Muere a los 39 años Jason Molina, líder de Magnolia Electric Company
El músico falleció el pasado sábado a los 39 años de edad por problemas derivados del abuso de alcohol
En septiembre de 2011, la madre del cantante escribía una carta a los fans explicando la complicada situación de su hijo: alcoholizado y arruinado. Cientos de amigos y seguidores le mandaron cartas de apoyo y dinero. La recuperación parecía cerca cuando en mayo de 2012 el artista emitió un comunicado dando las gracias y asegurando que estaba mejor y con ganas de volver a trabajar.
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La muerte de Jason Molina es una sorpresa triste. Más triste que sorpresa. El músico de Ohio llevaba más de un año luchando por recuperarse tras varios intentos de desintoxicarse en centros especializados de Inglaterra, Chicago, Indianapolis y Nueva Orleans. Molina, que había pasado en la carretera ininterrumpidamente desde 1997, tuvo que parar en 2009. Ya no podía más, ya no tenía sentido seguir.
Natural de Ohio, Jason comenzó a tocar el bajo en pequeñas bandas locales de heavy metal durante su adolescencia. Finalmente dio un paso al frente y formó su propio grupo en 1996, Songs: Ohia. Bajo ese nombre se aglutinaron muchos músicos de ida y vuelta que aportaron un sonido diferente a cada disco de la banda, siempre marcada por el intimismo de las letras de Molina. Songs: Ohia publicó su primer largo en 1997 y no paró en los años que estuvo activa la banda. En 2000 Molina estableció una banda fija y se desató con la publicación de tres álbumes, uno en solitario y otro con Arab Strap. En 2002 grabó un EP con My Morning Jacket y otro con Will Oldham, otro tipo tan hiperactivo como él.
Molina se lanzó en solitario tras despedir Song: Ohia con un álbum que daría nombre a su siguiente proyecto, Magnolia Electric Co. En 2004 y 2006 publicó dos álbumes en solitario que precedieron a la formación de la nueva banda. Un grupo que desde 2005 mantuvo una media de disco por año y que en 2009 sorprendió con Josephine, un álbum excepcional de tintes bluseros que derribó las últimas barreras de la crítica. Jason Molina se consagraba con una gran figura de la escena independiente. Su mejor momento profesional coincidió con su derrumbe emocional. Su salud dijo basta y el músico tuvo que parar. El parón de un hombre acostumbrado a cobrar cada dos noches se tradujo en una rápida quiebra. Molina no tenía seguro médico y tuvo que volver a casa de sus padres para pasar una mala racha que ha terminado venciendo a un músico joven repleto de talento que dejó la música en su mejor momento. Las facturas de hospital se fueron acumulando. Su madre acudía a amigos y a fans en busca de ayuda y Jason se dedicaba a criar cabras y pollos en una granja de Virginia mientras preparaba su regreso musical, un regreso truncado por los excesos de una década sobre las tablas, en camionetas, en el estudio. Una década de gran música y mala vida.