El reencuentro teñido de azul de Mariano Rajoy con la sala prensa del Génova no pasará a la historia de la comunicación política. Sólo volvió a dejar claro que o no tiene plan, o si lo tiene sabe que mejor es que parezca que no. La comparecencia de Zapatero tras el copazo de navidad dejó claro que tiene plan, pero que a él tampoco le gusta. Seguramente por eso ambos se han pasado el año agarrados a la décimas y el último día no iba a ser una excepción. El presidente se motiva como puede, tirando de las décimas en positivo que van soltando con fórceps las indicadores macroeconómicos. El líder del PP se inspira con las décimas que va acumulando en los sondeos. Las mismas que le sirven para defenderse ante el ala más belicosa de los suyos, esa que no descansara hasta colgar las cabezas de Zapatero y Rubalcaba en la pared de los trofeos familiares. Llevamos demasiado tiempo en este bucle que solo puede conducir a la melancolía o la estulticia. Zapatero inicia reformas, Rajoy pide elecciones. Zapatero anuncia medias. Rajoy pide elecciones. Zapatero toma decisiones, Rajoy pide elecciones. Zapatero pide un cafe y una tapa de tortilla, Rajoy pide elecciones. Y mientras el resto de los mortales nos preguntamos para qué. Para qué esas reformas, medidas y decisiones, para qué otras elecciones. A donde quieren llegar los dos con todo esto. En esta marea de pesimismo ilustrado y catastrofismo estratégico que tan bien manejan las elites políticas, económicas y empresariales del país, que todo lo que saben de la crisis lo saben por sus periódicos, lo mejor continúa siendo el sentido común del ciudadano común. Deberían aprender de la pasmosa sencillez que está acreditando la gente de la calle, al asumir sin aspavientos, y con admirable responsabilidad, que seguramente hemos estado viviendo demasiado tiempo por encima de nuestra posibilidades y ahora toca pagar las facturas y seguir adelante. El primero que recuerde que lo mejor de este país siempre acaba siendo su gente, porque es la que lo saca adelante sin tanto teatro, que la economía es un estado de animo, que en las instituciones de la política es donde se debe tomar las decisiones, no en los despachos de los mercados, que el dramatismo es un aburrimiento, o que la misión de un líder es explicar y hacernos compartir una visión del país donde nos gustaría vivir, ganará las elecciones. Que lo sepan. Bo 2011. Sígueme en Twitter: @antonlosada