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Jordi Clos, el mago de los museos

La fundación Arqueológica Clos nació junto al Museo Egipcio de Barcelona hace más de dos décadas, en 1992. Desde entonces su presidente y fundador, Jordi Clos, ha sabido combinar su pasión por la egiptología con su faceta de empresario hotelero. <i>Rara avis</i> en los tiempos que corren en España.

El presidente de la fundación Arquelógica Clos, Jordi Clos.

Cualquiera que se dé una vuelta por museos extranjeros de la talla del British de Londres, el Metropolitan de Nueva York o el Louvre de Paris, siente la santa envidia de ver lo que nosotros no tenemos, no hemos sabido administrar y ni nos acercamos. Hay que dejar de lado la idea peregrina de que esos museos están repletos del "saqueo" de antiguas civilizaciones. Salvo un puñado de piezas, la inmensa mayoría de ellas fueron adquiridas de forma legal o son producto de regalos de los tiránicos gobernantes que tuvieron en su momento, especialmente los siglos XVIII y XIX. Y esas compras o donaciones no eran en muchos casos estatales, es decir, no eran regalos a un país, sino a un particular. Más tarde estos particulares son lo que han legado las piezas a los museos, sí igual que hico Felipe II con la colección real, a ver si pensamos que los Tizianos nos cayeron del cielo. En muchas ocasiones, cuando se critica que una persona tenga en su colección privada una obra de arte, escucho la frase "eso debería estar en un museo". Sí, podría ser. Pero si así se quiere, que lo pague el museo...

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Iniciativa privada

Jordi Clos es el pionero en España de este tipo de iniciativas culturales. El Museo Egipcio de Barcelona es un negocio, sí, nadie vive del aire. Un negocio como son el Metropolitan, el Louvre o el British. Lo que sucede es que en España la visión del negocio en el mundo de la arqueología y el arte, todavía está muy lejos de ser una realidad. Aquí pensamos que todo lo paga Papá Estado y que es a fondo perdido, gratis, lo que lo devalúa de manera extraordinaria. Al contrario, la cultura puede ser un negocio igual de importante que otra empresa cualquiera. El problema lo tienen nuestra sociedad y nuestros políticos que todavía no se han dado cuenta de ello.

El señor Clos tendrá sus defectos y sus virtudes, como todos, pero a nadie se le escapa que fue el primero en abrir una línea de trabajo muy novedosa en España, aunque lamentablemente, por desgracia, sigue navegando solo en este submundo en el que se ha convertido la cultura en nuestro país.

 
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