Este miércoles, Día Internacional del Niño, estos niños de entre 10 a 17 años cuentan por qué han decidido salir o escapar de los centros de protección de menores de la ciudad autónoma para intentar cruzar el Estrecho escondidos en las entrañas de los camiones que cada día pasan a la península a bordo de los ferry. «Entré a Melilla por la frontera de Beni Enzar cuando tenía 12 años, pasé cinco en dos centros de menores, en el Baluarte y luego en la Milagrosa, me cansé de esperar, me cansé de los problemas que tenía porque no me daban los papeles, había un cuidador que nos pegaba y aquí llevo ya unos meses, durmiendo en el puerto a ver si con suerte puedo colarme pronto en algún barco e irme para España» relata Mohamed (nombre figurado) un joven marroquí que tiene ahora 17 años y que forma parte de los 30 niños marroquíes que componen la «población permanente» del muelle de Melilla. Sucede en suelo español, niños fuera del sistema de protección , que en muchos casos deciden huir de los centros de acogida de la ciudad autónoma porque no acaban de entender por qué tardan tanto en darles los papeles o porque directamente se quejan de malos tratos por parte de alguno de los cuidadores, según denuncian. «Aquí pasamos el día planeando en qué camión escondernos. Unas veces pruebas en los camiones de la chatarra, te buscas un agujero en medio del volquete del camión e intentas que la Guardia Civil no te encuentre pero a mí siempre me pillan y me echan, a veces con los perros que me dan mucho miedo y a veces también nos dan alguna torta o algún palo para echarnos del puerto» relata Salam(otro nombre figurado) que ronda los 16 años y que salió de Nador también a los 12 años con la intención de marchar a la península para mejorar la vida de su familia «somos gente del campo, pobres, quiero mejorar la vida de mi madre y mis hermanos, estuve en ramadán con ellos y acabamos peleados porque yo soy una boca más que alimentar y no aporto nada a casa» se lamenta mientras fuma un cigarrillo de ligar junto a la verja que han instalado en la parte alta del puerto para intentar evitar que estos niños se cuelen en los muelles. Da vértigo verles entrar y salir agarrados a esa verja, pasando de puntillas sobre el muro de hormigón situado a más de 20 metros de altura sobre la zona en la que está instalada uno de los centros de control del puerto. «Hazme una foto con mi amigo para colgarla en el Facebook» pide uno de los más pequeños a José Palazón que ha captado con su cámara esta realidad de manera continuada desde hace muchos años, « ahora todos te piden fotos para el Facebook, se las intercambian con sus familiares y amigos y les sirve también para enterarse qué ha pasado con los que consiguen cruzar a la Península, están más interconectados e informados de todo que nunca», señala el presidente de Prodein. Bajo la silueta de la ciudad antigua de Melilla la escollera del puerto lleva años convertida en hogar infecto de muchos niños que tratan de cruzar el Estrecho en un ferry o un carguero colándose en los camiones que cargan la mercancía. Además de este grupo de 30 hay otros 10-15 que se considera «población flotante» del muelle y que a veces acaban de llegar desde Nador, Fez o Alhucemas y no dudan en intentar inmediatamente el macabro juego de colarse en los camiones, « te escondes aquí unos días, cuando ves la oportunidad pues te descuelgas por esta cuerda que nos hemos hecho y empiezas a correr a buscar un camión para esconderte, vemos cuando llegan los barcos y tenemos calculado cuándo se cargan y descargan los camiones. Probamos y probamos , si te cogen te echan pero a mí me da igual porque yo no imagino otro futuro que no sea cruzar a España», dice Moha con una madurez esculpida a golpe de experiencias traumáticas. «Cuatro o cinco consiguen cada semana colarse en algún camión y pasar en los barcos, esto hace que los demás no cejen en su empeño de cruzar a la península» señala José Palazón, presidente de Prodein, la organización que más intensamente trabaja por los derechos de la infancia en Melilla. Este veterano defensor de los derechos humanos denuncia que esta situación es fruto de «la mala praxis de la ciudad autónoma, del mal funcionamiento de los centros, de que no se les dé una escolarización adecuada o de que por ejemplo se les retire la tutela a los que llegan más allá a de la hora de entrada (las 11 de la noche) lo que los deja en un limbo jurídico, sin ninguna protección y teniendo que comenzar desde cero todos los trámites para conseguir normalizar su documentación en España». Palazón es bien conocido en los juzgados de Melilla porque no duda en denunciar una y otra vez las prácticas de la consejería de bienestar social de la ciudad autónoma contra la que ha presentados numerosas quejas ante el defensor del Pueblo. «El que no se cansa y acaba cumpliendo los 18 años en el centro acaba siendo abandonado también por el sistema porque les acaban retirando el permiso de residencia, por eso se quieren ir a la península» explica el presidente de Prodein. 5 millones de niños castigados por el tifón Yolanda en Filipinas copan en los últimos días parte de la actualidad internacional con imágenes de desolación en medio del peor tifón que se recuerda por aquellas latitudes. Alguno de esos pequeños, nacieron incluso en medio del paso de la tempestad como han recogido los medios locales. Otros 5 millones de niños sufren desde hace más de 2 años las consecuencias de la guerra de Siria, de ellos cerca de 70.000 viven en el que es ya el segundo mayor campo de refugiados del mundo, el de Zaatari, en la frontera jordano-siria donde cada día nacen de media unos 10 niños. Millones de niños en todo el mundo atraviesan graves dificultades y 18.000 mueren cada día por causas evitables según Unicef. De entre tantas cifras cuesta fijarse en una tan pequeña, la de 30 niños marroquíes que malviven en la escollera del puerto de Melilla a la espera de poder colarse en los bajos de un camión de los que cruzan El Estrecho cada día a bordo de un ferry o un carguero. «Las estadísticas hablan de entre 100 y 150 millones de niños en todo el mundo que viven en las calles. Las cifras aumentan cada año y aunque sólo podemos hablar de estimaciones, ésta es una dura realidad ajena a la mirada de la gran mayoría de la población española. La historia de cada niño que acaba en esta situación es única. En cientos de calles de ciudades de América, Asia, África y Oceanía confluyen niños abandonados y huérfanos, menores que huyen de los malos tratos o simplemente que son expulsados de sus casas porque no hay qué comer y encuentran en la basura, los robos y las drogas su escuela de la vida», denuncia la organización Misiones Salesianas en esta fecha que trata de concienciar a la población mundial sobre los enormes retos que tiene aun por delante el planeta para mejorar la situación de buena parte de los niños que lo habitan. «Reclamamos la atención para los menores cuya infancia les ha sido arrebatada en las calles. Con nuestra labor intentamos devolverles la niñez a todos esos pequeños a los que la falta de medios les ha usurpado su desarrollo natural» advierte Misiones Salesianas, como lo que le ha sucedido a estos 30 niños del muelle de Melilla, a los que «la administración española, la consejería de bienestar social de la ciudad autónoma, la Fiscalía, etc. son incapaces de buscarles una salida digna», denuncia José Palazón.