El enigmático norte de Holanda


Una hora y media de viaje en dirección norte separan la bulliciosa Ámsterdam de la región de Frisia y la ciudad de Groningen, un buen lugar para plantar el campamento base y lanzarse a conocer una zona del planeta que impresiona por sus paisajes solitarios y perfectos de molinos, tulipanes, vacas lecheras, canales y terreno ganado al mar. Sin aglomeraciones turísticas, su omnipresente bandera parece decirnos lo que nos vamos a encontrar: dunas de arena blanca que sobresalen sobre el mar del Norte y hospitalarios holandeses de gran corazón.
Groningen, bicicletas y estudiantes
Groningen es una animada ciudad de estudiantes en la que sorprende la mezcla de viviendas tradicionales holandesas con la arquitectura moderna más rompedora. Entre la creatividad arquitectónica de Groningen destacan: el hospital, que recuerda a la forma de una radio antigua; los urinarios públicos, del famosos arquitecto holandés Rem Koolhaas; y, sobre todo, el Groninger Museum, un moderno edificio obra del italiano Alessandro Mendini . El museo no es sólo una cubierta para el arte, sino más bien una obra de arte en sí mismo situada en el centro de la ciudad, donde los transeúntes pueden disfrutar de todo tipo de obras contemporáneas.
La ciudad está totalmente preparada para ser recorrida en bicicleta. Es recomendable comenzar por el centro, coronado por la iglesia de San Martín y el ayuntamiento - en cuya parte trasera pueden verse marcas de la Segunda Guerra Mundial -, y desplazarse hasta la impresionante estación de tren, que data de 1896. Asimismo, no se puede obviar el barrio de Zuiderdiep, lleno de tiendas vintage y de diseño, la sinagoga, la plaza Vismarkt, la Iglesia Aa-Kerk, reconvertida en un espacio que alberga eventos de todo tipo (se ha llegado a hacer hasta una cata de whisky en su interior), y la antigua oficina del oro. Un recorrido en el que se respiran aires de juventud, y es que Groningen es la población holandesa con la media de edad más baja.
Frisia, el norte más desconocido y auténtico
Dicen que los habitantes de Frisia se caracterizan por cooperar conjuntamente, por su temperamento fuerte y sus costumbres arraigadas. Mantienen su idioma nativo, el frisón y luchan por su propia identidad, pero sobre todo es un pueblo muy cálido y acogedor.
La región de Frisia, se asienta sobre un terreno en el que el 80% es hierba donde las vacas frisonas pastan plácidamente, ajenas a que buena parte del suelo estuvo cubierto de agua en su día. En 1850 había unos 2400 molinos en Frisia, ahora quedan solo 124. Las modernas técnicas para impedir que entre el agua en sus tierras hicieron que los molinos quedaran obsoletos, sin embargo, aún existen algunos que pueden visitarse por dentro, como el De Eendracht en Anjum. Este molino cuenta con un museo, que consta de seis plantas, con exposiciones fotográficas, herramientas y utensilios antiguos que se utilizaban cuando estaba en uso. A decir verdad, casi todos los pueblos frisones disponen de su propio molino.
Schiermonnikoog
Shiermonnikoog es una de las cinco islas del mar de Wadden y su costa forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Literalmente significa “La isla de los monjes grises”, ya que fueron los monjes cistercienses sus primeros propietarios. Entre los años 1638 y 1945 perteneció a varias familias, y tras la Segunda Guerra Mundial se anexionó a Holanda. Sólo se puede llegar en ferry y está prohibido llevar tu propio coche. Como transporte público disponen de autobuses eléctricos y la mejor manera de moverse por la isla es en bicicleta. Hay caminos para recorrerla pedaleando, y la mayoría de los frisones los utilizan para ir al trabajo o a cualquier parte –hasta las autoridades municipales van en bici-; y es que una de las ambiciones de Frisia es convertirse en la región más ecológica de los Países Bajos. Con tan solo mil habitantes permanentes, lo cierto es que esta isla, declarada Parque Natural, presenta una gran variedad de aves, sorprende que en los lugares de colonias de gaviotas haya incluso que tener cuidado para no pisar los numerosos nidos que se encuentran entre los matorrales: Shiermonnigkoog alberga el 70% de las especies de aves de Holanda.
Esta isla contiene una de las playas más anchas de Europa, y durante tres meses al año dos tercios de la isla queda inundada. Un espectáculo de dunas blancas, terrenos de hierba perfectos gracias a sus cortacéspedes naturales – vacas y ovejas-, y bandadas de pájaros surcando el cielo.
Caminar por el mar de Wadden y conocer a sus focas
El Wadlopen es una actividad consistente en caminar sobre el fondo del mar cuando la marea baja lo permite. La reserva natural de Wadden es un terreno fangoso que cuenta con su propia fauna y flora, y en la que abundan las aves acuáticas. Además, de esta manera se puede llegar a pie a alguna islas frisias como Ameland, Schiermonnigkoog o Rottumeroog. Desde luego, es una manera muy original y divertida de trasladarse a una isla.
En el mar del Norte, además de multitud de aves, viven numerosos mamíferos acuáticos como las focas, pero la población de éstas se ha visto mermada por la pesca y la contaminación. Muchos ejemplares aparecen enfermos en sus costas, o con graves heridas producidas por las redes de pesca. Sin embargo, gracias al Centro de Rehabilitación de focas Lenie ‘t Hart (Pieterburen), estos animales pueden recuperarse en manos de especialistas. El centro está abierto a los turistas, que pueden visitar de manera didáctica el proceso de recuperación de estos animales. Se trata de una ONG que trabaja únicamente gracias a las donaciones de particulares y a la recaudación derivada de la venta de tickets de entrada, consiguiendo salvar anualmente a un gran número de ejemplares.
Pueblos pintorescos
Otro punto de partida para conocer Frisia, además de la vecina Groningen, es el bonito pueblo de Dokkum que parece reunir en poco espacio y de manera natural todos los tópicos holandeses: tulipanes multicolor, canales, bicicletas, molinos, barcos, y viviendas tradicionales con grandes ventanas que parecen invitarte a admirar su decoración interior. El último aspecto típico holandés que nos faltaba por mencionar son los archiconocidos zapatos tradicionales de los Países Bajos, y es que en Frisia existe la posibilidad de visitar la fábrica-museo de zuecos Scherjon, una de las pocas que quedan en Holanda. En Scherjon se puede ver en vivo el proceso de fabricación de estos calzados, además, el centro contiene un curioso museo de zuecos antiguos tanto de Holanda como del resto del mundo.
Sloten es un pueblo diminuto en el que cada metro cuadrado está lleno de detalles que lo hacen realmente acogedor. Por supuesto, no podía faltar en él, sus canales y su molino. Una bonita manera de acceder a Sloten es en barco desde el puerto de Heeg, en la localidad de Sneek. Durante el camino pueden verse las viviendas tradicionales holandesas, así como las más modernas: sea como sea todas poseen jardines que terminan en el mar y observando las viviendas uno acaba sintiendo envidia de la forma de vida de los habitantes de la región de Frisia.
Texto y fotos: Inés Fernández Tuesta




