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"Tenemos derecho a ser libres"

Historia de Abdessalam Al Abied, manifestante agredido por las fuerzas de seguridad marroquíes el pasado sábado durante una protesta en Rabat

Más de una decena de miembros de las fuerzas de seguridad marroquíes se ensañan con Al Abied durante las protestas el pasado sábado 26 de abril en Rabat

Cuarenta y dos años, parado, Abdessalam Al Abied, llega a la cita saliendo de un taxi, cojeando, con una mano en los riñones, todavía renqueante de la paliza que recibió el pasado sábado a manos de las fuerzas auxiliares marroquíes (un cuerpo similar a la Guardia Civil) durante una manifestación en Rabat. Una gasa tapa la herida en la cabeza que le hizo perder la consciencia tras la agresión.

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Abdessalam vive en Salé, una pequeña, superpoblada y modesta localidad vecina a la capital Rabat. Su tía, de 50 años, le aloja en su casa y le da parte de los menos de 200 euros que gana al mes trabajando en un café. Se gana la vida como puede gracias a pequeñas tareas y reparaciones. Realizó estudios de gestión de logística de empresas agricultoras, lo que le ha permitido tener varios empleos en compañías del sector e incluso en la administración pública.

"Una vez me despidieron de una empresa después de que la policía les contara a mis jefes que yo era un sindicalista y había estado en la cárcel", sostiene. Al Abied pasó dos meses en prisión en 1999, por haber participado en una huelga mientras trabajaba como funcionario. El artículo 288 del código penal marroquí prohíbe este derecho, aunque la Constitución lo avala. Cuando salió de la cárcel, fue obligado a aceptar un traslado a la ciudad de Agadir, al sur del país. Un tiempo después, su mujer le abandonó, quedándose con sus dos hijos.

Al Abied acudió el pasado sábado a la manifestación convocada por abogados y profesores marroquíes que reclaman un reconocimiento de su categoría laboral "por solidaridad con ellos", afirma. Se le ilumina la cara cuando asegura formar parte del "Movimiento del 20 de febrero", el grupo que surgió en Facebook a finales de enero para organizar las protestas que piden reformas democráticas en Marruecos en los últimos meses.

Durante la carga policial que dispersó la protesta del sábado, Abdessalam trató de defender a una compañera que estaba siendo intimidada por la policía y entonces un grupo de más de 10 agentes de las fuerzas de seguridad fue a por él, propinándole "patadas y porrazos en la cabeza y en todo el cuerpo". Diferentes magulladuras en la espalda y los costados dan fe de ello. Inconsciente, fue trasladado en ambulancia al hospital, en el que estuvo dos horas mientras le curaban las heridas. Le hicieron radiografías para comprobar que ningún hueso estaba roto, pero se negaron a darle un certificado médico. "Porque soy un manifestante y así no puedo denunciar", afirma.

Discurso "insuficiente"

Al Abied también salió a la calle el pasado 20 de marzo, donde miles de ciudadanos mostraron no estar de acuerdo con las reformas prometidas por el rey Mohamed VI durante su discurso del día 9 de este mes, en el que prometió avances democráticos en la Constitución actual. Estos inconformistas juzgan el discurso del soberano "insuficiente". Durante la manifestación, Abied alzó su voz y levantó pancartas en contra del Gobierno, de la corrupción y a favor de una monarquía donde el soberano reine pero no gobierne. También concedió varias entrevistas a medios de comunicación locales.

"Me parece que alguno de ellos eran policías secretas que se hacían pasar por reporteros", subraya. Aquel domingo 20, las protestas fueron pacíficas por todo el país. No ocurrió así menos de una semana después. En este ambiente de constantes, aunque no grandes, protestas sociales que vive Marruecos en estas últimas semanas, parece que la práctica democrática le ha durado poco a la policía. O a lo mejor es que solo vale cuando hay decenas de periodistas delante, testigos de las protestas.

Abdessalam nació en 1968. Quizá tenga algo que ver el mayo de aquel año con el espíritu revolucionario que lleva dentro. Afirma haber recibido "multitud de amenazas" para que se aleje del movimiento. "Me han llegado a decir que si no lo dejo le puede pasar algo a mi tía", asegura, "y claro, ella tiene miedo". Pero Abdessalam no. Ha luchado mucho por sus derechos a lo largo de su vida como para temer represalias ahora, porque, concluye, "tenemos derecho a ser libres".

 
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