El terremoto se revela como una prueba de amor para las parejas niponas
No es la primera vez que una situación de crisis provoca separaciones en Japón, donde la tasa también aumentó tras la crisis económica de los 90, impulsada además por la globalización y las transformaciones sociales
El seísmo y el devastador tsunami que el 11 de marzo sacudió Japón ha hecho temblar también las relaciones personales de los japoneses, entre los que ha disparado tanto la búsqueda de pareja como los llamados "divorcios del terremoto".
Los días posteriores al temblor de 9 grados en la escala de Richter las televisiones japonesas emitían sin cesar imágenes del desastre, mientras ciudades como Tokio sufrían cortes de luz ante de la falta de energía por el accidente en la central nuclear de Fukushima.
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Los apagones pusieron freno a la normalmente imparable rutina de la zona metropolitana de Tokio y sus 30 millones de habitantes, lo que, inesperadamente, dio espacio a muchos para reflexionar sobre su vida personal.
En Tokio, mientras veían las imágenes de los refugiados en el noreste, "muchas personas que habían decidido vivir solas se imaginaron cómo sería afrontar en soledad una situación así, y cambiaron de opinión", ha explicado Hirobumi Seki, portavoz de la agencia matrimonial O-net, que cuenta con 350.000 clientes.
En mayo, dos meses después de la catástrofe, el número de mujeres que acudió a la agencia había aumentado un 52%, mientras que en el caso de los hombres el incremento fue del 35 por ciento.
Antes del terremoto la mayoría de las inscritas en O-net tenían entre 20 y 49 años. Tras el seísmo despuntaron también las solicitudes de japonesas mayores de 50 años, según Seki.
El portavoz detalló que, sobre todo las mujeres, se muestran ahora más flexibles que antes del desastre: si antes del 11 de marzo sus requisitos para encontrar pareja pasaban, por ejemplo, por una altura o un nivel de ingresos determinado, ahora se centran más en el carácter de la persona con la que buscan compartir su vida.
Aumentan los divorcios y las separaciones
Pero el seísmo no sólo ha traído uniones: también ha abierto brechas entre parejas hasta el punto de acuñar un nuevo término en la sociedad tokiota, los llamados "shinsai rikon" o "divorcios del terremoto", aquellos matrimonios a los que la catástrofe puso a prueba, sin éxito.
"Decidí terminar mi matrimonio pocos días después del seísmo", explica Yukie, una joven de 30 años que recuerda cómo, durante los días de mayor tensión y preocupación por la posible escasez de alimentos, su marido adoptó una actitud de "egoísmo" y preocupación por sí mismo que le reveló "una cara que desconocía".
"Fueron detalles pequeños pero significativos, como terminarse la comida que teníamos almacenada para la emergencia sin consultar con nadie de la familia", recuerda esta tokiota.
Tras el terremoto, un 22 por ciento de las parejas de la zona metropolitana de Tokio se replantearon su futuro, según un sondeo efectuado por el semanario AERA entre 416 personas.
De ellas, un 15,1 por ciento se planteó la idea del divorcio al ver ciertos comportamientos de su pareja durante la crisis, como egoísmo o falta de solidaridad, según la encuesta.
No es la primera vez que una situación de crisis provoca separaciones en Japón, donde la tasa también aumentó tras la crisis económica de los 90, impulsada además por la globalización y las transformaciones sociales.
En la actualidad la tasa de divorcios está en el 2,01 por mil, lo que en 2009 supuso la separación de 253.000 parejas, según los últimos datos del Gobierno, a la espera de estudios oficiales que reflejen las transformaciones sociales causadas por la catástrofe de marzo.
Entre los aspectos positivos destaca que, mientras la mitad de los encuestados por AERA indicó no haber notado ningún cambio en su relación tras el terremoto, un 21,2 por ciento aseguró que, tras la catástrofe, su pareja le dedica más atención.
Ahora, al menos, cada mañana al salir de casa tratan de despedirse con una sonrisa, ya que aquel día de marzo, cuando el terremoto sacudió la ciudad con una intensidad de 6 grados en la escala japonesa de 7, les ha hecho más conscientes de que la vida no se puede rebobinar.