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Muerte de un mendigo en las calles sevillanas

Se llamaba Manuel y se le veía a menudo junto a sus perros y bolsas. El fotógrafo José Lucas Ruíz lo conocía por su constante presencia en la calle, hasta que un día, en su lugar, se encontró con un altar improvisado por los vecinos de la zona que supieron de su muerte.

Esta "pequeña noticia que cuenta algo tan grande" nos la ha enviado para que lo sevillanos sepamos que nuestras calles no son tan amables como parecen. La carta, que aparece más abajo, es su recuerdo apenado por un desconocido al que nadie supo o quiso ayudar.

Se marchó. Dicen que se llamaba Manuel. Lo encontraron sin vida la mañana del pasado sábado (24 de noviembre), sobre la acera de la Avda. de Carlos V donde pasaba parte de sus días...y noches, junto a sus dos perrillos -su familia, según pude escuchar- y algunas bolsas.

Unas flores y un par de epitafios cariñosos sobre cuartillas ocupaban esta noche su lugar, en homenaje póstumo de algunos que lo conocieron.

Me cuentan que era habitual en las calles sevillanas desde hace años, con su manta y sus cartones... olvidado... como un juguete roto, cruzando a solas ese terrible desierto de la miseria y la exclusión social.

No pudo esperar por más tiempo el milagro de ser rescatado... ¡Total, no era nadie!... Y hoy, su corazón ha perdido las ganas de seguir latiendo, y se ha parado.

Hace apenas dos semanas, poco antes de las diez de la noche pasé junto a él por casualidad. En esos días jarreaba con frecuencia sobre Sevilla y algo dentro de mí me hizo detenerme y observarlo...¡Era conmovedor!...trataba de refugiarse bajo la raída manta, en un intento inútil por huir de aquella despiadada realidad que lo abrumaba.

Sospechando que no sería fácil, realicé una serie de llamadas telefónicas exponiendo el caso a algunos Servicios de Emergencia de la ciudad que me vinieron a la cabeza... Y debo confesar que sentí una gran vergüenza como ciudadano del primer mundo al comprobar cómo, uno tras otro, todos se excusaron manifestando, amablemente, que ese asunto excedía del ámbito de sus competencias.

No obstante, me informaron de la existencia del Albergue Municipal, pero en ningún caso accedieron a desplazarse para ayudarlo, informarlo, instarlo o conducirlo al mismo, -advirtiéndome, eso sí, que dichas instalaciones estaban a rebosar-. Como no puede ser de otra forma, vaya mi respeto al excelente trabajo que desarrollan estos Servicios Públicos y desde luego no está en mi ánimo censurar la conducta de nadie, pero eché de menos ese plus de generosidad que se presupone en aquellos cuyo trabajo es cuidar de nosotros. Dicho esto, debo admitir honradamente que el peor de todos fui yo, que ante la falta de soluciones por parte de las distintas entidades, debí recogerlo con un taxi y llevarlo a mi casa... Y tampoco lo hice.

Ante tanta indiferencia, uno no puede por menos que recordar con admiración y cariño al insigne sevillano Don Miguel de Mañara, que allá por el siglo XVII ya andaba ocupándose de equilibrar esta injusta balanza de las clases sociales, recogiendo de la calle a enfermos y menesterosos a los que daba un trato digno y humano en el creado, a tal fin, Hospital de la Caridad, cuyas reglas rezaban expresamente:

"Si trajesen a algún pobre enfermo, salgan con mucho amor a él, bájenlo de su cabalgadura en sus brazos y llévenlo a la enfermería. Y, antes de ponerlo en la cama, lávenle los pies y bésenselos. Y, si fuere necesario quitarle el pelo de la barba, se le hará quitar y le pondrán su camisa limpia. Y con este aseo los acostarán en la cama."

Hoy, casi cuatro siglos más tarde, y con una Administración Pública que autoriza millonarios presupuestos para el desarrollo de festejos, actividades deportivas y eventos culturales, seguimos ignorando a muchas de esas personas (nunca olvidemos que son personas) que arbitrariamente la diosa Fortuna excluyó de entre sus hijos, y que solamente necesitan un plato de sopa caliente y un lugar confortable donde descansar. ¿De verdad resulta tan difícil?

Si no fuera por la gravedad que encierra el hecho, resultaría hasta jocoso el comentario que escuché esta noche al preguntar por la causa de su muerte: "Dicen que ha muerto por causas naturales"...¡Claro!, cuando alguien duerme en la calle, no se alimenta bien ni recibe cuidados sanitarios de ningún tipo...¡Lo natural es que se muera!

Allá donde esté, ojalá pueda Vd. perdonarnos. Descanse en Paz, Manuel.

 

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