Puerto Rico, el Caribe con bolsillo USA y corazón latino

Puerto Rico es puro Caribe. Aunque nominalmente sea un Estado Libre Asociado de los EE.UU. y sus ciudadanos tengan pasaporte norteamericano, la geografía es tozuda y se empecina en situar a esta isla tropical en pleno Mar de las Antillas. Muchos viajeros que llegan aquí por primera vez creen que un siglo de dominación norteamericana debería de haber transformado esta isla caribeña en algo típicamente yanqui. Pero no es así.

Un nutrido grupo de vecinos de diversas edades está reunido en el paseo de la Princesa, al pie de la muralla del Viejo San Juan. Cantan y bailan en corro, al son de varios cuatro, la guitarra portorriqueña de cinco cuerdas dobles y algo más pequeña que la clásica española. Hay también panderetas y algún tambor de barril. Unos permanecen de pie en mitad del paseo enlosado; otros, los de más edad, se sientan en sillas que han traído de su casa y que ayudan a completar el círculo. Mientras se baila, circulan bebidas y viandas que cada uno ha preparado para la ocasión. Hace calor en esta noche veraniega del Viejo San Juan y los cuerpos sudorosos delatan ya muchas horas de fiesta al aire libre. Cuando el viajero se acerca a curiosear, alguien del grupo se dirige a él y le pregunta de dónde es. “De España”, contesta. Y el grupo de cuatros junto con el tambor, como si fuera un guión preestablecido, cambian el ritmo y entonan en su honor una seguidilla bolera. El forastero es agasajado con empanadillas y refrescos y queda integrado, quiera o no, en la fiesta callejera que cada jueves montan los vecinos del barrio y que durará hasta bien entrada la madrugada.

Así es Puerto Rico, una isla que como se ufanan en decir los portorriqueños, tiene lo mejor de los dos mundos: el bolsillo norteamericano y el corazón latino. Goza de un nivel de vida superior al de muchos países vecinos y los índices de paro y renta per cápita, mejoran con mucho la media de la otras Grandes Antillas.

El Viejo San Juan

Y sin embargo, el viajero hispano que se sumerge una noche de sábado por las calles del Viejo San Juan - una de las ciudades coloniales más hermosas de América - , siente que está en territorio cercano, amigo. Hay buganvillas y palmeras, agradables calles peatonales a las que se asoman balcones llenos de flores, casas de planta baja de colores alegres y chillones, mucha gente por la calle, restaurantes que no cierran hasta bien entrada la madrugada, parejas que se dan arrumacos en el malecón que rodea la muralla y mucha música de salsa y de bomba -el son puertorriqueño por excelencia-, que traspasa los dinteles de los garitos para inundar las calles de sones caribeños.

El bosque de El Yunque

Puerto Rico es además una enorme reserva natural. Con solo 161 kilómetros de largo por 51 de ancho, la más pequeña y oriental de las Grandes Antillas, alberga aún hoy, después de un largo pasado colonial español, medio siglo de anexión encubierta norteamericana y otro medio como Estado Libre Asociado, una de las naturalezas más impactantes del Caribe. Un buen ejemplo es el Bosque Lluvioso de El Yunque, la única selva tropical de los EEUU, protegida por el Sistema Nacional de Bosques por ser una reliquia de la cubierta vegetal húmeda que un día cubrió buena parte de la cuenca caribeña. En la oscuridad de sus forestas conviven 240 especies diferentes de árboles y otras cientos de vertebrados e insectos distribuidas en más mil metros de desnivel y cuatro biotopos diferentes. Una maravilla natural que jamás fue talada ni devastada, de ahí su alto interés biológico.

Playa Flamenco

Si la isla grande es un buen observatorio de la naturaleza caribeña, las islas menores que la rodean son aún más virginales. Una de las más famosa es Culebra, donde se ha desarrollado una incipiente industria turística al pairo de su bellísimos arenales. Como playa Flamenco, todo un compendio de tópicos caribeños, considerada una de las playas más bellas de Puerto Rico, o la costa de Cayo Culebrita. Además, gran parte de la isla y de los 23 cayos e islotes que la rodean están protegidos como Reserva Nacional de la Fauna para dar cobijo a 85 especies de aves y enormes tortugas marinas que se acercan a estas riberas para desovar.

Otras son más pequeñas aún, como la isla Palomino, una islote de apenas 0,4 kilómetros cuadrados cubierto de vegetación tropical y rodeado de aguas cristalinas que pertenece al hotel El Conquistador. El lugar soñado donde dejar pasar las horas con una piña colada tumbado en una hamaca entre palmeras o dedicar el tiempo a los deportes acuáticos o a los paseos en caballo en un entorno digno de Robison Crusoe.