Novak Djokovic vence a Rafa Nadal en un partido histórico y una oda al tenis
<b>El balcánico vence en un partido épico tras seis horas</b> y cinco sets (7-5, 4-6, 2-6, 7-6 y 5-7)<b> y se proclama campeón en Australia</b>
El tenis es un deporte de pequeños detalles. Rafa Nadal, después de perder seis finales consecutivas frente al número 1, afrontaba la final con la mente extrañamente limpia y con la idea de ser más agresivo que nunca. Todo ello mezclado arrojó la final más larga jamás vivida en Australia y uno de los partidos más épicos y mentales que se recuerdan
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El choque arrancó tal y como se preveía; el Djokovic de siempre contra el Nadal más agresivo de su carrera. Y el concepto parecía funcionar. Los juegos al saque del de Manacor eran más o menos relajados, mientras que Nole veía cómo sus juegos se alargaban, la tendencia era por fin favorable al número dos, sabedor de la crucial importancia del primer set.
Entre el humeante calor de Melbourne, el extravagante atuendo del árbitro y el indeciso techo del estadio, los dos guerreros se sacudieron sendas rupturas. El set, eterno, superaba la hora y diez minutos con 5-5. Ahí llegó el primero de los dos momentos que trituraron el equilibrio psicológico del partido. De camino al desempate Djokovic entregó el set en bandeja de plata a Nadal gracias a una doble falta.
El efecto boomerang de la doble falta
Djokovic consiguió crear un muro a partir de ese error, se olvidó de la situación y comenzó a pegar sartenazos. En el otro lado, es normal que los tenistas se relajen cuando se llevan una manga, es humano, y así le ocurrió a Nadal, pero no fue nada definitivo. El partido iba cogiendo brillo y fulgor conforme avanzaba la persecución del español al serbio en el marcador y con casi todo perdido llegó la ansiada ruptura. En ese momento llegó el golpe que resquebrajó el partido definitivamente, por pronto que pudiera parecer.
Rafa Nadal cayó de forma desgraciada en la misma doble falta que su rival en el primer set. En el momento crucial. La diferencia es que el serbio creció a partir de su despiste y Nadal en cambio vio cómo se aproximaban todos los fantasmas del año pasado. En adelante, el de Manacor transformó su tenis a su versión más conservadora y allanó el camino al Djokovic. El balcánico se acostó sobre la línea de fondo y restó sin piedad haciendo sufrir a Nadal al servicio.
Estando en los albores de la temporada, la batalla era más mental que tenística. Era una lucha por ver si Rafa era cambiar la tendencia del tenis o si por el contrario Djokovic asestaba un mazazo más en la moral del rival con el que más se ve en las grandes finales. Nadal no bajó los brazos en ningún momento, pero quizás si adoleció de cierta garra y fe en el segundo y tercer set.
La fe de Nadal se queda sin premio
Con todo abocado al fracaso, cuando el propio palco de Rafa miraba al infinito, el jugador de Manacor borró de su memoria las seis derrotas y los dos erráticos sets y se puso la venda en la cabeza para intentar ganar un torneo a dos sets sin margen de error. Siempre detrás en el marcador, siempre a remolque, como el ciclista que se va quedando pero siempre guarda la distancia. Así el zurdo llevó la cuarta manga al desempate, tampoco allí fue doblegado por Djokovic, que llegó a estar a dos puntos del torneo, pero la fe de Nadal es indestructible. Pudo con los martillazos y con casi todo. Todo se dirimiría en el quinto set.
El último parcial puede que ya dejara de ser de tenis. Seguramente no admita ningún cometario técnico ni observación periodística. Eran dos chicos, algo más en forma que la media, luchando de tú a tú por un sueño. Cuatro pulmones puestos al servicio del espectáculo en un choque memorable. Se sucedieron los golpes inverosímiles, los calambres y los breaks. Una magnifica locura que acabó igualando cualquier diferencia tenística.
Nadal dispuso de un 4-2 del que seguramente se acordará un tiempo, pero el serbio tiene ángel. Se recuperó cuando parecía muerto sin dar opción y comenzó otro partido, que juego a juego se decidió. Perdió Nadal como podría haber perdido Djokovic. Es cierto que el de Belgrado se maneja como nadie en estas situaciones límite desde hace un tiempo, pero Nadal lo tiene en el punto de mira. Antes o después le ganará, está muy cerca.
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