El diario del Tour: día 13, la semana dura

Tours, Saint Amand Montrond y Lyon. Tres paradas obligatorias antes de llegar a Mont Ventoux, la crono de Chorges y los temidos Alpes. Ahí habrá batalla.

La segunda semana es la más dura. Para nosotros, claro. En la primera eres un recién llegado, necesitas un periodo de aclimatación, el Tour se pone en marcha y aún no hay diferencias en la general ni grandes titulares deportivos. En la última, antes de llegar a París, suelen disputarse las grandes etapas de montaña, se decide la carrera entre los favoritos y los días pasan sin que te des cuenta. Pero el ecuador de cualquier gran vuelta parece interminable.

Todas las caras son ya conocidas, habituado a esa bendita rutina de cambiar de hotel y de ciudad cada día, peregrinos del micrófono por territorio francés en busca de cobijo, entre Cavendish y Kittel, ansiosos de montaña, de rampas, de ataques y de gestas. Pero todo lo bueno se hace esperar.

Hoy en Tours, ciudad que respira ciclismo, aromas otoñales de clásica, bajo un sol asfixiante. El calor nos acompaña cada día, como si hubieran prohibido el agua este año. Miles de chubasqueros volverán a casa sin salir de la maleta, con las etiquetas puestas. Centenares de paraguas en las boutiques del Tour, con la inscripción del centenario, que llenarán almacenes. Alguna venta para quien quiere evitar el sol, pero poco más.

Así pasamos la semana. La más dura, la más larga. La de peores desplazamientos. Cruzando Francia desde la Bretaña al Mont Ventoux, del noroeste al sureste, en diagonal. Como si jugáramos una partida al tres en raya, mientras Contador y compañía piensan qué momento será mejor para atacar. Aquí o allá, en cualquier parte. Ofensiva a todo trapo, todos los tanques a la calle y sálvese quien pueda. Y, mientras, los sprinters.