El orden (o el desorden) de los apellidos

Si ustedes pensaban que elegir el nombre del bebé era complicado, esperen a que se apruebe el proyecto de ley del Registro Civil y prepárense a negociar: "si quieres el nombre de tu padre le ponemos el apellido de mi madre"... Y si no, siempre les quedará el orden alfabético.

"Gutiérrez que le veo...", "Padilla, a la pizarra"... En ocasiones los apellidos nos identifican más que nuestro propio nombre. Y, a veces, para nuestra desgracia. No importa si tienes el nombre más bello de la tierra si a continuación le acompaña un Pendón, un Ano o un Gordo que te convierte en el objeto de chistes, bromas y risas disimuladas. Sólo el que lo lleva sabe lo que es que en la consulta del médico avisen en voz alta que la Sra. Cerda ya puede pasar. O que durante parte importante de tu vida seas la Zorrilla de la clase.

Incluso para según qué profesiones puede que su apellido no sea el más apropiado ¿Se imagina que su ginecólogo es el doctor Salido o el doctor Pajín? ¿Y si a nuestro colaborador, Luis Alegre, le hubiera dado por montar una funeraria con el apellido paterno?

Éstos pueden ser algunos de los motivos por los que decidamos cambiar el orden de los apellidos. Otro, más serio, la mala relación con los progenitores.

Pero quizás los casos que más conocemos son los de personajes famosos que anteponen su segundo apellido por ser más llamativo y artístico. John Lennon, en realidad John Winston, cambió legalmente su apellido por el de su mujer Yoko Ono. Otros lo dejan intacto en su DNI pero en la memoria de todo el mundo Javier Ángel Encinas será siempre Javier Bardem, Joaquín Ramón Martínez: Joaquín Sabina, José Antonio Domínguez: Antonio Banderas y Leonor Ceballos: Leonor Watling.

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Y si con estas razones no consiguen convencer a su pareja siempre les quedará la esperanza de que su apellido sea el más cercano a la letra A.