Valencia CF, un equipo con tendencia al surrealismo
En el club de la capital del Turia se vienen sucediendo desde hace <b>algunos años hechos</b> que individualmente se pueden pasar por alto, <b>pero que contados de forma conjunta resultan inexplicables</b>
La desgracia de Éver Banega, por inverosímil que parezca, no es más que un capítulo más dentro de su ya dilatada biografía fuera de las canchas. Un accidente que recuerda involuntariamente a la lesión de Cañizares con el bote de colonia, también jugador del Valencia por aquel entonces
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La primera página del currículum de Banega al llegar a Valencia, en lugar de una recopilación de mejores jugadas, traía un controvertido vídeo casero frente a una webcam. Quizás llegó demasiado joven e inmaduro. Quizás por ello olvida en ocasiones las llaves de su casa dentro la misma. Y quizás también por ello, Emery tuvo que invitarle a comer bajo su supervisión en la Ciudad Deportiva ante su incipiente sobrepeso y cariño por la comida rápida.
Criado en Boca Juniors, lleva tatuado en la corva el escudo de Newells Old Boys. Una contradicción parecida a la que cometió el pasado verano al posar con una camiseta del Real Madrid. Hace apenas un mes, el Valencia le amplió el contrato hasta 2015 valorando su implicación y madurez. En su mejor momento llega este inoportuno y extraño accidente.
Sin embargo él no ha sido él único con imprevistos automovilísticos. Hace un par de meses Ricardo Costa se estrelló con su Ferrari contra una valla de las inmediaciones de la ciudad deportiva de Paterna. Algo más grave fue la colisión de su compatriota Miguel Brito en la que atropelló a dos ancianas (sin consecuencias) a la salida de una rotonda.
El caso de Miguel es similar al de Banega, un jugador que intercala buenas actuaciones en el verde con pequeños desastres fuera de él. Su carta de presentación fue asegurar en rueda de prensa que fumaba desde los 13 años y salía habitualmente cada jueves. Eso fue en 2007, en 2009 y 2010 se vio involucrado en sendos tiroteos mientras se reafirmaba en aquello que dijo de airearse los jueves. Por no hablar de su tortuosa relación con el club, que un lunes le busca salida y el domingo de esa misma semana le pone a jugar de titular.
Sí consiguieron darle salida a Manuel Fernandes, por el que el club pagó 18 millones de euros y cuyo éxito más sonado fue pasar una noche en el calabozo por una reyerta en la fiesta de cumpleaños de un amigo. La de su amigo Miguel. Además, no logró pasar el reconocimiento médico cuando el Inter pretendió su fichaje, y jugó 75 minutos de un partido con el peroné roto. El Valencia lo vendió por dos millones al Besiktas. Antes de estos, el club de Mestalla tuvo en sus filas a otros que les gustaban los jueves, como Romario o Kluivert, a este segundo incluso le llegaron a prohibir salir por contrato.
Un club muy particular
Su último título, la Copa del Rey en 2008, apenas lo pudo celebrar por estar coqueteando con el descenso. Además, cinco días después de ganarla echó a su entrenador, Koeman. Al que el 90% de los jugadores acabaron criticando, e incluso dejando entrever alguno que tenía afición al vino.
En cualquier caso, el Valencia, con sus dos estadios (que sumarán un aforo de 125.000 personas), su deuda y sus particularidades, lleva tres años siendo el mejor de la otra Liga mientras hace equipos cada año más austeros. Es lo que tiene el surrealismo, pese a ser algo irracional, suele tener éxito.