Un año desde que Europa pidió más austeridad

En los calendarios de La Moncloa la fecha está marcada como el momento en el que los socios comunitarios exigieron más esfuerzos para contener el déficit. Para nuestro país pidieron un recorte adicional de 15.000 millones de euros. Grecia acababa de ser rescatada y se temía una tormenta perfecta.

La primavera de 2010 marcó un antes y un después en la agenda política del Gobierno. El rescate de Grecia, activado el 2 de mayo, debía servir para evitar el contagio a otros países y contener los ataques al euro. Una semana después, el 9 de mayo, se convocó otro encuentro cuyo objetivo explícito era formalizar jurídicamente el mecanismo de rescate comunitario. Implícitamente, la meta era otra: un grupo de países y el Banco Central Europeo trataron de arrancar mayores compromisos de Portugal y España en materia de austeridad.

Si bien a la entrada de la cita el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durao Barroso, aseguraba que "todos los países que lo necesitan han planteado claramente que van a hacer esfuerzos adicionales de consolidación presupuestaria"; lo cierto es que existían profundas reticencias. España argumentaba que ya había realizado esos sacrificios en los nuevos presupuestos pero Europa pedía más. Finalmente, a las dos de la mañana, tras once horas de encuentro el Ejecutivo dio su brazo a torcer. Elena Salgado se comprometía a realizar un recorte adicional de 15.000 millones de euros en dos años.

Poco a poco se fueron conociendo detalles de la tensa reunión de Bruselas y que el propio Zapatero, en una entrevista con El País, definió como "una noche de insomnio". Una vigilia en el Palacio de la Moncloa, con continuas llamadas e intercambio de mensajes con la Vicepresidenta Segunda, y que se prolongó para ver cómo reaccionaban los mercados.

Apenas dos días después, el 12 de mayo, el Presidente del Gobierno detalló dónde se iba a meter la tijera en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados. Entre otras medidas anunció la congelación de las pensiones, la bajada del salario de los funcionarios en un 5%, la eliminación del llamado 'cheque bebé" y el firme compromiso con las reformas del mercado de trabajo y el sistema de pensiones. Básicamente, se comprometió a dar la vuelta a las prioridades del Ejecutivo como si de un calcetín se tratara. Las políticas sociales, hasta entonces primer punto en la agenda de Moncloa, quedaban relagadas ante la nueva prioridad: la austeridad.

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"Soy consciente de que muchos ciudadanos no entenderán que precisamente, cuando el Gobierno está anunciando la recuperación de nuestra economía, se les pida más esfuerzo y más compromiso", dijo Zapatero que a continuación lo justificó: "es ahora cuando más lo necesitamos", concluyó. Pero, quizás, el mayor compromiso con la austeridad lo pronunció el presidente en sede parlamentaria el pasado 14 de julio. Entonces dijo "voy a seguir ese camino cueste lo que cueste y me cueste, lo que me cueste", consciente de la impopularidad de las medidas adoptadas.

Un aniversario que llega, precisamente, con temores renovados acerca de Grecia. Se teme que necesite un segundo paquete de rescate ante la imposibilidad de financiarse en los mercados, como si Europa se hubiera instalado en un bucle, en un callejón sin salida, en el círculo vicioso de exigir más recortes, que llevan a un menor gasto, un menor crecimiento y, por tanto, menores ingresos para el Estado, que tiene que volver a empuñar la tijera para cumplir con los objetivos de déficit público. Un continente convertido en Sísifo tratando de hacer rodar la piedra hasta la cima de la montaña y que, de forma insistente, vuelve a caer ladera abajo.