Modern vampires of the city (XL Recordings) es la gran obra de Vampire Weekend. Un disco que, sin tantos éxitos como su debut, demuestra que todo lo que se dijo de este grupo se quedó corto. La banda neoyorquina, que es una de las más potentes del pop, actuará este verano en el Bilbao BBK Live. La nueva entrega de Vampire Weekend era esperada con curiosidad y recelo, la espera ha merecido la pena. El potente debut de 2007 presentó a una formación de niños universitarios bien vestidos que hacían guiños a la música africana y no tardó en conquistar al público y a la crítica. Aquel inicio, repleto de joyas, se colaría entre los mejor del año y de la década. Contra, el segundo álbum del grupo estadounidense, jugaba con las mismas reglas, evitaba las mismas armonías, y gustó algo menos a pesar de seguir presentando buenas canciones y algún tema pegadizo como Horchata, Holiday o California English. La hora de la verdad de todo grupo de buen comienzo llega con la tercera entrega. El tercer álbum suele colocar a las bandas en su sitio y determina la clase de formación que se aspira a ser, es el disco que termina de empujar a lo más alto o el que quita méritos a todo lo logrado. Sin el factor sorpresa que supone todo debut, el nuevo álbum de Vampire Weekend puede que sea su trabajo más completo hasta la fecha, un álbum redondo y coherente donde se pierde contundencia en pos de una calma tensa que transita a lo largo de los doce cortes de este Modern vampires of the city. Obvious bicycle abre el disco con tintes folk en una balada que termina con un piano que da paso a la alegría de Unbelievers, un tema que recuerda a las canciones de sus dos primeras entregas gracias a esos golpes de batería que marcaron sus inicios. Step es un ejemplo que ilustra la evolución de esta explosiva formación. Este mismo tema, años atrás, hubiera sido una bomba desde el primer acorde, ahora suena moderado y certero. Vampire Weekend ha sabido evolucionar sin perder la esencia y siguen contando para el directo con una buena artillería de canciones que hacen bailar. En esta nueva entrega el grupo ha firmado un disco de salón y sofá, un álbum para escuchar con buen ánimo con temas como Dont lie o Hannah Hunt, aunque todavía saben firmar temazos como Diane Young, que hace que durante sus dos minutos y cuarenta segundos todo importe poco. Parte de la culpa de la evolución del sonido de la banda la tiene la incorporación como productor de Ariel Rechtshaid, que se suma a la labor habitual de Rostam Batmanglij, para abrir el abanico musical de los neoyorquinos y evitar caer en la temida repetición. «Hay partes en este disco que suenan más africanas que antes aunque a lo mejor requieren más escuchas porque no son muy patentes. La música africana siempre estará presente en Vampire Weekend. Es algo que nos ha inspirado en el pasado y lo hará en el futuro, es parte de nuestra forma de entender la música. Hay partes en este disco que suenan como aspirábamos a sonar al principio», explicaba Rostam Batmanglij en una entrevista. El grupo se muestra contento con las críticas de este disco tan importante para ellos, un álbum que marca una nuevo camino para Vampire Weekend, que abre nuevas puertas a las inquietudes musicales del grupo que este verano actuará en Bilbao BBK Live junto a Depeche Mode, Edward Sharpe and the Magnetic Zeros, Mark Lanegan, Green Day, Editors o Charles Bradley.