El diario del Tour: día 11, territorio Bretón

Mañana se disputa una contrarreloj favorable para el líder Froome y en la que los españoles esperan perder el menor tiempo posible

En la costa bretona parece que el viento empuja por sí mismo a los ciclistas. Si dejaran de dar pedales podrían ir desde el Canal de la Mancha al Golfo de Vizcaya empujados por la furia de su clima, aunque ayer decidiera guardarse la lluvia para otro día y recibir al Tour con sol, más habitual en el mediterráneo. Suenan las gaitas, ensayos, ya a las puertas del Festival de Lorient, una fusión de culturas celtas a la que se suman también gallegos y asturianos.

Y aquí, en plena Bretaña, lo redactores preparan las portadas del jueves, el segundo gran titular en lo que va de carrera. "Froome sentencia el Tour" o "El Tour sigue abierto tras la crono". La bahía del Mont Saint-Michel inspira crónicas románticas, en galo o en bretón, mientras los ciclistas de relleno, los que mañana no se juegan nada, completen los 33 kilómetros contra el reloj. Después, a la hora del té en la cercana Inglaterra de Wiggins y su posible heredero Froome, se disputará lo verdaderamente importante.

En esta zona aparcamos los restaurantes habituales y probamos los placeres del litoral atlántico, los moules y los escargots servidos en tartera. Y apartados por un día de la rutina de una etapa en línea tenemos el lujo de conocer por dentro algunos de los rincones privados de los ciclistas. El autobús de un equipo pro Tour es como una segunda residencia en carrera: una zona de viaje, un salón amplio con monitores, baño con duchas, y una coqueta cocina en miniatura. Bien aprovechado el espacio y muy funcional, como el pequeño apartamiento de un soltero mileurista en una gran ciudad, el que nos enseñan en muchas películas.

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