Cabaret: carne y jolgorio para tiempos de crisis
'Crazy Love' es la apuesta cabaretera del Teatro Circo Price para este verano. Estará en cartel hasta el próximo 7 de agosto
MADRID
El cabaret es una de las formas artísticas que mejor se amoldan a la posmodernidad: fragmentario, ecléctico y simultáneo. La prueba de ello se encuentra en la buena salud que actualmente goza este espectáculo de variedades. Hasta el pudoroso y recatado Circo del Sol dispone de Zumanity, su particular cabaret erótico en las Vegas. En España la oferta es variada: desde el El plata, el cabaret concebido y dirigido por el cineasta Bigas Luna asentado en Zaragoza hasta el madrileño Cabaret Berlín, donde cada semana la vedette Psicosis González desgrana purpurina y el desacato a partes iguales. La reciente reapertura de El Molino en Barcelona viene a corroborar su salubridad. Además el cabaret es idóneo para las crisis -económicas o espirituales-, ya que propone un modelo redentor a través de la carne y de la risa.
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El Price sigue apostando por este formato -ya lo hizo el año pasado con Pasión sin Puñales, un espectáculo conducido por Rosy de Palma-. Esta temporada apuestan por Crazy Love, un espectáculo dirigido por Olga Margallo y Antonio Muñoz de la Mesa. El lustroso coso del Price se viste de gala para consumar el sacrificio. La decoración dominada por el rojo burdeos es envolvente y sofisticada. Cuelgan del techo estructuras dalinianas, la pista central está rodeada de pequeñas mesas circulares donde poder tomar una copa. El hecho de que se pueda tomar una copa y escuchar a una orquesta de ocho músicos mientras se ve el espectáculo no es cuestión baladí. La virtud de las infraestructuras es a la vez su lastre ya que la esencia del cabaret tiende a los pequeños tugurios, turbias atmósferas, paredes desconchadas y marineros despechados.
A pesar de ello el esfuerzo y los resultados son admirables. Psicosis Gonsáles ejerce de maestra de ceremonia junto a la experimentada Petra Martínez, de Uroc Teatro. La Psicosis es seguramente la que mejor encarna el espíritu caberetero: tiene sorna, astucia y una afilada lengua que arranca las mayores carcajadas al público. Una de las perlas del cabaret es Kris Kermo, una leyenda viva del malabarismo. Técnicamente posee un control absoluto. Hace girar tres sombreros de copa, los lanza sobre un puro que sostiene en su boca para luego, tras tres botes sobre su frente, colocárselo en la cabeza sin despeinarse. Y esto es solo el principio... También hay acróbatas espectaculares, todos ellos gimnastas de primer nivel. La bailarina de burlesque, la perla negra, se encarga de la pirotecnia erotómana, que no deja de ser un tanto cándida. Le falta sombra a la perla negra. Un número entrañable que rescata el Crazy Love que que está desapareciendo es el del lanzacuchillos. Toda la estética del número responde a su propio cliché. Coreografías impostadas, ropajes ochenteros...El lanzador luce coleta engominada, viste de riguroso negro, botín con tacón y cuchillo entre los dientes. Una rubia heroína de rasgos nórdicos y curvas mediterráneas es la que osa a la muerte mientras gira y gira la ruleta de la diosa Fortuna.
Los números están bien encadenados, el ritmo no decae. Los conductores deparan una sorpresa final al estilo almodovariano. Con su moralina cabaretera incluida Que viva el Horror Vacui. Que viva el Cabaret.