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LA CARTA DE JOSÉ MARTÍ GÓMEZ

Epístola sobre moral, miedo y esperanza

La tolerancia y los acuerdos son fundamentales en una democracia pero no son fáciles de alcanzar. En ocasiones, el acuerdo parte del miedo que infunde el poder en la opinión pública, expandiendo la idea de que sin acuerdo se perderá la estabilidad, se impondrá la anarquía. ¿Se puede vivir una vida sobre el miedo? Son reflexiones que Avishai Margalit, filósofo, catedrático en Princeton y en Jerusalén, planteó en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

¿Y a que conclusión llegó?

A la de que no toda paz está justificada. ¿Es estabilidad lo que ofrece un corrupto como Mubarack? No. Su estabilidad es la del miedo, que choca con las ansias de libertad del pueblo egipcio. Hay regímenes que humillan de forma inhumana y con esos regímenes los acuerdos son perversos, podridos. Los treinta años de Mubarack son eso. Pero más allá del caso concreto nos hemos de preguntar sobre las complejas relaciones entre ética y moralidad.

¿Por qué complejas?

Porque a veces mezclamos las dos cosas. Tenemos dos mundos de relaciones: con las personas próximas y con la masa anónima. Solemos ser éticos con los nuestros y moralmente indiferentes con la suerte de los demás. Eso lo trasladamos a la política: si nuestros gobernantes venden armas o trafican con droga y esos negocios van bien para el país no miramos el daño que estamos ocasionando en otros países. El mundo, no solo África o Asia, también Europa, vive inmerso en el tribalismo. Cada país vive encerrado en si mismo y los ciudadanos vivimos entre el miedo y la esperanza.

¿Qué sugiere Avishai Margalit que se ha de hacer para tener más esperanza que miedo?

La moral debe asumir un mayor papel en la política. Y para evitar que imágenes como las de Túnez o Egipto nos golpeen de repente emocionalmente el mundo desarrollado debe encarar el problema de la inmigración ayudando al desarrollo de países habitados por gentes con mucho miedo y pocas esperanzas. El mundo desarrollado no tendrá futuro si no se implica moralmente con el mundo pobre. No es un discurso moral, dijo Margalit. Es real politik.

Hablemos ahora de un acuerdo basado en estabilidad y miedo desde otro punto de vista. El histórico. "Foc Nou es una revista católica. Lo aclaro para evitar suspicacias. En el número de este mes Joaquim Gomis transcribe el juramento que, en un salón de El Pardo, los obispos hacían ante Franco. ¿Qué decía el juramento de los obispos?

Decía: "Ante Dios y los Santos Evangelios juro y prometo fidelidad al Estado español. Yo juro y prometo respetar y hacer que mi clero respete al Jefe del Estado y al Gobierno establecido. Que no participaré en ningún acuerdo ni asistiré a ninguna reunión que pueda perjudicar al Estado español y al orden público y no permitiré que mi clero tenga tales participaciones".

Realmente es fuerte. ¿Y lo juraron todos?

Todos, porque si no lo juraban no se les daba diócesis.

¿De dónde viene ese juramento de fidelidad absoluta?

Escribe Gomis que viene del empecinamiento de Franco, que se negaba a aceptar obispos si no había juramento. Pio XII cedió. Gomis escribe que lo que sabe es gracias a Hilari Ragué, monje benedictino en Montserrat. Así que llamé al monje.

¿Y que te dijo?

Que sabe poco más. La Conferencia Episcopal Española es poco proclive a facilitar documentación. Ni del juramento ni de nada. Si algún oyente puede aportar algún dato rigurosamente histórico, se agradecerá. Según Ragué todo arranca de la firma del Concordato entre España y la Santa Sede y que el juramento estuvo vigente durante todo el franquismo. Acabó cuando Juan Carlos accedió al trono y renunció al derecho de presentación de obispos, potestad que tenia el franquismo a través de un juego de ternas que permitía rechazar al candidato que no gustaba.

Muchos obispos debieron pasarlo mal al jurar eso.

Creo que sí. Obispos como Osés en Huesca, Palenzuela en Segovia, Echarren en Canarias, Gabino Merchan en Oviedo, Jubany en Barcelona, Añoveros en Bilbao, Tarancón... era gente abierta, alineada con el papado de Pablo VI, una bestia negra para el franquismo. Pero debían pasar por el tubo del juramento.

Ese juramento revela la ingerencia del franquismo en la iglesia de aquellos años.

Sí. Era lo que se ha dado llamar el nacionalcatolicismo, de vuelta ahora con un episcopado conservador. El filósofo Margalit diría que ese acuerdo entre la Iglesia y el régimen fue perverso, podrido. ¿Puedo añadir algo más?

El Tribunal Supremo ha anulado una condena a Otegui por falta de imparcialidad de la presidenta del Tribunal, Ángela Murillo. La señora se pasa. En el número 67 de la revista Jueces para la Democracia se lee: "A la juez Murillo hay que decirle que las machadas no están para el estrado, en el que rigen otras reglas que las de la barra del bar. Que las gracias no se escriben en papel de oficio ni vistiendo togas. Que no hay chiste, sino prepotencia pastosa cuando falta simetría en las posicioens de los implicados y el supuesto humor discurre en un único sentido, de arriba abajo. La juez tiene una deficiente comprensión de la etica y la estética del oficio de juzgar". Digo yo, Montserrat, que la revista se anticipó unos meses al Tribunal Supremo.

 

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