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DCode, encuentro entre dos generaciones

Beck y Jake Bugg se coronaron en una jornada maratoniana de música enérgica sobre una alfombra verde

Vista general del DCode Festival en Cantarranas de la Ciudad Universitaria(EFE/Luca Piergiovanni)

Vista general del DCode Festival en Cantarranas de la Ciudad Universitaria

No era el cartel más potente de los cuatro años festival y el derbi que se jugó tampoco se lo puso fácil, pero el Dcode volvió para poner ritmo a los últimos coletazos del verano madrileño. Con la estrategia de condensar todos los grupos en una sola jornada, el Campus de la Complutense acogió un carrusel incesante de música variada y buenos modales.

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Beck salía a escena acompañado de unas luces futuristas que se reflejaban en su sombrero, traído directamente de finales de los 90, cuando se erigió como uno de los grandes, con ganas de volver a sorprender. El loser por antonomasia repasó su profusa carrera salpicada con funk, pop intimista y demostrando que su último disco, Morning Phase, aún puede enganchar a otra generación.

Sólo a un escenario de distancia, se ponía de manifiesto que una discreta iluminación y una guitarra como única acompañante también pueden consagrar a un buen músico. Era Jake Bugg, un joven que, tras ser comparado a sus 20 años con Johnny Cash, ponía banda sonora al inicio de la noche mientras el público tarareaba sus melodías teñidas de folk.

La tarde comenzó con directos discretos para todos los públicos. La primera en pisar las tablas fue Anna Calvi, que demostró ante los primeros asistentes un potente derroche de rock con un concierto cerrado con energía con el ya clásico Jezabel. Las prisas y los 19 grupos que se daban cita obligaron que este directo se solapara con el de Francisca Valenzuela, que veía desde el escenario más pequeño a jóvenes, mayores y niños sobre los hombros de sus padres gritando "Paquita" a la chilena después de cada canción.

Volvió a pasar una coincidencia injusta de conciertos. Russian Red, la cantautora española de sonido pálido, presentaba los temas de Agent Cooper invitando al día a irse para cambiar el tono del festival. La alternativa, celebrada por un buen puñado de asistentes, era la banda revelación del año de Reino Unido, Royal Blood, que abarrotaba el escenario más pequeño del festival para demostrar que con un bajo y una batería puede hacerse rock de verdad. El dúo británico pisaba España por primera vez y Little monster hacía asomar los primeros cuernos en las manos del público guiados por oscuros riffs, casi rozando el heavy en algunos temas.

La nota española la puso Vetusta Morla y no defraudaron. Mucha expectación por ver a los madrileños después de sus llenazos en La Riviera y un público entregadísimo a los temas de Pucho y su banda, convertidos ya en verdaderos himnos.

La noche todavía daba de sí y el electropop hizo acto de presencia hacia el final de la jornada. La Roux no movilizó a todos los asistentes desde el minuto uno, pero In for the kill desató la locura, recogida después por Cvrches, que aprobó con nota en su primera visita a España después de erigirse fuera como la banda de moda con el buen rollo contagioso de Under the tide y The mother we share.

Las sesiones de Digitalism y Ochoymedio djs sirvieron para despedir la madrugada con los más entregados con los brazos en alto. Un broche perfecto para un festival que, si bien no ha conseguido los números de ediciones anteriores, ya se ha consolidado como una oferta imprescindible para despedirse del verano y volver a la ciudad.

 

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