un águila imperial de hierro es mostrada durante el preestreno de la exposición 'Hitler y los alemanes. Nación y crimen', en el Museo de Historia de Alemania, en Berlín, el 14 de octubre de 2010. Uniformes de las SS y la Gestapo, bustos y fotografías de Hitler y una colección de medallas nazis entre otros, se combinan con textos y vídeos explicativos en un espacio que supera los 1.000 metros cuadrados(EFE/Stephanie Pilick)

Un águila imperial de hierro es mostrada durante el preestreno de la exposición 'Hitler y los alemanes. Nación y crimen', en el Museo de Historia de Alemania, en Berlín, el 14 de octubre de 2010. Uniformes de las SS y la Gestapo, bustos y fotografías de Hitler y una colección de medallas nazis entre otros, se combinan con textos y vídeos explicativos en un espacio que supera los 1.000 metros cuadrados

Para aquéllos que vayan buscando el fetichismo, la exposición sobre Hitler que se inaugura este viernes en el Museo de la Historia de Berlín (Deutsches Historiches Museum), será una gran decepción. Los organizadores han evitado con todo propósito todo lo que pudiera resultar muy personal o demasiado morboso en torno al dictador.

No está ni el uniforme del Führer, que guardan los rusos, ni uno de sus retratos al óleo que más gustaban en la época (de un metro y medio de alto) que custodian los americanos. La que se anuncia como la mayor exposición realizada jamás sobre Hitler, es en realidad sobre los alemanes. De hecho se titula Hitler y los alemanes y su subtítulo la describe mejor: Nación y crimen.

"Hitler era como persona insignificante", indica el historiador Hans-Ulrich Thamer , uno de los organizadores del evento, quien recuerda que hasta los 30 años permaneció en el anonimato y ni siquiera hizo estudios, pero se convirtió en "el salvador" de los alemanes porque estos lo quisieron.

Con la muestra de más de mil objetos de la vida cotidiana de la Alemania de los años treinta y cuarenta, la exposición trata de explicar "los mecanismos de adhesión, de movilización de masas, pero también de la exclusión y el terror que marcaron la relación entre el Führer y la población". Y del culto que todas las clases sociales, desde la aristocracia y las más pudientes, hasta las más modestas, desarrollaron en torno al dictador.

'Mein Kampf' de bolsillo

Entre los primeros objetos, el Mein Kampf de bolsillo en alemán, Mi lucha, en español, italiano, francés, inglés... las huchas de las "juventudes hitlerianas" para recaudar por la causa, cajetillas con la cruz gamada, bustos en bronce de Adolf Hitler.

O el tapiz bordado a punto de cruz por mujeres católicas y evangélicas -que con ironía podríamos decir que es una suerte de "proyecto ecuménico" -con la idea de "llevamos la esvástica a la Iglesia". Concebida en tres partes, la exposición recoge por orden cronológico en más de mil metros cuadrados, los factores que llevaron a Hitler al poder, las estructuras de su régimen y sus políticas de exterminio así como las de expansión que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial y la posguerra. Siempre acompañado de vídeos y aclaraciones.

La mujer alemana "también trabaja para el triunfo" en la guerra; documentos sobre el programa de eutanasia, una foto de una anciana regalando su cafetera en una acción de "donación de metal" en la que se lee "yo también ayudo al Führer"; carteles de los progromas contra los judíos y de las exposiciones itinerantes que se llevaron a cabo contra el "arte degenerado y la música degenerada".

Ya desde muy temprano se muestran fotos de periódicos de las detenciones de personas contrarias al régimen y de la persecución y transporte de los judíos a los campos de concentración -y dibujos de los niños que vivieron en ellos- "porque todo ocurrió a la vista de todo el mundo", recordó Thamer.

El historiador quitó hierro a la inquietud mostrada por algunos medios por que la muestra pueda llamar a la peregrinación de neonazis. Ojalá vinieran a los museos, vino a decir, "al memos los de Historia no cuentan con este tipo de clientela".

Algún detalle en el Museo prueba también que la fascinación sobre Hitler no se ciñó a los alemanes. Partida en dos y agujereada por metralleta se extiende "el águila de la cancillería de Hitler", en bronce, de casi tres metros de ancho, bajo la que se lee: "Codiciado trofeo de guerra soviético regalado a los aliados británicos en 1945".

 

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