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REPORTAJE

Presos listos para reinsertarse, ¿y la sociedad?

La SER ve cómo se trabaja en la reinserción de presos en una cárcel asturiana

La SER se adentra en una cárcel asturiana para ver cómo se trabaja en la reinserción de presosLa SER se adentra en una cárcel asturiana para ver cómo se trabaja en la reinserción de presos / ANA TERRADILLOS G. MÁRQUEZ E. PALMA

Cárcel de Villabona (Asturias). 1.400 internos y de estos 1.000 en programas de reinserción. La prisión de Villabona es pionera en las UTE, las unidades terapéuticas educacionales. Nacieron hace más de 10 años con el objetivo de crear en el corazón de esta prisión un espacio libre de drogas y de lo que imaginamos como "cultura carcelaria".

Ahora mismo en Villabona hay 450 internos, la mayoría exdrogadictos, repartidos por cinco módulos de UTE. Es un micromundo donde los internos con esfuerzo y disciplina pueden llegar a abandonar su adicción. Un primer paso para la reinserción.

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Esta es la teoría porque cuando uno atraviesa las puertas de esta prisión, cruza sus viejos locutorios, asciende por sus interminables pasillos y se planta ante la puerta del módulo 10 de mujeres no las tiene todas consigo. Ninguno de ellos son monjes franciscanos. Son atracadores, narcotraficantes, terroristas, estafadores, gente con delitos de sangre y 'yonquis'. Mala vida. Pero de repente te encuentras con Estela, asturiana, 34 años, economista y con una condena de cuatro años por un delito de estafa.

Estela es muy dulce y se ve que todavía pasa mucha vergüenza porque la veamos dentro, en la cárcel. Su familia es de clase media alta y dice que su padre estaba "un poco enfadado porque con esta entrevista se iba a enterar todo el mundo de donde estaba". "En la calle dice Estela intentaba dar una imagen que no era la real, me movía en un estatus social que no era el mío y nunca me imaginé en prisión porque pensaba que correspondía a otros estatus sociales".

Juan es de Burgos. Tiene 46 años y está en la cárcel por robar. Tenía una empresa y la coca se cruzó en su vida y le arruinó. Juan está en un módulo de respeto donde les enseñan a eso: a respetar. Los módulos de respeto nacieron en el año 2001. Hay 246 repartidos en 72 centros penitenciarios y habitados por 18.799 internos. Las normas se asumen como algo propio. Villabona tiene tres módulos de respeto con un total de 360 internos. Las instalaciones son elementales pero acogedoras. Todo está limpio. No hay colillas y si alguien tira algo al suelo se lleva un chorreo de sus compañeros.

César es de Asturias. Es exdrogadicto y está en una UTE, una unidad terapéutica educacional. Lleva más de diez años en la cárcel, salió y hace unos meses volvió a entrar. Los funcionarios dicen que es muy trabajador y deportista. Lo que es muy sincero, todos los internos con lo que ha hablado la SER lo son. Hablan con franqueza, abiertos, con un discurso muy elaborado como César que abiertamente confiesa que "de la droga no se recupera uno totalmente".

Tres perfiles diferentes con tres vidas diferentes, con distintas condenas y en la cárcel por diferentes motivos aunque todos coinciden en algo: en la cárcel no hay amigos. Es la idea con la que uno entra en prisión pero es llamativo que sus testimonios son exactamente iguales: "cada uno tenemos nuestro propio interés y por eso aquí dentro nadie se termina de fiar de nadie".

Los presos no tienen amigos ¿y los funcionarios que educan a los internos? ¿Cuál es su papel? ¿Son guardianes, terapeutas o compañeros de los internos? Luis Fernández Fanjul, subdirector de tratamiento de la cárcel de Villabona es claro en su respuesta: "Hay que tener un cierto cuidado porque a veces esa relación tan estrecha lleva a que la relación entre el interno y el funcionario sea demasiado amistosa pero a la vez hay que estar allí cercanos a ellos porque nuestra misión es que el día de mañana salgan a la calle y puedan llevar una vida sin delitos".

Las posibilidades de reinserción

¿Y es posible reinsertarse? ¿Cómo se enfrentan los condenados a lo que hay fuera de estos muros? Pues todos con mucha ilusión, con ganas de trabajar y sobre todo con el sentimiento de poder aportar algo que hasta ahora no han hecho a la sociedad: su utilidad y su respeto hacía a los de alrededor. A Estela le quedan dos años, a Juan cuatro y a César menos de un año. Están preparados para reinsertarse. ¿Y la sociedad? ¿Está preparada para aceptarles?

Ana Terradillos

Ana Terradillos

Licenciada en Periodismo por la Universidad de Navarra (1991-1996) y en Ciencias Políticas por la UNED...

 
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