Brasil reelige a Dilma Rousseff en los comicios más reñidos de su historia
La presidenta reelecta promete "unidad y diálogo" para impulsar reformas económicas y políticas en el país

(EFE)

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, fue reelegida hoy para un segundo mandato de cuatro años en los comicios más reñidos de la historia del país y gobernará a partir del 1 de enero de 2015 una sociedad políticamente partida en dos. Rousseff ha obtenido el 51,64% de los votos frente al 48,36 % del socialdemócrata Aécio Neves.
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En su primer mensaje tras su victoria, Rousseff ha reclamado "unidad y diálogo" para afrontar las reformas que necesita el país. Aun así, en ningún momento citó por su nombre a Neves, quien al reconocer su derrota se pronunció en el mismo sentido; expresó su felicitación a Rousseff y consideró que ahora "la mayor de todas las prioridades es unir a Brasil en torno a un proyecto honrado que dignifique a todos".
También manifestó su "esperanza" en que "la energía" que "todos los brasileños" invirtieron en este proceso, que fue uno de los más inflamados que se recuerden en el país, sea "un buen terreno para la construcción de puentes".
En ese marco, dijo que su primer llamamiento es "a la unión, a la apertura y a diálogo", para que "el calor liberado al fragor de la disputa puede ser transformado en energía positiva para un nuevo momento de Brasil".
De cara a su segundo mandato, Rousseff se comprometió a impulsar una profunda reforma política, la cual consideró que será clave para establecer normas que permitan mejorar el combate a la corrupción y a la impunidad.
Precisamente la corrupción fue uno de los asuntos más esgrimidos por Neves a lo largo de su campaña, en la que denunció una y otra vez los escándalos que se investigan en la estatal Petrobras, en la que la propia Rousseff ha admitido que hubo serias irregularidades.
La mandataria también prometió "promover con urgencia acciones localizadas, en especial en la economía, para retomar el ritmo del crecimiento, continuar garantizando los altos niveles de empleo y asegurar la valorización del salario".
Desde que Rousseff llegó al poder, la economía brasileña comenzó a dar señales de estancamiento, que el Gobierno ha atribuido al impacto de la crisis global, pero que, según la oposición y el sector privado, responden al "intervencionismo" estatal.




