Cajón de sastre
Cosas leídas, cosas escuchadas, cosas recordadas. La semana le permite a Martí Gómez rebuscar en el cajón de sastre de las cosas de la vida
La próxima semana se cumplirán veintiocho años de la expropiación de Rumasa. La víspera del aniversario salta la noticia de que la Nueva Rumasa suma impagados a la banca, es embargada por la Seguridad Social y entra en suspensión de pagos.
Escribí una serie sobre Rumasa. Tras el primer reportaje José María Ruiz Mateos me envió un tarjetón que decía: "Dios mío: ¿qué le he hecho yo a usted?". Tras otro reportaje, tarjetón más extenso. Decía: "Muchas gracias por tantas lindezas como dices sobre mi modesta persona. El bueno de mi padre solía decir que no tenemos más que lo que nos quieran dar. La santa de mi madre decía devuelve siempre bien por mal. Obedeciendo sus intenciones y, pese a todo, le deseo lo mejor". Hubo un tercer reportaje y un irónico tercer tarjetón: "Querido José: ¡eres tan humano!". En esta nueva tesitura yo también le deseo lo mejor a la familia Ruiz Mateos y quedo a la espera de un nuevo tarjetón remitido desde la calle de la Alondra con membrete de marqués de Olivara, título comprado en la república de San Marino y sin valor en el Gotha de la aristocracia.
Cabía esperar que con la informatización de las oficinas judiciales desapareciese el papel pero parece que nada ha cambiado. ¿Sabemos aplicar la informática?
Eso me pregunté leyendo en la Explanada de Alicante el diario Informaciones. En noviembre las oficinas judiciales de la Comunidad Valenciana gastaron 95.000 euros en diez millones y medio de folios. Muchos ordenadores, pero pervive el espíritu de copias a papel carbón o en fotocopiadora, ahora en impresora.
Un espectador ha denunciado que en el teatro barcelonés en el que se representa Hair los actores fuman. Al teatro se le ha abierto expediente pese a que dicen que fuman productos vegetales.
Trabajando en Londres asistí a una rueda de prensa de Al Pacino en la que explicó que una tarde, mientras mantenía un tenso dialogo con otro actor, la ceniza del cigarrillo que fumaba empezó a caer en el escenario y de pronto un caballero sentado en una de las primeras filas gritó "¡Eeep, oye, tú, Al, necesitas un cenicero!". Al dejó de hablar, miró fijamente al espectador, le dijo "Gracias", dio otra calada, sacudió la ceniza del cigarrillo y siguió su interpretación mientras el espectador seguía quejándose de que ponía el escenario hecho un asco y mira que cuesta poco poner un cenicero. Dijo Al Pacino, y digo yo, que son peligrosos los sujetos obsesionados por las prohibiciones y el orden.
Radio Barcelona informó de que, como en las películas, una mujer encargó a un sicario la muerte de la esposa de su amante.
El intento de asesinato se descubrió porque también como en las películas el sicario no lo era y avisó a la policía. Pero en esta a un tiempo sórdida y esperpéntica historia hay un dato alarmante: la mujer iba a pagar por el crimen 2.400 euros y la policía ha dicho que es una cifra que está en la franja alta de lo que se puede llegar a pagar por este tipo de encargos. La vida se cotiza baja en el mercado de valores humanos. Según ese baremo y pesando setenta y cinco kilos mi vida se cotiza a treinta y dos euros el kilo. Más barata que cien gramos de caviar.
Y un nombre propio: Renzo Cassadei: Ha sido el último preparador de boxeadores que tuvo en su gimnasio seis campeones de Europa, un campeón del mundo y el fraude que fue Urtain.
Luego, el boxeo entró en crisis porque como Cassadei reconocía es un deporte que surge de la pobreza y el hambre. A Franco le molestaba leer que cuando Legrá, Calvo, Ben Ali, Velázquez o Carrasco se proclamaban campeones se añadiera el párrafo "el preparador italiano Cassadei". En una recepción tras ganar un titulo Franco le preguntó por qué no se nacionalizaba español. "Lo intenté pero no pudo ser; cosa de trámites legales, me dijeron", respondió Cassadei. Franco preguntó al ministro de Justicia: "¿Qué trámites..?". Tras esa simple pregunta Cassadei fue español. Me lo contó divertido. Ha muerto a los 88 años.




