San Fernando homenajea a Camarón en el vigésimo aniversario de su muerte
El escenario fue tras la Venta de Vargas, 'la universidad' del cante de Camarón
Centenares de vecinos de San Fernando, la localidad natal de Camarón de la Isla, se han congregado esta noche para recordar al cantaor cuando se cumplen veinte años de su muerte, en una velada flamenca en la que su viuda, 'La Chispa', ha agradecido que su huella siga viva.
"Gracias por tenerle vivo", ha dicho Dolores Montoya, 'La Chispa' a los centenares de personas que se han acercado esta noche a la plaza Juan de Vargas de San Fernando. Ha sido una velada que, bajo el título "20 años del mito", culminaba unas jornadas de homenaje al cantaor que abrió el flamenco al mundo.
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En un escenario situado a la espalda de la Venta de Vargas, considerada como 'la universidad' en la que Camarón aprendió todos los secretos del cante, el mito ha regresado a través de un montaje de fotografías proyectadas sobre la fachada lateral de un edificio. Y después, el alcalde de su localidad natal, José Loaiza, ha entregado un ramo de flores a su viuda, "La Chispa", que lo ha depositado a los pies de la estatua de Camarón de la Isla, después de confesar que, tras veinte años, sigue sintiendo "pena" por su pérdida.
No podía faltar en una noche como esta el flamenco. Y ha llegado de la mano de dos artistas isleños, Jesús Castilla y Paquito de la Isla, y de Rancapino y Capullo de Jerez, dos cantaores que compartieron mucha vida con Camarón. En el escenario también ha estado Luis Monge, hijo mayor del cantaor, que ha acompañado a la guitarra en una bulería a Rancapino. También ha tocado en el fin de fiesta con el que ha concluido la velada, que retrasó su inicio debido a la final de la Eurocopa que ha enfrentado a las selecciones de España e Italia.
Jóvenes, mayores e incluso niños, muchos de ellos vestidos con los colores de la selección española, han participado en este recuerdo a Camarón, un cantaor que "fue el mejor del siglo pasado, de este y de los que vendrán", como aseguraba a Rancapino, que fue inseparable del "príncipe gitano" desde que ambos eran unos críos. "Yo me acuerdo de él todos los días. Era una caja de música", recordaba hoy el cantaor, que hoy se sentía "triste" y a la vez contento porque, veinte años no han podido borrar su huella ni en los que le conocieron, ni en los que ni siquiera habían nacido cuando, con su temprana muerte, murió para convertirse en una leyenda.
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