Jaipur, la ciudad rosa del Rajastán
Rajastán es otro mundo dentro de ese enorme e increíble país llamado India. Posee algunas de las ciudades más atractivas y fotogénicas del país, desiertos que parecen eternos y una idiosincrasia propia que convierte a este Estado en algo peculiar, en un viaje en el interior de otro mucho mayor. Su capital Jaipur suele utilizarse como puerta de entrada al Rajastán y constituye uno de los primeros pasos que suelen dar los viajeros que visitan India por primera vez. Y, sin duda, es un buen comienzo porque Jaipur tiene un poco de todo por lo que uno se decanta a descubrir el país. La ciudad rosa, que es así como se la conoce popularmente, enamora rincón a rincón, siempre que se supere el efecto caótico que a algunos viajeros les agarra desprevenidos. Os proponemos salir a conocerla juntos un poco mejor...
El apelativo de "ciudad rosa" o "ciudad rosada" que siempre acompaña a Jaipur no es algo que provenga de muy antiguo. De hecho es de los inicios del siglo XX cuando concretamente en 1905 el Príncipe de Gales visitó la ciudad. Con el objetivo de darle un inolvidable recibimiento el Maharajá Ram Singh ordenó que los principales edificios del casco histórico fueran pintados de rosa salmón, que para los rajastanís representaba la fortuna y la cordialidad. Y desde entonces Jaipur se hizo inseparable de este color que llega a definir a la ciudad.
En realidad la capital del Rajastán no tiene la antigüedad de otras como Agra, Delhi o Benarés. Su año fundacional fue 1727 cuando el Maharajá y máximo impulsor de la ciudad Jai Singh II derrotó al último emperador mogol, Aurangzeb. Este personaje fue esencial para comprender Jaipur hoy día, ya que atrajo a la misma a los mejores arquitectos y artesanos del Rajastán para crear un lugar lleno de belleza, armonía y energía. Esto fue mucho antes de que el tráfico y el desorden deshicieran el propósito buscado por el Maharajá, aunque muchas de sus premisas y sueños se quedaron en este lugar.
La gran pasión de Jai Singh II estaba entre destinada a grandes disciplinas de la ciencia como, por ejemplo, las matemáticas o la astronomía. Esta última le hacía estar más tiempo mirando las estrellas y buscando nuevos planetas que ideó la creación de un gigantesco observatorio astronómico (Jantar Mantar) con el que estudiar los astros y satisfacer su conocimiento. Mandó erigir varios de ellos en todo el país (los hay en Delhi o Mathura, también en Benarés) pero sin duda el de Jaipur es el más grande y mejor conservado no sólo de India sino de todo el continente asiático. Está repleto de inventos en los que soprenden su modernísima precisión, algo puntero en pleno siglo XVIII. Sin duda ésta es una de las visitas más interesantes que se pueden hacer en la ciudad.
No nos engañemos. Si venimos a Jaipur es porque nos hemos enamorado de una imagen extraordinaria de un lugar que dudamos si es realidad o fantasía. La fachada del Hawa Mahal con cerca de mil pequeñas ventanas nació como una extravangante necesidad de ampliar el Harén de Palacio en 1799 por parte del Sawai Pratap Singh que le encargó el diseño a Lal Chand Usta. De esa forma las muchas mujeres del Maharajá podían observar a la calle sin ser vistas.
Arquitectónica y religiosamente representa la cresta de un pavo real, algo que también tiene que ver con la iconografía de Khrisna, pero para el mundo es una píldora para soñar con las mil y una noches. Fotogenia pura, contrasta con una calle a la que se asoma que está llena de tráfico, claxons a todas horas y vacas en la mediana tratando inocentemente de descansar. Pero así es la India, capaz de enseñarte un anillo de diamantes en unos dedos sucios y con las uñas mordidas. Esa es su cara... y su cruz.
Entre Jantar Mantar y la fachada del harén se encuentra el que fuera (y es) el Palacio del Maharajá. Se pueden recorrer distintos pabellones (el de recepciones, un inmenso guardarropa...) y ver las extravagancias de distintos jefes rajputs como quien para viajar a Londres a visitar a la Reina llevó consigo las más grandes urnas de plata que se conocen para transportar agua del río Ganges. Cuentan que este Maharajá era tan extraño que no podía ser tocado por ningún foráneo y que quemaba la ropa que se ponía en las recepciones oficiales.
Es una visita realmente interesante, otra obra nacida de Jai Singh II quien trasladara aquí la corte desde el no demasiado lejano Fuerte de Amber.
Si logramos que no nos atropelle un rickshaw, una vaca o nos salvemos de una intoxicación por humo del tubo de escape lo mejor que podemos hacer es pasearnos por Badi Chaupar, la Gran Plaza y Tripolia Bazaar, la avenida principal que cruza la ciudad vieja para pasearse por los puestos callejeros que conservan su modus operandi tradicional. Nada de tiendas de souvenirs sino que es un bazar de los de siempre, en los que se vende lo que la gente de Jaipur requiere para su vida diaria. Esto, a pesar de que haya turismo circundante, le da un toque de autenticidad que gusta bastante.
Continuamos alejándonos del corazón de la ciudad y llegamos a unos cenotafios (mausoleos o tumbas vacías) que recuerdan a los Maharajás que ha tenido Jaipur. El más conocido es el de los hombres (conocido como Gaitor), aunque existe también uno dedicado a sus mujeres. Son lugares que los conductores de rickshaws conocen y que son ideales cuando deseas salir del centro. Y merecen la pena, puesto que están labrados minuciosamente en mármol y se pasean los monos por sus tejadillos con forma de lágrima. Realmente es uno de los sitios más hermosos (y menos visitados) de la capital rajastaní.
Ya fuera de Jaipur hay motivos suficientes para estirar aún más si cabe la visita. El más impresionante de todos es el Fuerte de Amber, un enorme Palacio que se puede subir a lomos de un elefante (el cual te deja en la plaza principal del recinto, Jaleb Chowk). Esta sí es la India de los palacios, de las grandes y suntuosas fortalezas, un lugar en el que perderse por callejones o estancias y pasarse como mínimo mínimo una mañana entera.
Uno cuando se asoma a puertas como Ganesh Pol justifica la visita al palacio. También es posible encontrar la típica escena del ecantador de serpientes que hace danzar a una cobra con la música nacida de un flautín. Realmente Amber es una maravilla, que además conviene combinar con el Fuerte Jaigarh que recuerda ligeramente al Fuerte Rojo de Agra (salvando mucho las distancias) y que posee un enorme cañón de ruedas que tiene el record guinness de ser el más grande que existe.
En la carretera del Fuerte de Amber, pero apenas habiendo salido de Jaipur, hay otra parada interesante. El Palacio del Agua (Jal Mahal) es un precioso pabellón dieciochesco en mitad de un lago que, cuando vienen los monzones llega a parecer un barco a la deriva.
Y por último no podría dejar de recomendar llegar al Templo de Galta, más conocido como el Templo de los monos. Sobre una colina se alza un pequeño templo en el que son adorados cientos de monos que verás caminar, trepar, saltar, comer e incluso pelearse. Ellos son sagrados en este lugar por considerárseles el propio Hanuman (Dios Mono). Es ciertamente un lugar que sorprende, que llama la atención y con el que redondear a la perfección un viaje a Jaipur. De ese modo podemos continuar con el Rajastán... y con India.
Descubre uno de los países más impresionantes y espectaculares del mundo. India, un subcontinente con mucho por conocer y donde ninguno de sus rincones te será indiferente. Aprovecha y haz el viaje de tu vida en tus próximas vacaciones.